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Crece cifra de niños migrantes en el país

Primer semestre del año tuvo aumento de 132%: INM; afectación emocional es muy fuerte, advierte ONG

Los menores que cruzan México en busca de llegar a EU saben de los peligros que corren, por lo que tratan de protegerse y viajar en grupo, explicó Jorge Vidal, miembro de Save the Children. ARCHIVO EL UNIVERSAL
18/07/2019 |03:31
Redacción El Universal
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De acuerdo con el Instituto Nacional de Migración (INM), de enero a junio de 2019 han llegado a México 33 mil 122 niños, niñas y adolescentes migrantes acompañados y no acompañados, 19 mil más que en 2018, cuando se registraron 14 mil 279 menores en el mismo lapso.

El instituto señala que lo anterior se debe al aumento del flujo de personas procedentes de Centroamérica, sobre todo de grupos de familias que migran de sus países de origen con el objetivo de llegar a Estados Unidos.

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De los 33 mil 122 menores, 24 mil 597 son acompañados por un adulto; y 8 mil 525 no lo están. El incremento corresponde principalmente a menores de Honduras (17 mil 34), seguido de Guatemala (10 mil 69), El Salvador (3 mil 745), y otros países (2 mil 274).

Jorge Vidal, director de Programas de Save the Children México, afirma que la afectación emocional es muy fuerte, pues algunos de los menores son sacados de sus hogares sin previo aviso de sus padres para encontrarse en situaciones lamentables, razón por la cual, dijo, es importante dar apoyo en materia de educación, porque los hace sentir activos y en la rutina que tenían antes.

Sostuvo que es muy importante y fundamental que las personas que migran de Centroamérica, particularmente los adolescentes, tengan conocimiento de las dificultades a las que se enfrentarán, sobre todo cuando no vienen acompañados.

“Es muy triste cuando las adolescentes te dicen que, como pueden ser violadas, desde su ciudad de origen se toman pastillas para evitar un embarazo; o que te digan que tuvieron que salir de sus comunidades por miedo a que los maten”, narra.

Jorge Vidal agrega que muchos de los adolescentes de entre 13 a 15 años están conscientes de que pueden ser detenidos por grupos criminales para unirse a ellos, o bien, pueden morir, pero que aun así continúan su camino tratando de protegerse.

“Uno de los ejes es garantizar un espacio protector, seguro, que durante unas horas se les permita refugiarse en albergues de la sociedad civil o del Estado; dos, apoyo y contención emocional porque no tiene claridad de qué va a suceder, además de darles apoyo en salud y educación; y tres, canalización de actos de violencia”.

El INM informó que en 2019, los menores de género femenino se triplicaron al llegar a 13 mil 671, en comparación con los 4 mil 936 del año pasado; en cuanto al sexo masculino, se duplicó al pasar de 9 mil 343 en 2018, a 19 mil 451 en lo que va de este año.

La estadística más reciente de niñas y niños (0-17 años) acompañados y no acompañados presentados ante la autoridad migratoria del instituto, en el primer semestre del año señala que hay un incremento de 131.96% de la niñez centroamericana.

“Me gustaba estar en mi casa, tenía muchos amigos”. Antoni es un niño de ocho años, originario de Honduras, pero que ahora está en Tapachula, Chiapas, al que le gusta cantar, bailar, escribir y hacer sumas, pero extraña su casa y amigos.

Instalado en el albergue Jesús del Buen Pastor, que tiene una población de 80 niños no acompañados, cuenta que sus papás le han dicho que viajarán al norte para tener un nuevo comienzo.

Antoni pide ayuda para resolver restas, poco a poco toma más confianza y los resuelve por sí solo, “la verdad pensé que iba a ser muy difícil, pero sé que soy listo y lo resuelvo”, dice.

En Tijuana, Baja California, Renata está a la espera de su cita para solicitar asilo al gobierno de Estados Unidos, ella es originaria de Venezuela y viaja con su familia.

“Estoy aquí en Tijuana con mi hermana María, tiene 14 años. Mi papá y mi mamá también están aquí en el albergue”, cuenta a sus siete años de edad.

Platica que Venezuela está muy peligroso, que le ha tocado ver muchos robos, gente mala que mata, no hay luz, “está todo muy feo”, y su papá le dice que el gobierno no los va a ayudar en nada y por eso es que se fueron.

Renata añade que van a Estados Unidos para reunirse con su abuelita y que allá, lejos de Venezuela, van a vivir mucho mejor; emocionada comenta que casi les toca su número de cita: “Yo creo que unos 200 más y ya somos nosotros. Ya me quiero ir”.

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