Bruselas.— Luego de 184 semanas de actividad militar, el presidente ruso no está interesado en encontrar una salida negociada a la invasión de Ucrania.

Prueba de ello fue la lluvia de 823 misiles de crucero, proyectiles balísticos y drones kamikaze vivida en Ucrania durante la madrugada del 7 de septiembre, un nuevo récord para la fuerza aérea rusa. Días después, derribó 19 drones rusos en su espacio aéreo, en lo que calificó como “un acto de agresión que supone una amenaza para nuestros ciudadanos”. Rumania denunció la intrusión de otro dron.

La probabilidad de iniciar un proceso con probabilidades reales de un alto el fuego y la paz en Ucrania es remota, ante el retorno de Putin a la arena diplomática. Sin dar nada a cambio, de paria internacional volvió a convertirse en el invitado habitual de las naciones poderosas.

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Cuerpos de civiles muertos en un ataque aéreo ruso contra pensionados en la aldea de Yarova, el 9 de septiembre pasado. Foto: Alex Babenko / AP
Cuerpos de civiles muertos en un ataque aéreo ruso contra pensionados en la aldea de Yarova, el 9 de septiembre pasado. Foto: Alex Babenko / AP

Primero, con alfombra roja fue recibido en Alaska por el presidente estadounidense Donald Trump. Después, fue apapachado por el líder chino, Xi Jinping, quien generó las condiciones en casa para que Putin se tomara la foto estrechando además la mano del primer ministro de India, Narendra Modi y el líder supremo norcoreano Kim Jong-un. “El estado de ánimo de Putin y sus asociados sigue siendo el de alcanzar los objetivos estratégicos que él mismo se fijó en 2022. Sigue creyendo que puede lograrlo y que puede salir victorioso en su agresión a Ucrania”, dice a EL UNIVERSAL, Amanda Paul, analista del European Policy Centre.

La experta asegura que el mandatario ruso no tiene intenciones de negociar una salida pacífica y sólo está jugando una astuta partida con Trump. Esa maniobra le está permitiendo ganar tiempo, el factor clave en una guerra de desgaste.

“Putin es un antiguo agente de la KGB, sabe cómo leer a las personas, cómo manipularlas, cómo actuar con ellas. Eso es precisamente lo que está haciendo con Trump, puede leerlo perfectamente”.

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“El presidente Trump por alguna razón quiere ser amigo de Putin, a pesar de ser un bastión de la guerra y prófugo de la justicia. Putin es consciente de esto, por lo que se acerca a Trump haciendo promesas y mostrándose como un hombre de la razón. Nada de lo que dice es verdad. Pese a ello, Trump cae en la trampa porque quiere creer que Putin es su socio, no su enemigo”.

“Así que Putin es capaz de manipular y hacer que Trump se agache cuantas veces quiera, a pesar de las reiteradas advertencias de Trump de que si no deja de matar civiles ucranianos y de bombardear infraestructura, impondrá severas sanciones y exprimirá a Putin”.

La investigadora del think tank por excelencia en temas comunitarios insiste en que Trump no acompañará sus palabras con acciones, porque ha demostrado durante su segundo mandato que no cumple sus amenazas y plazos.

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“Para Putin esto significa luz verde. Entiende perfectamente que las palabras y amenazas de Trump no terminan en acciones”.

Paul sostiene que es un juego de naipes a cartas abiertas y que es favorable para Moscú en su guerra de agresión. Le permite continuar por tiempo indefinido.

“A Trump se le ha escuchado decir: ¡Basta, es suficiente! Pero Trump es un hombre muy vanidoso y no es capaz de concebir que ha sido engañado por Putin. Está empeñado en creer que puede terminar con la guerra y ser un exitoso representante. Trump admira a Putin y no ha sido capaz de entablar la relación que le gustaría tener con él”.

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En entrevista, Sven Biscop, experto del prestigioso Instituto Real de Relaciones Internacionales Egmont, señala que la maniobra de Putin tiene plazos, por lo que en algún momento deberá definirse.

Afirma que hasta la reunión celebrada el 15 de agosto en Alaska, la táctica de Putin era simplemente la de aparentar interés en negociar sobre Ucrania para preservar la amistad de Trump y ganar tiempo.

“En Alaska se llegó al punto de que Putin debe elegir, porque no puede jugar esta partida por siempre. En algún momento tendrá que decidir si negocia, lo que no necesariamente significa encontrar una solución, o no lo hace, porque piensa que está ganando en el campo de batalla.

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“La decisión estará basada en un cálculo de costo beneficio; entre sentir que está ganando en el campo de batalla y puede continuar, o las relaciones económicas prometidas por Trump lo fortalecen aún más”.

El catedrático belga sostiene que Trump supone un valioso activo, por lo que Putin no lo desaprovechará con un posicionamiento antagónico. Tampoco comparte la impresión de que Trump sólo esté lanzando palabras al aire sin consecuencias:| “Importa también la partida que está jugando Trump, quien hasta ahora ha sido sumamente paciente con Putin. ¿Llegará el momento en el que Trump diga hasta aquí y actúe contra Putin obligándolo a pactar la tregua? ¿O Trump en realidad nunca se volteará en contra de Putin? (...) No hay que descartar el escenario en el que Trump termine aburriéndose, pero tampoco el que llegue a un acuerdo comercial con Rusia con la guerra en activo. En síntesis, tanto Trump como Putin no saben a qué juega el otro”.

Trump tiene la capacidad de cambiar la situación en el terreno. Para ello, debe abandonar la política vacilante y tomar medidas militares y económicas contundentes que obliguen a Rusia a negociar.

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De acuerdo con el Atlantic Council, entre otras herramientas a disposición de Trump está el envío de armas a Ucrania para ampliar sus capacidades ofensivas, no sólo defensivas. Por ejemplo, Trump podría facilitar misiles Tomahawk, con un alcance de más de dos mil kilómetros, y persuadir a Alemania para que haga lo propio con sus proyectiles Taurus.

En el rubro económico, puede presionar imponiendo aranceles secundarios a los socios comerciales de Rusia, lo que probablemente incluiría a los dos mayores compradores de hidrocarburo ruso, China e India.

También puede mostrarle a Putin que se equivoca si piensa que puede agotar el apoyo occidental a Ucrania, transfiriendo a Kiev los casi 300 mil millones de dólares de activos estatales rusos inmovilizados principalmente en cuentas europeas.

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“La introducción rápida y sucesiva de todas o la mayoría de estas medidas, supondría un duro golpe para la confianza de Putin, que piensa que el tiempo está de su parte. Esa es la mejor oportunidad para conseguir que el presidente ruso negocie una paz duradera. Como dijo el propio Trump, no hay razón para esperar”, sostiene en un análisis John Herbst, director del Centro Eurasia del Atlantic Council y exembajador de Estados Unidos en Ucrania.

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