Washington.— La histórica cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un terminó siendo más un espectáculo teatral que un encuentro con sustancia. Los dos firmaron un documento escueto que no llegó a considerarse un acuerdo: era simplemente una declaración conjunta en la que Corea del Norte se compromete a la desnuclearización y ambos países mostraban su interés mutuo por la paz y la prosperidad, nada que no hubiera sido prometido años atrás e incluso, para algunos, un texto mucho menos ambicioso que lo anteriormente firmado entre representantes de Pyongyang y otras potencias mundiales, incluida Estados Unidos.

Ambos vuelven a sus respectivas casas satisfechos. Tras cuatro horas de reuniones y almuerzo, en un espectáculo coreografiado al milímetro, lleno de pompa y fanfarria, Trump obtuvo lo que quería: la foto con el paria Kim y un trozo de papel firmado con cuatro puntos en los que el norcoreano expresaba sus “compromisos”.

Más contento regresó Kim, definitivamente legitimado ante la comunidad internacional sin conceder absolutamente nada. Al contrario. Recibió de Trump una larga lista de elogios —lo llamó “inteligente”, “talentoso”, alguien que “ama a su país”— a pesar de violar derechos humanos de su población.

“Un acuerdo histórico, el mundo va a ver un cambio tremendo”, aseguró el norcoreano. Sin embargo, no hay cronograma ni hoja de ruta ni especificación de la necesidad de verificación de la prometida desnuclearización de la península.

A pesar de eso, Trump se comprometió a congelar los ejercicios militares conjuntos con el ejército surcoreano, actividades que se realizan desde hace tiempo. “Vamos a parar los juegos de guerra, algo que nos va a ahorrar una tremenda cantidad de dinero”, dijo Trump, justificando una decisión que no consultó con Seúl y que puso los pelos de punta a analistas y sus aliados en Asia.

Tampoco sabían nada los 30 mil soldados estadounidenses desplegados en la zona, quienes “no han recibido instrucciones” sobre el tema. Para defender su postura, el presidente de EU utilizó la misma retórica que hasta ahora salía de Pyongyang: que son acciones “provocadoras” que no deben continuar.

Quedan por el momento inamovibles las sanciones económicas impuestas por Washington al régimen norcoreano, única posición en la que EU se mantuvo firme.

No obstante, Trump aseguró que confía en la figura del dictador.

La agencia de noticias norcoreana KCNA informó que ambos líderes extendieron invitaciones a visitar sus países y ambos aceptaron “con la convicción de que será otra ocasión importante para mejorar las relaciones”.

Sin embargo, poco satisfechos quedaron los legisladores estadounidenses. Los demócratas criticaron un acuerdo “anémico” y “sin compromisos” que sólo sirvió para dar a Kim lo que quería. Los republicanos mostraron sus reticencias a la insinuación de una retirada de tropas de la zona.

En el ámbito internacional, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, alabó las “valientes decisiones” de los dos líderes y alertó de las “numerosas dificultades” que quedan por delante. Irán, por su parte, advirtió a Corea del Norte que Trump puede “cancelar el acuerdo antes de regresar a casa”.

El gobierno de México celebró la reunión y llamó a los dos presidentes a mantener el diálogo “con espíritu constructivo, cumplir los acuerdos alcanzados y sentar las bases para una paz duradera”. Con información de agencias

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