Le dicen el “ Big One” , un huracán feroz capaz de aniquilar el sur de la Florida, una zona densamente poblada. Es la gran pesadilla que llena de pavor a los residentes de esta región.

Y da la impresión de que Irma podría ser ese temporal épico.

La tormenta desató el pánico en esta región de 6 millones de habitantes que incluye a Miami, Fort Lauderdale y West Palm Beach, en una zona costera cuya población aumentó más de un 10% en los últimos cinco años.

Isabella Janse Van Vuuren acaba de llegar. Vino desde Sudáfrica hace dos semanas para trabajar en un yate. Ahora tiene que decidir si se queda o se va.

“Estoy aterrorizada”, confesó. “No estoy acostumbrada a estas cosas. Quisiera encontrar una cueva donde esconderme. Esto no es nada agradable”.

Para los residentes de siempre, los huracanes son algo tan común como las naranjas de la Florida y el Ratón Mickey. Todos los años, el inicio de la temporada de huracanes plantea la posibilidad de un cataclismo. Y la vida continúa.

En 1928, un huracán hizo que se desbordase el lago Okeechobee, lanzando una masa de agua que mató a unas 2.500 personas. El temporal fue incorporado a la novela de Zora Neale Hurston "Their Eyes Were Watching God" (Sus ojos miraban a Dios), de 1937.

Otra famosa tormenta que azotó los cayos de la Florida en 1935 es un componente central de la película de 1948 “Cayo Largo”, con Humphrey Bogart y Lauren Bacall.

Irma podría ser el huracán más poderoso que llega al sur de la Florida. Andrew azotó la región en agosto de 1992 y causó enormes destrozos al sur de Miami, incluidas al menos 40 muertes tan solo en el condado de Miami-Dade, según el Centro Nacional de Huracanes. En total hubo 65 muertes, contando las de Luisiana y las Bahamas.

“Fue tremendo. No teníamos idea de la fuerza que traía”, recordó Rosi Ramírez, quien era una niña cuando Andrew pasó por Homestead, donde vivía.

Ramírez se está yendo a Carolina del Sur con sus tres hijos. “No quiero que pasen por esa experiencia traumática. No pensaba en Andrew desde hacía tiempo. Pero ahora estoy reviviéndolo todo”.

La Florida no es alcanzada por un huracán fuerte desde Wilma, en el 2005. Pero si sus residentes necesitaban un recordatorio de lo que significa uno de esos temporales, solo deben mirar lo que pasó cuando Harvey azotó Houston. Jenna Wulf, nativa de la Florida y quien está en su sexto mes de embarazo, dice que los destrozos de Harvey hicieron que su familia actuase con más cautela. Compró abundante agua y está bajando las persianas contra huracanes en su casa del sector suburbano de Plantation.

“Tiene un potencial tan devastador que creo que sería tonto no tomar las medidas de estos casos”, expresó. “Estoy nerviosa porque estoy embarazada y porque ya tengo un bebé. Trato de no ver las noticias porque causan más pánico todavía”.

Andrew es considerado por muchos la peor tormenta en la historia del sur de la Florida. Pero en lo que hace a fatalidades, ni se acerca al huracán que azotó Miami en septiembre de 1926, que mató a 372 personas al golpear directamente la ciudad con una marejada de tres metros. Muchos pensaron que ya había pasado lo peor cuando el ojo de la tormenta cruzó la ciudad sin demasiadas consecuencias y fueron pillados desprevenidos por la poderosa cola del huracán, según al Servicio Nacional de Meteorología.

“Los residentes de la ciudad, que no estaban acostumbrados a los huracanes, pensaron que ya todo había pasado y salieron a la calle. La calma duró apenas 35 minutos”, dice el informe. “Es imposible describir la intensidad de la tormenta y los destrozos que causó”.

El huracán interrumpió temporalmente el rápido crecimiento de la ciudad, cuya población se había duplicado en menos de seis años para llegar a 100.000 habitantes. Hoy viven 2,7 millones de personas en el condado de Miami-Dade.

Craic Pittman, especialista en medio ambiente del diario Tampa Bay Times y autor del best seller “Oh, Florida”, afirma que el mítico Big One de 1926 fue tan solo eso, un mito. Los huracanes son una realidad en este estado y Pittman cree que incluso si llega un temporal de proporciones épicas, la gente seguirá viviendo o visitando lo que muchos consideran un paraíso.

“Somos el estado que constantemente trata de matarnos”, declaró. “Un estado con sumideros, ataques de tiburones, caimanes y relámpagos. Que es azotado por huracanes. Pero la gente sigue llegando día tras día”.

Gente como Austin Spitler, ex jugador de los Delfines de Miami que vino de Ohio hace nueve años. Asegura que las tormentas no lo asustan.

“Nunca me pasó por la cabeza” el peligro de un huracán, expresó. “Me atrajeron el sol y la arena. Su hermoso clima pesa más que los huracanes”.

Pero agregó: “Espero no tener que comerme mis palabras”.

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