Tijuana, Baja California.— Durante la última semana casi 200 personas, principalmente mexicanos, llegaron desde diferentes estados a la garita peatonal El Chaparral, en Tijuana para pedir refugio o asilo a Estados Unidos; de las decenas de familias que incluso tuvieron que dormir sobre el concreto, ya no queda nadie.

Poco a poco han sido recibidos por el gobierno estadounidense para revisar sus casos y detectar si califican para recibir el beneficio de protección que les permitiría vivir de aquel lado de frontera, proceso que puede extenderse por meses.

Nicole Ramos, abogada de la organización “Al otro Lado” que en los últimos años ha acompañado a migrantes en su proceso por obtener asilo o refugio, advirtió que los juicios no son fáciles y pueden tardar meses, pues dependen del criterio de los jueces y de las aportaciones que presente cada persona.

La abogada explica que cuando una persona es recibida por el gobierno estadounidense y califica para el proceso, la segunda etapa consiste en una entrevista para evaluar el miedo que tienen los migrantes y, una vez terminada esa parte, son enviados a centros de detención a la espera de una respuesta por parte de las autoridades migratorias de la Unión Americana. Ahí, incluso tratándose de familias, son separados. “Ahora sí van a romper los espíritus de los migrantes, es un lugar frío con comida insuficiente… insuficiente leche para los niños y los servicios médicos no son buenos”, lamenta.

A las advertencias de la abogada se suma las de César Palencia, director de atención al migrante de Tijuana, quien asegura que pocas veces los mexicanos son tomados en cuenta en la solicitud de asilo, pues aunque arrastren una historia de violencia, falta de oportunidades y pobreza, el gobierno de EU no considera esa condición para darles ese beneficio.

La oleada de mexicanos que los últimos días llegó en busca de asilo no es la primera que arriba a la frontera mexicana. Según el representante legal del Jardín de las Mariposas, un espacio en el que se apoya a migrantes de la comunidad LGTBI, indica que la llegada masiva de solicitantes comenzó en 2016, con los haitianos.

Desde entonces, explica, los grupos empezaron a hacerse más grandes pues llegaron las caravanas de migrantes centroamericanos que, desplazados por la violencia de sus países, cruzaban desde Chiapas hasta Tamaulipas pero que cambiaron su ruta hacia Tijuana para evitar ser presas del crimen organizado. Los grupos de la comunidad LGBTI también han aumentado, asegura.

La situación se complica pues la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) asegura que actualmente el gobierno estadounidense no tiene capacidad para atender la cantidad de peticiones que reciben por parte de migrantes que buscan refugio o asilo.

En diciembre pasado, cuando más de 200 personas llegaron a la frontera, y en algunos casos durmieron durante más de tres días afuera del edificio en la espera de ser recibidos, la dependencia reveló que tan sólo ese año habían rechazado a 31 mil personas, y que no tenían contemplado contratar más personal para agilizar el proceso de atención.

“No podemos traer personal adicional, la CBP alcanzó su máxima capacidad. Además no podemos contar con más personal hasta que la gente que está en espera haya sido trasladada a otros lugares para que nos permitan recibir al resto que aún esperan”, señaló la institución en un comunicado.

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