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Como parte de las prácticas de la especialización en Promoción de la Salud y Prevención del Comportamiento Adictivo que cursaron en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional, las psicólogas Talía Campos Mares, Carmen Ramírez Camacho y Adriana Torales Durán validaron un cuestionario de factores de protección y riesgo de consumo de drogas para preadolescentes y adolescentes, cuya estandarización en la población mexicana permitirá elaborar programas específicos para prevenir o retardar el inicio del consumo de tabaco, alcohol y mariguana en grupos de primaria y secundaria.
El cuestionario, que para su validación se aplicó en escuelas de las delegaciones Tlalpan y Álvaro Obregón de la Ciudad de México, se los proporcionó el doctor Ariel Vite Sierra, su asesor de tesis y especialista en test de evaluación, quien seleccionó algunos reactivos del Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías relacionados con la población mexicana.
“Se identificaron 12 claros y diferenciados factores, sobre todo contextuales, que pueden desencadenar el consumo de drogas en adolescentes y preadolescentes”, dice Campos Mares.
Éstos son: 1) familiaridad y conocimiento de las drogas (tabaco, alcohol y mariguana), 2) percepción de las consecuencias del consumo, 3) efectos experimentados con el consumo de drogas, 4) percepción de accesibilidad a las drogas, 5) actitud ante el consumo de drogas, 6) influencias normativas-percepción del consumo de drogas por otros, 7) lazos y vínculos con padres y familiares, 8) percepción del conflicto parental, 9) factores de riesgo parentales, 10) control parental, 11) percepción del ambiente y vida escolar, y 12) autoestima.
A edades tempranas
Según Campos Mares, los adolescentes comienzan a consumir drogas a edades cada vez más tempranas porque no se ataca de manera directa las problemáticas específicas de cada grupo.
“Con este cuestionario se podrán identificar los factores específicos de protección y riesgo de cada grupo, y así generar intervenciones adecuadas que les permitan a los adolescentes hacerse de herramientas para retrasar o evitar el consumo de drogas”, agrega.
También se podrá saber qué factores de riesgo tienen más peso en grupos de ese segmento de la población.
“En algunos grupos puede ser la baja autoestima o una situación de contexto, como la permisividad o la cercanía con las drogas”, apunta Ramírez Camacho.
En México existen pocos test psicológicos válidos y confiables destinados a ese segmento de la población. Los que hay para adolescentes mexicanos, como el del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, cumplen una función de Estado: reportar la prevalencia del consumo de drogas. Pero no dan el peso específico de los factores contextuales en los que se da este consumo.
“Lo que subyace en las adicciones es una multiplicidad de factores: individuales, sociales, familiares... Con este cuestionario se puede saber a cuáles darles mayor peso a la hora de diseñar programas de prevención para ese segmento de la población”, señala Torales Durán.
En la escuela
En la población (843 alumnos: 280 de quinto y sexto de primaria, y 563 de primero, segundo y tercero de secundaria, todos de estratos socioeconómicos bajos) a la que se le aplicó el cuestionario, uno de los factores de riesgo más alto fue el de influencias normativas- percepción del consumo de drogas por otros. Es decir, si ven que en la casa, la escuela o la calle, familiares, amigos o su grupo de pares consumen alguna droga, los adolescentes corren un riesgo mayor de repetir ese patrón.
“Otro factor que pesó fue el de lazos y vínculos con padres y familiares. Si se sienten rezagados del núcleo familiar o dentro de éste hay consumo de drogas, ellos también corren un riesgo mayor de consumirlas”, comenta Campos Mares.
El factor de efectos experimentados con el consumo de drogas y el de percepción de accesibilidad a las drogas también puntearon alto. En cambio, el de autoestima estuvo en un rango medio y el de percepción del ambiente y vida escolar obtuvo un puntaje menor.
Las psicólogas de la UNAM piensan que un factor de riesgo también puede ser aprovechado como un factor protector. La escuela, por ejemplo, es un factor de riesgo contextual si hay un líder y/o un grupo de compañeros que consumen y el adolescente quiere parecerse a aquél o ser parte de éste; sin embargo, se puede convertir en un factor protector si las autoridades de la escuela y los profesores impiden la venta de drogas en los alrededores y si se interesan en el estudiante y las causas que le generan alguna problemática tanto en la escuela como en su casa.
“Al indicarnos qué factores son de más riesgo en la escuela, este cuestionario nos ofrece información para diseñar estrategias y planes encaminados a convertir este espacio, conjuntamente con estudiantes, maestros y directivos, en un factor protector”, afirma Ramírez Camacho.
Meta
La meta de las psicólogas es potenciar los factores de protección para que los de riesgo disminuyan. Con el fin de alcanzarla recurren a talleres en los que los adolescentes pueden interiorizar el conocimiento y actuar o vivenciar situaciones de riesgo.
“Utilizamos el role playing o dramatización, en el que cada adolescente juega cierto papel ante una situación de riesgo. También hay lecturas reflexivas para que ellos accedan a sus propios sentimientos y pensamientos cuando se les presentan casos de otros adolescentes con situaciones difíciles o de sufrimiento por el consumo de alguna droga”, explica Ramírez Camacho.
Estos talleres son para ellos un espacio de confianza, libertad y comunicación abierta, donde se mantienen en movimiento por medio de distintas actividades; donde actúan, platican y cuentan qué les pasa, qué les molesta o qué les agrada; donde la información que proporcionan se utiliza en su beneficio.
Además de diseñar los programas de prevención para grupos de preadolescentes y adolescentes, el citado cuestionario permitirá detectar adolescentes que ya están instalados en el consumo y ofrecerles una canalización oportuna.
En esos casos —con el apoyo de la Coordinación de los Centros de Servicio a la Comunidad Universitaria y al Sector Social de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional, a cargo de la doctora Mariana Gutiérrez Lara— se les orientará sobre qué instituciones en la Ciudad de México atienden problemas de adicción en los adolescentes.
“El instrumento validado es una herramienta útil porque, al dejar de lado el reduccionismo de la visión médico-sanitaria del agente patógeno-droga y huésped-ser humano, abre la posibilidad de evaluar los contextos inmediatos de los adolescentes para tener una visión completa del fenómeno del consumo de drogas en ese segmento de la población”, finalizan las psicólogas de la UNAM.
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