Nueva York

Las elecciones de 2018 en Estados Unidos tienen ciertas reminiscencias a las de 1992. Ha pasado más de un cuarto de siglo y de nuevo las mujeres copan todas las portadas y están presentes en cada uno de los análisis políticos, con el país pendiente de si una oleada femenina, tanto en candidatas como en votos, puede ser la clave en las elecciones de medio mandato de este martes. La segunda versión del “Año de la Mujer” está lista.

La erupción de la presencia de las mujeres no se puede ceñir o simplificar a un único factor. Es cierto que la llegada de Donald Trump al poder o la explosión del movimiento #MeToo, que lanzó el feminismo a una nueva dimensión, tienen mucho que ver, especialmente en las filas demócratas. Pero los expertos se niegan a limitarlo a eso, convencidos de que se trata de algo más de raíz y de un trabajo a largo plazo.

“La infraestructura, el tiempo y el reclutamiento de mujeres para presentarse a cargos públicos es normalmente un proceso que resumirlo a un año, o incluso a un ciclo electoral, distorsiona las rutas necesarias para incrementar el número de mujeres en cargos públicos”, comenta a EL UNIVERSAL Anna Mahoney, profesora de liderazgo político de mujeres en la Tulane University.

Fuera de las etiquetas, es evidente la preponderancia de las mujeres en el actual ciclo electoral: “Es cierto que hay un número récord de mujeres, la mayoría de las cuales son demócratas, que están presentándose a cargos públicos en 2018”, afirma Rosalyn Cooperman, profesora de ciencias políticas de la University of Mary Washington, y especializada en mujeres y política.

Dejando de lado los comicios a nivel estatal y local, un total de 198 mujeres demócratas y 59 republicanas se presentan por un asiento al Congreso, ya sea en la Cámara de Representantes o el Senado. La cifra es históricamente alta, nunca antes había habido tantas buscando su lugar en Washington.

“Más mujeres se han movido de —quizás— considerar en presentarse con un pensamiento abstracto a asumir el reto bajo el pensamiento de ‘por qué no yo’. Sólo los futuros ciclos electorales determinarán si el incremento es sostenido, lo que espero que sea en ambos partidos”, apunta Cooperman.

Hay una gran diferencia entre partidos; según las expertas, un ejemplo perfecto del interés de cada uno por potenciar a las mujeres en cargos públicos: “Las mujeres republicanas carecen de la infraestructura que las mujeres demócratas tienen para lanzar y mantener campañas”, sentencia Mahoney.

Coincide en el análisis Melisa Deckman, profesora en el Washington College: “Los demócratas han puesto mucho esfuerzo en reclutar a mujeres para presentarse a cargos en los últimos años y valoran la diversidad; algo que no puede decirse del Partido Republicano”.

Salga el resultado que salga, no se llegará ni por asomo a una representación igualitaria, demostrando una vez más que los cambios y progresos llegan muy lentamente, especialmente en ámbitos tan tradicionalmente masculinos como la política, y, en Estados Unidos, casi exclusivo de los hombres blancos.

“No vamos a ver cómo los números de mujeres que son elegidas al Congreso se va a doblar este año o incluso que se llegue a la paridad”, reflexiona Deckman.

Según cálculos del Center for American Women and Politics de la Rutgers University, actualmente las mujeres, a pesar de ser la mitad de la población, ocupan 19.3% del Congreso. Si ganaran todas las elecciones que apuntan los sondeos, el porcentaje sólo llegaría a 24%.

Sea como sea, Cooperman asegura que el Congreso que salga de las midterms será más femenino que nunca. Sin embargo, “todavía tendrá que trabajar con un presidente republicano que ha demostrado, incluso con la mayoría republicana en el Congreso, ser un socio legislativo de poca confianza”.

El presidente Donald Trump es, sin duda, uno de los principales factores —si no el que más— que explicaría este fervor por calificar a 2018 como una reedición del “Año de la Mujer” de 1992, cuando se registró un número récord de mujeres que ganaron asientos en el Congreso, aprovechando el redibujo de distritos, muchas vacantes y la energía emanada de la audiencia para el Supremo de Clarence Thomas, acusado de abuso sexual, pero finalmente confirmado.

El caso fue prácticamente una copia de lo que se vivió este año con Brett Kavanaugh. Las protestas contra el polémico juez despertaron una nueva oleada de activismo. El efecto que pueda tener eso, en una sociedad especialmente activa desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, es una incógnita y, probablemente, tenga una significación residual.

Al final, como apunta Deckman, el periodo de atención de los votantes es “corto” en una sociedad que se ha acostumbrado a lidiar con una nueva crisis cada semana: “Las audiencias de Kavanaugh tienen que competir con todo tipo de asuntos que van desde la inmigración a la violencia política y racial que ahora están en los titulares”, resume.

Eso no quiere decir que haya un enorme interés —y atención de los políticos— por el comportamiento que van a tener las mujeres votantes. El voto femenino se prevé fundamental, flanqueado por unos impresionantes primeros números de intención de participación de las mujeres; especialmente aquellas residentes en suburbios y poblaciones urbanas. Su salida masiva a las urnas puede ser clave en comicios apretados.

“Históricamente, las mujeres, como votantes, han tendido a participar más que los hombres y han tendido a votar demócrata”, asegura Deckman.

Cooperman añade que, en el clima electoral actual, muchos sondeos apuntaban a un mayor interés de las progresistas que entre las conservadoras en la intención de salir a votar.

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