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Con 6.35 metros Ellery Clark ganó en el salto de longitud en los primeros Juegos de la era moderna en 1896.

Ayer, Bob Beamon rebasó la marca 2.58 metros, al saltar un inhumano 8.90 metros, para consagrarse campeón de los XIX Juegos de México 1968.


El saltador superó por 63 centímetros el récord olímpico, que hace unos días implantó Ralph Boston con 8.27 metros, y por 55 centímetros el récord mundial, de 8.35 metros que el mismo Ralph Boston y el soviético Igor Ter-Ovanesyan impusieron en 1965 y 1967, respectivamente.

Ahora, el salto de longitud en su historia contemporánea deberá escribirse a partir de Beamon y sus 8.90 metros y será aquí donde las páginas se detengan por muchos años, a menos que él mismo realice una hazaña más.


Consumado el salto magistral, esperó a un lado de la fosa a que los encargados de la medición rectificaran y luego a que llegara personal del jurado internacional hasta que, oficialmente, en el tablero electrónico apareciera el resultado.

Curiosamente, los jueces de la prueba no contaban con los medidores para un salto tan largo como el de Beamon, por lo que el atleta tuvo que aguardar unos minutos al veredicto oficial.

La respuesta del texano fue un estallido de alegría.


El que tuvo un día para lamentar fue el soviético y poseedor del récord mundial, Igor Ter-Ovanesyan, quien solamente logró 8.12 metros para terminar en el cuarto lugar de la prueba.

Tonu Lepik, también de la Unión Soviética, terminó en el quinto lugar con 8.09 metros, y Allen Crawley, de Australia, con 8.02, se apropió del sexto lugar.

Así, los seis primeros lugares, de entre 16 participantes, terminaron por arriba de la barrera de los ocho metros.

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