Álvaro charlaba, pero charlaba con la rara lucidez de los escritores que viven la verdadera vida, sin la anemia de quienes viven para escribir verdades.

El hecho de que, a menudo, nos encontremos con figuras “exitosas”, que nos despiertan un deseo de apropiación imposible de llevar a cabo, nos conduce al rencor, al re-sentimiento y a una sensación de derrota constante