El domingo en la noche se filtró la noticia de que los tres países firmantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) habían llegado a un acuerdo, justo a tiempo, para preservar el convenio de forma trilateral. Ayer salió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a anunciar que el TLCAN sería sustituido por un nuevo tratado; el Acuerdo Estados Unidos, México y Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés), un acuerdo que —aseguró— será mucho mejor que el previo.

Murió el TLCAN y nace el USMCA. Excepto que el USMCA resulta ser no tan diferente del TLCAN y los cambios quizás sean más de forma que de fondo. Murió el TLCAN, ¡que viva el TLCAN!

Para los que han visitado la calle Revolución, en Tijuana, me recuerda a los burros que algunos vendedores listos pintan como cebras para que los turistas se tomen una foto con ellos.

Si bien los animales siguen siendo burros, por un momento uno puede creer que está frente de una cebra de verdad en plena ciudad.

Así es el USMCA, que es un TLCAN pintado como cebra, o por lo menos un tratado de libre comercio solo ligeramente actualizado y cambiado, pero presentado como un animal completamente distinto.

Desde luego, hay algunas diferencias. El comercio, sobre todo en automóviles y autopartes, será un poco menos libre, con más requisitos para que los componentes se hagan en los tres países de América del Norte y algunas medidas para desincentivar la producción final de vehículos en México (más no de autopartes, en lo que México seguirá siendo campeón).

También se incluyeron nuevas cláusulas sobre energía y comercio electrónico, temas que no estaban en el TLCAN original. Y hay algunas cláusulas que deben ayudar a los movimientos laborales a tener un poco más fuerza (aunque quizás solo muy poco) en negociaciones colectivas.

Pero el resto del acuerdo es más o menos lo mismo que existía antes.

La gran victoria no es actualizar el TLCAN —y rebautizarlo—, sino salvarlo de la destrucción total, que es lo que muchos esperábamos cuando Trump llegó a la presidencia hace menos de dos años. Es una victoria mediática para los tres gobiernos y sus gobernantes, y salva sus economías de un golpe brutal que se habría dado con la caída del acuerdo.

Trump puede declarar victoria a su base diciendo que logró un tipo de acuerdo completamente nuevo. Pregona que inventó una nueva forma de forjar acuerdos comerciales, si bien en realidad sólo pintó un burro. Ahora tendrá que trabajar con el Congreso de EU para que se apruebe, y ese resultado no está nada garantizado, si bien es probable.

Para el presidente Enrique Peña Nieto es una victoria indiscutible después de que Trump quería terminar con el acuerdo por completo. Lo podrá firmar antes de que termine su gestión y pregonarse de sus dotes negociadores. Mientras tanto, Andrés Manuel López Obrador hereda un país con un TLCAN —o un USMCA— intacto, lo cual le ayuda evitar una crisis económica en sus primeros meses en el trabajo.

Y para Justin Trudeau, el carismático primer ministro de Canadá, logra casi todo lo que él quería de las negociaciones con Trump, porque los estadounidenses entendieron que no podían sacar adelante un acuerdo sin ellos y cedieron en casi todo lo que los canadienses querían.

Desde el domingo en la noche hay muchos políticos en los tres países —y no poco empresarios y trabajadores— que se sienten un gran alivio por el acuerdo alcanzado. Lograron evitar un desastre que habría golpeado las economías de los tres países y minado su competitividad.

Seguiremos siendo socios en un acuerdo comercial que nos permite construir productos juntos y vendiéndonos otros productos sin aranceles. Ahora el acuerdo se llamará diferente y todos hablarán de qué tan diferente es, pero en realidad seguirá siendo muy parecido a lo que teníamos antes.

Un burro sigue siendo un burro, aún si lo pintas de cebra. El TLCAN sigue siendo el TLCAN, aunque ahora lo llamen USMCA.

Presidente del Migration Policy Institute

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