Cuando lo convocaron para la Selección Argentina del interior –una de las cuatro que había formado César Luis Menotti de cara al Mundial 1978 - pensó que era una broma y cuando "el Flaco" leyó los nombres de los que no quedaban entre los 22, transpiraba y pensaba que el siguiente era él. Miguel Ángel "la Cata" Oviedo recuerda esos días mientras trabaja en el Polideportivo Cerutti, donde se encarga de cuestiones administrativas y de atender a la gente.

El exdefensor fue uno de los cinco cordobeses integrantes de Argentina ’78 junto con Osvaldo Ardiles, Américo Gallego, Rubén Galván y Mario Kempes .

Jugaba en Racing de Córdoba cuando Menotti lo convocó a la Selección. Está convencido de que Ángel Labruna, que por entonces dirigía a Talleres, tuvo que ver en ese llamado porque solía decir: "Es un jugador bárbaro; tiene muy buenas condiciones".

Oviedo repite que él no sabe si fue bueno. "Cuando escucho que me elogiaban pienso ‘¿habré sido así’’. Uno entraba a la cancha y hacía lo suyo. Y hay etapas; la de chico pateando la pelota; la de profesional y después, con los años, uno ya se aleja".

Empleado de la Dirección de Deportes de la Municipalidad de Córdoba estuvo varios años al frente de una Escuela de Futbol , hasta que un día le ofrecieron ir al Cerutti."Estoy cómodo y agradecido; más tranquilo; ya no tengo la energía de antes para andar con los chicos. Al futbol lo sigo sintiendo, pero acá estoy muy bien".

A los 67 años, Oviedo está conforme de sus pasos por Palermo , Racing, Instituto y Talleres, pero haber integrado la Selección , fue lo máximo. "Para mí significó muchísimo. Todos los jugadores de futbol tenemos un sueño, una ilusión, que es ser seleccionado y si, además, integrás un equipo campeón del mundo…¡Qué más pedir!".

Como varios de sus colegas retirados; no va a la cancha. Prefiere ver "todo" el futbol por televisión. "Todavía me siento como si fuera futbolista y pienso si haría esto o lo otro y me duele y me molestan que les griten. Cuando uno estuvo adentro mucho tiempo pasa eso, y en aquellos años eran muy pocos los que te puteaban y más lo que alentaban. Hoy todo es muy acelerado; no se puede tomar un partido como una guerra".

Fue estrella de Talleres en los ’70 y todavía le duele la final perdida con Independiente en enero de 1978. "Lo sufrí, pero no hay trauma".

¿Una broma?

"Siempre se sueña con ser mundialista pero en aquellos años era una especie de milagro que nos convocaran, porque estábamos en clubes no afiliados a la AFA ; se veía como muy lejano", describe. Por eso, tal vez, dudó cuando llegó a Racing el telegrama que le pedía presentarse a entrenar con la Selección del interior.

"Pensé que era una broma; nunca me imaginé que podía ser verdad pero cuando me lo confirmaron me fui a Salta, donde estaban entrenando". El momento de más tensión fue después, cuando Menotti leyó los nombres de los quedarían afuera de la lista de 22.

Oviedo

todavía ve la película en su cabeza: "Estábamos todos parados; pensando que si nos mencionaba nos tocaba armar la valija y volvernos. Éramos parte de un grupo de buenos jugadores que habíamos tenido la suerte de compartir todo ese tiempo y ese trabajo. Cada vez que ‘el Flaco’ abría la boca yo transpiraba; supongo que era la sensación de la mayoría".

Menotti

le dio la orden de entrar cuando faltaban unos minutos para terminar el partido frente a Perú. "Fue terminar de realizar mi sueño; pensaba que no podía ser lo que me estaba pasando. No entraba en razón. Son situaciones que un futbolista no se olvida nunca más; estar en Selección y –la frutilla de la torta- ser campeones del mundo".

Habla con cariño y respeto de sus 22 compañeros y reconoce el trabajo del preparador físico, el "profe" Ricardo Pizzarotti , que "nos hizo pensar en un objetivo; ir todos juntos y avanzar más allá de que se diera o no".

"La Cata" –apodo que le puso su abuelo materno cuando era bebé porque "movía la cabeza como las loras- cuenta que un día, en un entrenamiento, Menotti le gritaba "Miguel" y él no se daba vuelta. "Ese día dejó de decirme así y empezó a llamarme ‘Cata’".

Los más grandes lo reconocen y lo elogian; a él le gusta pero también se poner nervioso si algún padre le reclama a su hijo por no ubicarlo. "Me pongo en el lugar de los pibes se sienten incómodos; cómo van a saber quién soy. Estoy bárbaro adonde estoy y como estoy".

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