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Si los medios de comunicación no hubieran investigado casos de corrupción en sexenios anteriores, el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador no hubiera sido efectivo en las campañas electorales de 2018, señala el periodista Carlos Loret de Mola.
El comunicador rechaza que la prensa mexicana no haya denunciado las irregularidades de gobiernos anteriores, como lo afirma el Jefe del Ejecutivo federal, al agregar que, incluso, el actual Mandatario se montó en el trabajo de los periodistas para llegar a la Presidencia de México.
Para Loret de Mola, colaborador de EL UNIVERSAL y de The Washington Post, hoy más que nunca en el país cuesta ejercer la libertad de expresión debido a las descalificaciones que López Obrador hace a la prensa; sin embargo, dice, a toda costa hay que hacer válido este derecho.
En entrevista, el periodista es tajante al señalar que el Presidente “es una amenaza contra la libertad de expresión”, pues refuta los hechos con insultos, sin argumentos, para evitar la rendición de cuentas sobre los fracasos de su gobierno.
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¿Se garantiza el derecho a la libertad de expresión?
—Lo que tenemos es a un Presidente que pone el mal ejemplo, un Ejecutivo federal que todos los días usa la máxima tribuna pública de este país, que es la de Palacio Nacional, el hombre más poderoso de México, para atacar a los medios [de comunicación] y a periodistas en lo individual.
Eso no se queda únicamente en palabras.
Genera realidades, presiones sobre los dueños de los medios de comunicación, sobre las redacciones, sobre los directivos y, sobre todo, en un país con tanta impunidad como México, pasar de las agresiones verbales a las agresiones físicas es un tramo verdaderamente corto.
Recorrer esa vereda es francamente corta y por eso hoy tenemos ubicado a México como el país más peligroso para la libertad de expresión.
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Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, es una amenaza contra la libertad de expresión [en el país] y creo que eso ya es bien sabido en todo el mundo.
¿Por qué cree que se cometen estas agresiones?
—Para evitar la rendición de cuentas, [ya que] este es un gobierno que donde quiera que le rasques ha fracasado.
[López Obrador] prometió acabar con la inseguridad y eso sigue. Prometió mejorar la economía y frente a la crisis económica que acompaña a la pandemia, no ha metido las manos.
Prometió acabar con la corrupción y lo que ha hecho el Presidente es, frente al escándalo de Manuel Bartlett, protegerlo; frente al escándalo de Zoé Robledo, protegerlo; frente al escándalo de Irma Eréndira Sandoval, protegerla, y frente al escándalo de su hermano Pío, protegerlo también.
Por donde le veas este gobierno no ha logrado tener éxito y eso es lo que el Presidente no quiere que se sepa, no quiere que se evidencie. ¿Cuál es su estrategia? Dice que tiene derecho a responder, y sí, lo tiene, a lo que no tiene derecho es a insultar.
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Nunca rebate con argumentos las denuncias de la prensa. Echa mano de un amplísimo repertorio de insultos y dichos ofensivos en contra de medios de comunicación y periodistas.
Me gustaría ver a un Presidente que respondiera, pero a los hechos que se presentan, a los documentos, no que utilice la tribuna para descalificar.
Y muchos de los documentos utilizados por la prensa son del mismo gobierno...
—Exacto, mucha de esa información viene de documentos oficiales o se pide a través de transparencia, no se trata de una filtración no documentada, [se trata de] cosas con evidencia contundente.
Eso que ha dicho el Presidente: “¡Nunca habían tenido tanta libertad!”... ¡Por favor!, ¿de qué está hablando?, que no sea cínico, cuesta más que nunca en México ejercer la libertad de expresión, nos ha costado en lo personal, pero más que nunca tenemos que, decididamente y al costo que sea, seguirla ejerciendo.
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El Presidente dice que en años anteriores los medios callaron, ¿tiene sustento?
—En EL UNIVERSAL evidenciamos la masacre de Tanhuato, cometida por la Policía Federal, que les sirvió luego para hacer un expediente en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Evidenciamos, en el caso de la televisión, los videos de Joaquín El Chapo Guzmán que desmentían la verdad oficial sobre cómo se había fugado.
Mostramos que había contado con la displicencia total de los guardias que estaban ahí, jugando solitario mientras El Chapo se fugaba. Evidenciamos que [Roberto] Borge tenía una aerolínea y que César Duarte tenía hectáreas de ranchos acumuladas.
¿A qué voy con esto?, [pues que] López Obrador no hubiera sido efectivo usando el discurso anticorrupción para llegar a Los Pinos, si la prensa mexicana no hubiera acreditado todos los días frente al público que esa corrupción existía.
Él se monta en el trabajo de la prensa, en la labor sobre la corrupción en tiempos de [Enrique] Peña Nieto para hacer campaña y llegar a la Presidencia, lo cual es perfectamente válido porque son asuntos de interés público.
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Lo que es de un cinismo atroz es decir que dónde estábamos nosotros, bueno, mientras él se quejaba de las masacres de la Policía Federal, yo estaba revelando una de ellas, una de las cuatro que marcaron el sexenio de Peña Nieto: Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato y Apatzingán.
Es uno de los periodistas más aludidos por el Presidente, ¿se siente intimidado?
—Eso es lo que él quiere, quiere intimidar, presionar, arrinconar, cambiar la agenda y que no se le cuestione.
Afortunadamente, junto a las hordas que desde Palacio se manejan para atacar a periodistas, comandadas por la palabra presidencial y orquestadas por su vocero Jesús Ramírez, también tienes una sociedad que se da cuenta y que cada vez que te quieren agredir sale a defenderte.
Ese no es un músculo menor, es uno social, el cual quiere tener una prensa libre que esté dispuesta a enfrentar el poder y combatir estos ataques.
Pero la verdad yo hablo de una posición de absoluto privilegio por los medios donde trabajo: EL UNIVERSAL, W Radio, The Washington Post y Latinus.
Mi posición es de privilegio, me preocupan los colegas que no tienen esta visibilidad nacional, cuyos casos y agresiones no se entera la sociedad.
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Cuando tienes un Presidente que insulta a los periodistas, pone el ejemplo, y no falta el alcaldito de un lugar pequeño que decide darle un levantón al periodista de la localidad que lo está cuestionando, porque si López Obrador se mete con Loret de Mola, ¿por qué no me voy a meter yo con el de aquí?
Ese es el problema de fondo, no lo que me pasa a mí, sino que su mal ejemplo derive en levantones, en golpizas, censura y asesinatos contra periodistas.
¿Cómo estamos haciendo nuestro trabajo los medios?
—Si bien nunca habíamos enfrentado un aparato de propaganda tan grande y tan sofisticado como el que encabeza el presidente López Obrador, con sus dos horas de conferencia mañanera, con sus bots, con todo este despliegue propagandístico que vomita el gobierno constantemente, también estamos viviendo un maravilloso momento para ejercer el periodismo, con altos costos, con muchos riesgos, pero son tantas las mentiras y muchas de ellas tan fáciles de exhibir que creo que los medios de comunicación nos estamos dando un festín de periodismo.
Se está haciendo muy buen periodismo en México frente a los lances autoritarios de López Obrador y eso a mí me da mucho gusto. Constantemente los medios de comunicación estamos pasando por la realidad las mentiras presidenciales.
Tu programa con Brozo en Latinus, ¿cómo surge?
—Víctor [Trujillo] y yo somos muy amigos desde hace mucho tiempo, desde que coincidimos en Televisa siempre hemos sido muy cuates, pero también amigos en la vida real, dos personas que se tienen confianza, se cuentan cosas, no solamente somos amigos de la chamba, nos queremos realmente.
Nos encontramos con esta coyuntura increíble, en Latinus se propuso la posibilidad de hacer un programa conjunto, nos encantó a los dos la idea.
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Cada 15 días se hace una junta de planeación, ver qué se puede hacer, qué novedad, qué escenario y luego definimos una temática, no nos decimos las cosas antes para que no pierda frescura, pero sí nos decimos cuáles son los temas que hay en la agenda y nos coordinamos en el orden que lo vamos a abordar para que aquello tenga una cohesión y todo quepa en 25 o 30 minutos.
Es un formato que le ha incomodado al Presidente.
—Es un programa de análisis, está revestido de momentos divertidos y tiene una escenografía diferente. Normalmente los programas de análisis son la mesa redonda, lo mismo de siempre, este es un programa de análisis, uno que rompe con las formas.
Es media hora cada 15 días, eso es lo que hacemos, y el impacto que ha tenido es fascinante, y que el Presidente se incomode con el programa, que exhiba su enojo con el programa, para mí es un éxito.