Ambos son considerados jugadores prodigio. En el caso de Magnus Carlsen, a los 13 años ya era un gran maestro, algo que Serguéi Kariakin logró a los 12 años y 7 meses.

Ellos manifiestan capacidades mentales sorprendentes para el público que los ve jugar. En este sentido, una de las exhibiciones más mediáticas la protagonizó el noruego Carlsen, cuando en 2013 derrotó en una simultánea a 10 ajedrecistas en Harvard. Él estaba sentado de espaldas al grupo, con su vista vendada.

Una prueba que impresiona a las personas, y que la ciencia intenta explicar.

Memoria específica

"Esta inusual buena memoria no es rara en los ajedrecistas, pero es una buena memoria específica para ese juego", dice el doctor Pedro Maldonado, investigador del laboratorio de Neurosistemas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

Según explica, en esta capacidad juega un rol fundamental la plasticidad cerebral, que a través de la vida va optimizando los circuitos nerviosos existentes para que la persona sea cada vez mejor en lo que hace.

"Lo que pasa es que la mayoría de la gente tiene que hacer muchas cosas distintas en el día, como ver a los hijos, cocinar, sacar la basura, pagar las cuentas y trabajar, entre otras. O sea, hacen de todo y, por supuesto, no puede ser prodigio en ninguna de estas cosas", agrega el investigador al compararlo con estos jugadores que, prácticamente, dedican todo el día a entrenar.

"La forma en que el cerebro de un maestro del ajedrez procesa la información es diferente a alguien aficionado, debido a que el maestro ha almacenado patrones de juego durante largo tiempo en su cerebro; en cambio, el jugador aficionado debe analizar estos patrones desde cero", explica Waldo Cerpa, doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad Católica. Un estudio alemán, publicado en la revista Nature, estima que un gran maestro memoriza unos 100 mil patrones o situaciones de juego en 10 años de entrenamiento.

Esta capacidad de memoria tan desarrollada explica por qué no necesita mirar el tablero para saber qué tipo de estrategia está en juego.

Hoy existe cada vez más evidencia de que el talento que se observa en los ajedrecistas y en otras disciplinas "proviene de la estimulación temprana de los niños, del aprendizaje precoz en la primera infancia; hablamos de niños de dos y tres años y del entrenamiento posterior que tienen", detalla la doctora María Florencia Tevy, investigadora del Centro de Genómica y Bioinformática de la Universidad Mayor.

Pero también este talento corresponde a una "potencialidad distinta, una habilidad extra que hace a ese niño destacar, y si eso se entrena, va a destacar", advierte Maldonado.

La pregunta, para Cerpa, sobre si el entrenamiento es el que causa estas diferencias o si las diferencias estaban y por eso juegan de esa forma, es todavía una interrogante que se mantiene abierta.

jpe

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