Miles de jóvenes salieron ayer a las calles de Barcelona para alentar a Carles Puigdemont, presidente catalán, a declarar la independencia y se toparon una vez más con la agonía y el desconcierto.

“Estamos impacientes de tener la República catalana, ¡debería haber pasado!”, exclamó Natalia Torres, de 19 años. Natalia desfilaba junto a 3 mil estudiantes para pedir la independencia; sin embargo, el presidente regional no aceleró su camino, tras haber dejado en suspenso la declaración el pasado 10 de octubre.

Puigdemont dejó en el aire durante horas si se pronunciaría por elecciones y pararía el porceso hacia la independencia o favorecería la declaración.

Mientras miles de estudiantes esperaban en silencio ante la sede de la Generalitat catalana, optó finalmente por dejar al Parlamento la responsabilidad de tomar una decisión. La Cámara, en la que Puigdemont y sus aliados independentistas tienen una corta pero suficiente mayoría, abrió poco después su sesión extraordinaria que concluirá hoy.

Los jóvenes se dirigían con aire satisfecho hacia el Congreso al caer el día, pero reconocían que no sabían qué iba a suceder.

Judith Campos, de 19 años, lo decía abiertamente: “El futuro lo veo complicado pase lo que pase, sea con declaración unilateral de independencia o con el artículo 155”.

Pareció que la posibilidad de una convocatoria de elecciones regionales anticipadas era probable.

“Si hay elecciones, pienso que ganaremos más de lo que hemos perdido. Quiero quedarme en España para que no se vayan más empresas”, dijo Manuel Herrera, de 61 años, guardia de un estacionamiento cerca de la sede de la Generalitat. Los comicios podrían llegar en pocos meses a Cataluña, pero al no tomar esa decisión Puigdemont, podrían acabar siendo convocadas por el gobierno de Mariano Rajoy.

“Con una consulta legal, creo que el ‘no’ habría ganado”, lamentó Ana Torres, de 52 años, vendedora en una zapatería. “Las elecciones serán más o menos una buena noticia. No piensan en el pueblo, sino en ver quién puede más, tú o yo”, añadió.

Los jóvenes que se dirigían al Parlamento gritaban consignas de “independencia”. En la calle Ferran, de un balcón sonó un: “¡Viva España!!. Uno de los estudiantes que iba hacia el Congreso respondió con risas con un conocido grito futbolístico: “¡Manque [aunque] pierda!”. “A ver si se acaba todo esto, no se puede trabajar”, lamentó Yuris, un vendedor de origen paquistaní.

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