Cada Año Nuevo representa una nueva oportunidad de mejorar, de cambiar lo que no salió bien, de comenzar de nuevo.

Sin embargo, este 2023 viene arrastrando una pesada carga de corrupción, de indignación, de impunidad, de escándalos… y lo que falta.

En Estados Unidos, Donald Trump cerró el 2022 con la divulgación de sus impuestos, que revelaron lo que todo el mundo ya sabía: que ha utilizado su poder, y la ambigüedad de la ley, para no pagar impuestos en 2022. Que muchos lo hagan no significa que esté bien. Y tratándose de un millonario que además quiere volver a ser presidente, menos. En este año deberá enfrentar a la justicia no una, sino varias veces, por otros casos de fraude fiscal. Y es el que quiere ser ejemplo a seguir…

Perú inicia 2023 después de la turbulencia con la que acabó el anterior, con un presidente destituido y una presidenta que no termina de ganarse la confianza de un pueblo dividido, harto de la corrupción, de los escándalos y cambios de gobierno. Que otros países, México incluido, intervengan en defensa de quien decidió irse por la libre e intentar un golpe, no sólo no ayuda, sino que debilita la democracia y la soberanía que los líderes de esas naciones tanto –supuestamente- defienden.

Dividido empieza también el año Brasil, entre quienes están eufóricos por el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva y quienes no se conforman con la derrota de Jair Bolsonaro. La derecha se mantiene fuerte, y será la prueba de fuego para un Lula que, en el pasado, siempre se mostró como un maestro de la negociación y el diálogo.

Bolivia terminó 2022 también con protestas por la detención de un gobernador opositor, en una muestras de que las tensiones, aún derivadas de la salida del poder de un Evo Morales que sigue siendo influyente y moviendo los hilos en el país, siguen latentes.

Del otro lado del charco, la guerra en Rusia cumplirá en febrero próximo un año, aún sin visos de solución. La tragedia humanitaria continúa, mientras los líderes políticos maniobran, evalúan sus intereses, en un juego que considera todo, menos el sufrimiento de la población.

2023 será un año también de grandes retos para los países europeos, empezando por la dependencia del gas que este 2022 que acaba de expirar mostró ser tan nefasta. Al mismo tiempo, el año cerró con el gran escándalo del Qatagate que mostró que los líderes políticos europeos no son ajenos a la corrupción y que las instituciones europeas deben hacer más esfuerzos para tener liderazgos limpios, transparentes, que puedan predicar con el ejemplo.

¿Será este el año en que Naciones Unidas se renueve y fortalezca para evitar convertirse en una institución obsoleta, incapaz de hacer algo frente a los crecientes conflictos?

¿Será el año en que los países se fajarán los pantalones para actuar, en serio, para frenar el cambio climático?

¿Será un año en que los líderes políticos antepongan la sobrevivencia de la humanidad, la necesidad de igualdad, de seguridad, de bienestar de los ciudadanos a sus intereses y los de los demás poderosos?

Cada no por respuesta a estas preguntas no sólo es un retroceso, sino un paso más hacia el abismo.

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