Experimentar la soltería en México puede implicar condiciones muy distintas, desde aquellas donde la presión social es importante para rechazarla, hasta aquellas en las que se asume como resultado de un aprendizaje de vida, como una forma de tranquilidad tras relaciones conflictivas. Tal es el caso de Adriana Cajiga Hernández-Jáuregui, una mujer de 56 años, docente en una escuela privada, amante de la pintura y los viajes, y felizmente soltera: "estoy tan cómoda en mi vida, que lo único que me falta es conseguir a las amigas para viajar".

Relata que a los 26 años se casó por primera vez, más por presión social que por convicción: "Teníamos años de novios y lo que seguía era eso. De hecho, duré muy poco casada. Decidí divorciarme porque en su casa había que hacer lo que sus papás decían".

Diez años después encontró a quien consideró al amor de su vida, un hombre viudo y con dos hijos mayores, pero tras 15 años de matrimonio, decidió que no quería vivir en una relación que para él no era prioridad.

Antes de estas segundas nupcias Adriana era la Coordinadora Académica en una universidad y renunció a todo por su entonces pareja: su trabajo, su casa, sus libros y su estilo de vida. Reconoce que se casó con "un paquete" que incluía hijos y hasta la expareja de su prometido, lo que complicó todo de inicio. "Los primeros meses no me pasaba el gasto a mí, se lo pasaba a la hija porque así estaba acostumbrado. Desde un principio la relación estuvo mal planteada".

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Cuando los hijos se casaron la relación mejoró, pero llegaron los nietos y fueron la nueva prioridad para su esposo: "Se embaraza la hija y comenzó el chantaje. Ya no era el marido, sino el abuelo. Ya no tenía derecho a hacer una vida porque tenía que estar dedicado a los hijos y los nietos".

Todo se agravó cuando se fueron de la Ciudad de México para vivir en Zempoala, buscando una mejor situación económica: "Renuncié otra vez a mi trabajo y cuando llegamos él me dice que no se va a quedar a vivir conmigo, que va a seguir trabajando. Los primeros seis meses viví yo sola, no dormía en las noches y ahí fue cuando todo se comenzó a desquebrajar". Adriana tomó entonces la decisión que considera ha sido la mejor.

Actualmente tiene seis años de divorciada y reconoce que no ha sido sencillo, nuevamente por la presión social. "Pensaba '¿cómo voy a decir que tuve dos divorcios?' y hoy te puedo decir que sí ¿y qué? Pero me ha costado mucho entender que no soy los divorcios . Aprendes a quererte y a darte ese cariño, aprendí que lo primero que tengo que hacer es amarme y después amar al prójimo".

Incluso en algún momento una de sus hermanas la llamó fracasada. "Según ella soy una fracasada por los dos divorcios... entiendo que así nos educaron, que valemos en la medida en que tengamos a alguien al lado. Hoy me doy cuenta que me casé porque todo mundo lo hacía. La primera vez no lo hice convencida y me pude haber quedado así, pero no defendí lo que yo quería, no lo tenía claro en este mundo de patrones que tienes que seguir".

Tras cinco años de terapia y superar su anterior ruptura, Cajiga se siente feliz y satisfecha de sus logros. "No me arrepiento de haberme casado porque me han hecho ser lo que soy. Hoy en día me siento tan plena, tan bien. No necesito que un hombre venga y me diga 'eres valiosísima, cómo te quiero', no lo necesito, pero me ha costado 56 años entenderlo".

La soltería no siempre es como la pintan

Un caso distinto es el de Jorge, quien pese a ser un profesionista pleno a sus 35 años, tiene en su soltería una herida abierta que no ha podido sanar. "Siento feo ser soltero porque además sigo sintiendo la presión social. Veo a mis compañeros de generación que publican fotos de la boda, de los hijos y yo quiero eso, no porque sea algo que hay que ser en la vida. A estas alturas ya tengo muy claro qué es lo que quiero y es una pareja y una familia".

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El actuario reconoce que desde muy joven su sueño ha sido casarse, pero a pesar de que ha tenido un par de parejas no ha tenido mucha suerte en el amor. Una de ellas era a distancia, ella vivía en Estados Unidos y se veían en pocas ocasiones, lo que al final afectó la relación, relata.

"Para mí sí es pesada la soltería, es un lastre. Salgo a la calle lo único que veo son parejas y aunque estoy seguro que es percepción forzada, es feo para mí", relata.

Jorge confiesa que cuando tenía 20 años y estudiaba la universidad se imaginaba que a sus treinta años estaría acompañado de su esposa e hijos; sin embargo, cada vez siente más presión porque el tiempo pasa y no logra hacer realidad sus sueños.

"Hoy por hoy ya lo siento más; en ese momento era la ilusión de que dentro de 10 años tendría una familia; ya pasaron los diez años y no tengo nada. No solo es una presión social, sino además una deuda conmigo mismo. Es algo que yo tenía proyectado".

El Día del Amor y la amistad para muchos es una fecha especial, para otros es una verdadera tortura. Así lo considera Jorge, quien no ha tenido la suerte de celebrar con una pareja. "Odio el 14 de febrero, lo odio encarecidamente porque jamás he vivido un 14 de febrero. Desde que iba en la secundaria y en la prepa, veía a las parejitas y a mí sí me dolía. Con mi primera novia fue una relación a distancia así que el 14 de febrero solo hablábamos por teléfono y con mi última novia, resulta que ella estuvo muy enamorada de un chavo que murió un 13 de febrero así que me pidió no vernos el 14 porque le guardaba luto. Para mí, ha sido un lastre de toda mi vida, me duelen los 14 de febrero y ahora llega este 14 en medio de la pandemia y de una chica a quien quiero conquistar y nada".

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Explica que estos casi dos años que ha durado la pandemia ha complicado encontrar pareja, y a pesar de conocer chicas a través de apps como Tinder, no está dispuesto a arriesgar su salud por una cita: "He visto que exalumnos se la pasan teniendo citas, sé que depende de la edad y mentalidad, pero para los que somos conscientes nos ha perjudicado. Hubo muchas citas que no tuve por pandemia. En algún momento dije, puedo tener algo a distancia, pero ninguna estuvo dispuesta a ello".

Asegura que la pandemia también lo ha puesto a meditar sobre su vida y aunque sabe que actualmente muchas personas no quieren tener una relación formal, él está más convencido sobre su futuro y confiesa que de terminar soltero, sus deseos por formar una familia son más grandes. Mis amigos me han dicho 'no estás solo' y ya sé que no lo estoy, pero no es lo mismo. Estoy convencido que lo que más me puede hacer feliz es encontrar una pareja y formar una familia. Si acabo soltero estoy decido a adoptar".

jabf

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