Madrid.- La pandemia del no sólo está arrojando balances funestos y cimbrando la economía de muchos países, sino que también puede afectar la de las personas que tienen dificultades para gestionar la cuarentena.

La mayoría de los adultos cuentan con mecanismos de respuesta para hacer frente a situaciones adversas y contrarrestar sus efectos; sin embargo, para una parte de la ciudadanía el confinamiento se convierte en una experiencia potencialmente traumática, que en varias ocasiones llega a alterar su equilibrio sicológico.

La revista de biomedicina The Lancet resalta en uno de sus artículos que esta condición se deteriora debido al distanciamiento social y presenta manifestaciones como síntomas de estrés postraumático, confusión e irritabilidad.

El Centro Sicológico de Madrid, España, señala que la ansiedad, el miedo y la apatía se perfilan también como posibles protagonistas del aislamiento a causa de la incertidumbre que el estado de alarma genera. Estas emociones pueden provocar pensamientos catastrofistas y anticipatorios, situando a quien las padece en los peores y más improbables escenarios.

Hay personas especialmente vulnerables al encierro prolongado, como las que sufren trastornos mentales previos, aquellas que pierden sus empleos o ven peligrar sus ingresos, así como quienes se encuentran enfermas, han sufrido la pérdida de algún familiar o pasan el confinamiento en soledad.

“Hay dificultades añadidas, como la pérdida de trabajo, que vivas en un semisótano sin salida al exterior o que no tengas para comer”.

“Lo primero es tener cubiertas las necesidades básicas. A partir de ahí, hay que plantear cómo aumentar la resiliencia y evitar la enfermedad por el estrés soportado durante la pandemia”, explica a EL UNIVERSAL Alicia Álvarez, doctora en Psicología clínica y profesora universitaria.

Además, detalla, los trastornos suelen aparecer con más frecuencia a medida que se alarga el encierro.

“Los estudios indican que cuanto más [dura] el confinamiento, menos clara sea la información que nos proporcionan y mayor sea la sensación de frustración, los efectos son peores. Que la cuarentena sea más o menos larga no depende de nosotros.

“Lo que sí podemos gestionar es la frustración y el distanciamiento social que nos provoca. Una cosa es estar ais- lado y otra, incomunicado, por lo que necesitamos ciertas referencias de nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo”, abunda.

La depresión es un trastorno mental grave, al cual no se llega de un día para otro. La mayor parte de las reacciones que afloran durante el confinamiento, como estrés agudo, apatía, abulia, aumento de la irritabilidad, sensaciones de desesperanza o incremento de la ansiedad podrían ser también síntomas en la esfera ansioso-depresiva, de acuerdo con la sicóloga.

“[Esas alteraciones] son parte de un cuadro clínico de depresión, pero que éstas se acumulen y acaben formando uno de trastorno siquiátrico es otra cuestión”, precisa.

Vulnerabilidad

Hay personas más vulnerables que otras, dependiendo de sus antecedendes de salud y de protección que se tengan a nivel individual.

Las que padecen patologías o deterioro cognitivo previo tienen más dificultades para gestionar el encierro correctamente y pueden tener algún tipo de secuela. La gente mayor suele tener más afecciones, lo que incrementa los factores de riesgo.

“Cuanto más resilientes seamos, menos probabilidades habrá de enfermar (...) Tenemos que cuidarnos mucho durante este periodo de confinamiento, al tener actividad, proponer metas asumibles, reajustar nuestras expectativas y afrontar las situaciones que nos dan miedo o angustian”, recomienda la académica.

Los trastornos causados por el aislamiento pueden hacer que mucha gente que reacciona mal al estrés acabe con lo que se denomina sintomatología subclínica, que genera malestar, pero no es algo irreversible.

De acuerdo con la especialista, lo que hay que hacer es atacar esa condición directamente y mitigar el malestar para que el cerebro vaya integrando todo lo que ha ocurrido.

“Las secuelas son muy variadas. Hay quienes podrían instaurar de forma definitiva estrategias desadaptativas, como el consumo de alcohol, que contribuye a la evitación; es decir, ayuda al que lo tome a separarse de forma más efectiva de lo que está sucediendo. Cuando se vuelve algo recurrente, se puede desarrollar un trastorno de consumo de tóxicos”, advierte.

A pesar de su importancia, a las alteraciones sicológicas se les suele prestar menos atención que a otras consecuencias de la pandemia, las cuales son más evidentes.

“Cierto, somos menos visibles. En España y otros países al sicólogo no se le ve como un profesional que puede realizar una tarea preventiva. Tengo que decir que en mi caso, que trabajo en emergencias y catástrofes, justamente toda mi intervención es de tipo preventivo, para que la gente no enferme y acabe padeciendo trastornos postraumáticos”, dice la experta.

Para la doctora en Psicología clínica, lo que importa es cómo se gestiona el confinamiento, porque si las personas reajustan los horarios y sus expectativas y trabajan de una forma más adecuada a la realidad, puede incluso llegar a ser algo positivo.

“Si nuestro cerebro integra lo que está pasando y se amolda a la situación, nos adaptamos, al establecer nuevas rutinas y hábitos. Casi todo el mundo es capaz de recomponer su vida de una manera u otra.

“Los que lo hacen de manera más satisfactoria, llegan a una fase que se llama resolución de la crisis, integrando lo que ha pasado en su historia de vida y dándole un sentido. El aprendizaje sería lo ideal, aunque no es fácil ver en la crisis una oportunidad”, menciona.

Para sobrellevar la cuarentena, los especialistas recomiendan equilibrar ocio y responsabilidad, así como centrarse en las tareas que hay que realizar a corto y medio plazos, fijando rutinas y obligaciones, además de evitar el aislamiento y los pensamientos destructivos.

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