Un soldado imperial se abre paso entre los automóviles que cruzan avenida Revolución y Circuito, frente a la Embajada de Rusia; no vigila una galaxia muy muy lejana, sino que botea para comprar un medicamento que requiere su hijo y al mismo tiempo denunciar que el menor de edad fue víctima de una negligencia médica.

Bajo el casco de storm-trooper se encuentra Juan Olmedo, papá de Ramsés, quien tiene 13 años y hace 11 fue diagnosticado con osteogénesis imperfecta, que también se conoce como “huesos de cristal”.

El problema, narra Juan a EL UNIVERSAL, fue que en una operación le colocaron un clavo en la pierna derecha, cuando el hueso que requería la cirugía estaba en la izquierda.

“Después de la cirugía en el Estado de México, ya con otra doctora genetista del Instituto Nacional de Pediatría (INP), nos pidieron unos estudios que valían más de 50 mil pesos, y descubrieron que Ramsés tiene hipofosfatasia, que es una enfermedad similar a lo de huesos de cristal, pero necesita un tratamiento distinto; boteamos para el medicamento Humatrope, que es una hormona de crecimiento y cuesta 9 mil 500 pesos”, relata Ana Pimentel, mamá del adolescente.

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“Vendíamos de todo, ropa, zapatos, bolsas, algunos muebles que nos ha dado la familia de mi esposo o la mía, y así nos apoyábamos para sacar los gastos; luego él pidió permiso para botear y nos investigaron el caso para comprobar que no era fraude, por eso todos los viernes y sábados estamos enfrente de la embajada rusa”, dice.

Antes de la pandemia por Covid-19, la familia Olmedo Pimentel sorteaba los gastos de los medicamentos para Ramsés con sus ventas en los tianguis y el boteo, pero desde que inició la pandemia su situación empeoró.

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“ No sólo estamos ahí para pedir dinero, sino para dar a conocer la negligencia que sufrió mi niño. Lo malo era que gastábamos más en pasaje que en lo que obteníamos y ahorita no ha cambiado mucho, vamos los viernes y sábado porque en los tianguis todavía no nos podemos poner”, dice.

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“Ya nos dijo la doctora que necesitamos unos estudios de genética, tanto el papá como yo y otros más para Ramsés, para ver qué tratamiento se le puede dar. Ahorita en el instituto nos dieron la próxima consulta hasta diciembre, pero primero debemos juntar los recursos para esos estudios que nos dicen que sólo los hacen en Alemania”, cuenta.

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A pesar del panorama, los papás de Ramsés no pierden el ánimo, la siguiente meta es conseguir recursos para dichos estudios y continuar con el proceso legal en el que solicitan que quienes cometieron la negligencia médica paguen una reparación del daño y brinden recursos para los tratamientos.

En la sala de su casa, Ramsés asegura que de grande será pianista y toca una melodía en el piano que le donó una institución en la que toma clases, el niño se detiene cuando un soldado imperial atraviesa la sala y una vez que se da cuenta de que es su padre quien está detrás del disfraz, le pide que se acerque para darle un beso.