Clínica de Periodismo

En lo que va del año, Novak Djokovic nos ha acostumbrado a verlo poco y despedirse rápido de los torneos en su lista. El serbio no ha podido llegar lejos en los torneos disputados en este 2018, lo que le ha convertido en un participante más, muy lejos de aquel tenista que atemorizaba a sus rivales con el nombre.

Los 12 títulos de Grand Slams que tiene Novak ahora sólo figuran como buenos recuerdos en el álbum familiar.

En busca de reivindicarse, Djokovic aceptó la invitación al torneo de Barcelona —torneo de la temporada de arcilla—, pero su plan se frustró ante Martin Klizan, eslovaco que ocupa el puesto 140 del ranking.

De las cuatro ocasiones previas en las que se enfrentaron, Djokovic triunfó en todos los partidos, con apenas un set perdido.

La semana pasada en el Masters 1000 de Montecarlo, Nole se despidió en tercera ronda, mientras que en el Abierto de Australia cayó en la cuarta.

Números pobres para el serbio, quien llegó a ser el número uno de la clasificación de la ATP por 122 semanas (la última vez).

Eliminado en la primera ronda de Indian Wells y del Miami Open, se dijo que lo que necesitaba Novak era tiempo para regresar a su mejor versión. Después vino Montecarlo, en arcilla. El ex número uno del mundo ganó en su debut, algo que le quitó presión y avanzó en segunda ronda. Parecía que se sacudiría la malaria, pero tropezó ante Thiem, en la mencionada tercera ronda. Rápido para un jugador que sigue sin acercarse al nivel que lo puso en la cima.

Y mientras el serbio sufre en el Conde de Godó, Rafael Nadal eliminó a Roberto Carballes.

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