En uno de los mejores momentos de Professor Marston and the Wonder Women (USA, 2017), el trío formado el propio Prof. Marston (Luke Evans), su esposa Elizabeth (Rebecca Hall) y la amante de ambos, Olive Byrne (Bella Heathcote), acuden a un lugar que en aquella década de los años veintes resultaba un absoluto tabú: el equivalente de la época a una sexshop. Ahí, ya completamente insertos en su afición por el sado y los juegos de sumisión, Olive Byrne se pone un corset dorado, unos hot pants azules, tiara y un lazo para amarrar a quien se deje. La visión es casi divina: la Mujer Maravilla había nacido…. en una sex shop.

Desconozco si aquella anécdota es real, pero francamente no importa. El momento, tremendamente bien armado, resume las intenciones de la cinta: por un lado hacer la biopic del extravagante personaje, el profesor, inventor, psicólogo y creador de uno de los íconos más importantes en la historia del cómic (¿y del feminismo?); además de hacer una defensa sobre las preferencias sexuales y las diversas formas de amar.

Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, en el caso de Marston hay dos. El profesor de psicología en Radcliffe, inventor del primer prototipo del detector de mentiras y protofeminista convencido no sólo de la superioridad de la mujer sino de la necesidad incluso de ser sumiso ante ellas, conoce a Olive Byrne, una nueva y hermosa alumna de la cual queda prendado. El tema es que su esposa, la también aguerrida y culta Elizabeth, caen ante la belleza de aquella mujer. La solución es algo que seguiría arqueando cejas hoy día: vivir en una relación poliamorosa donde los tres son marido y mujeres.

Pero en todo caso la biografía es un pretexto. A la directora y guionista Angela Robinson lo que le interesa es hablar sobre tolerancia, sexualidad y censura. “¿Es usted una persona normal? [...] ¿quién decide qué es normal?”, dice Marston frente a sus alumnos, parafraseando las primeras páginas de su libro ‘Emotions of Normal People’ donde justamente cuestiona el concepto de “normal” así como la autoridad de la sociedad para determinar a priori cuáles califican como actitudes o prácticas normales.

Muchos de esos temas se filtraron, inevitablemente, en la primera etapa del cómic de Wonder Woman, donde se insistía en los motivos sadomasoquistas, cuerpos amarrados, el spanking, la violencia y hasta ciertas referencias a los ritos de las fraternidades de universidad donde las mujeres se vestían como bebés.

La censura, que nunca llega tarde, vino en la forma de otro psicólogo, Frederick Wertham, quien con su libro ‘La Seducción del Inocente’ (1954) inició toda una cacería de brujas contra el cómic como medio al exponerlo como el causante de la violencia juvenil y corruptor de la infancia en norteamérica.

Así, en las famosas audiencias donde se le cuestionaban todas esas obsesiones sexuales que llenaban las páginas de Wonder Woman, lo que realmente estaban cuestionando y reprobando era el estilo de vida y las creencias del doctor y sus mujeres, que ya para entonces habían procreado hijos, viviendo bajo un mismo techo y sin que el hecho de que tener dos mamás fuera algo extraño o perverso.

La película no intenta ser amarillista ni escandalosa, al contrario, hace énfasis en el feminismo extremo del profesor Marston quien fervientemente creía en la superioridad intelectual y creativa de la mujer (por eso él tenía dos) así como en el placer que le provocaba someterse ante ellas. Su Mujer Maravilla es producto de esta ferviente pasión con la que admiraba al género femenino.

Con inteligencia y un mucho de fantasía, la directora y guionista Angela Robinson rebasa la naturaleza biográfica del relato para levantar la voz sobre la tolerancia y el respeto a las decisiones y orientaciones de los demás. Pioneros más que provocadores, la familia Marston vivió siempre en absoluta congruencia con su credo: a la muerte del profesor, tanto Elizabeth como Olive siguieron viviendo juntas, amándose hasta el fin de sus días.

-O-

Síguenos en Twitter:

Escucha nuestro podcast:

Google News

Noticias según tus intereses