En la ciudad de Nueva York se respira el miedo por la pandemia de coronavirus que enfrentan y de la que hasta ahora los habitantes no saben cuánto va a durar. Liliana Santillán, una capitalina radicada desde hace 24 años en esa cosmopolita localidad, refiere que es un estrés insoportable el que padecen, “porque uno no sabe cuándo va a caer enfermo”.

No sólo les preocupa el tema de la crisis sanitaria, sino también el económico. Ella, hoy, es la única que tiene un empleo estable, luego de que su esposo perdiera los dos trabajos a causa de los cierres de negocios por el Covid-19, y a lo más que él puede aspirar es al prometido apoyo gubernamental de hasta 500 dólares semanales, “pero ese dinero no nos alcanza para cumplir con los gastos”.

El único empleo que tiene es en el departamento legal en el área de Siquiatría de un hospital en la zona de Queens, una de las más afectadas por el brote de la enfermedad y adonde tiene que ir de lunes a viernes, pese al temor que le genera.

“En mi vida sólo he tenido esta sensación de miedo que es insoportable cuando mi hija menor se enfermó de cáncer y, la otra, es la de no saber en qué momento me voy a contagiar de coronavirus y si sobreviviré”, refiere Liliana.

Pero la angustia es doble cuando tiene que regresar a su casa, porque ella es la única que sale a la calle y no sabe si al ingresar a su vivienda pueda contagiar a su esposa, su mamá o a una de sus tres hijas.

Sistema desbordado

En entrevista telefónica con EL UNIVERSAL comenta que el sistema médico es un caos, porque ha quedado rebasado por el número de personas contagiadas y que demandan atención. Y no es para menos: hasta ayer en el estado de Nueva York se habían contabilizado unos 60 mil casos confirmados de coronavirus y mil 26 muertes, además de que las previsiones de los organismos sanitarios no son nada halagadoras en las próximas semanas.

En el hospital donde labora y cuyo nombre prefiere no revelar, las cosas son muy complicadas porque hay un enorme desabasto de guantes de látex y cubrebocas para los médicos y enfermeras que ahí laboran diariamente, además de que los cuerpos de los fallecidos se colocan en algunos contenedores de tráileres.

Con la angustia reflejada en su voz por vivir una situación inédita en el mundo, Liliana asegura que muchos integrantes del personal médicos ya “cayeron infectados y aun así siguen trabajando y dando la atención médica. Yo no tengo contacto directo con los pacientes, pero sí con los doctores, por lo que tengo mucho miedo de infectarme”.

Un par de días previos a la entrevista, la mujer capitalina y avecindada en Queens presentó fiebre, uno de los síntomas del coronavirus, pero hasta el momento no le han confirmado la enfermedad.

La vida en casa

Su departamento es de dos recámaras, sala comedor, cocina y un baño, donde diario conviven sus tres hijas, — la mayor de 20 años estudia la universidad, y las otras dos, de 14 y 16, en high school—, su esposo y su mamá, que se dedican a las labores de la casa, mientras Liliana trabaja de 9:00 a 18:00 horas de lunes a viernes.

Ellos llevan dos semanas de literal encierro y “mis hijas comienzan a desesperarse porque ya quieren hacer su vida normal, pero como están las cosas yo creo que esto todavía va para largo, va para varios meses”. Las jóvenes toman clases en línea por las mañanas y de esa forma, refiere, están entretenidas, pero ya por la tarde es más complicado.

Su mamá ayuda a que la casa esté en orden y su esposo también, pero su mayor preocupación son los ingresos, porque con el cierre de negocios perdió sus trabajos, y aunque tienen ahorros, dicen que nos les alcanzarían para sobrevivir medio año.

La renta de un departamento en la zona donde vive es de 2 mil 800 dólares, más los gastos de comida y vestido de todos, “pues simplemente no nos alcanza”, pese a que podrían tener el apoyo gubernamental por desempleo.

Con el encierro, los días se le hacen eternos, tanto como para recordar cada una de las vivencias que tuvo en la capital del país, con su familia, sus amigos, las fiestas. “Todo eso se extraña, porque aquí es muy diferente no hay reuniones como allá”, dice con un dejo de tristeza.

Como en muchos otros países, en la ciudad de Nueva York sólo abren las tiendas y las farmacias para que la gente pueda surtirse de alimentos y no se ve para cuándo la situación pueda cambiar, “por lo que la gente seguirá viviendo esta pesadilla”, destaca Liliana Santillán.

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