Roma.— El barco de la ONG alemana Lifeline, con unos 230 inmigrantes a bordo, llegó ayer al puerto maltés de La Valeta, después de permanecer seis días en el Mediterráneo central a la espera de que algún país le permitiera desembarcar a los rescatados.

La embarcación arribó al puerto de la capital de Malta y los inmigrantes, según mostraban los medios locales, se agolpaban en su cubierta, después de pasar seis días en el mar tras su rescate por la negativa inicial de Italia y Malta de acogerlos.

El primer ministro de Malta, Joseph Muscat, anunció que permitiría al barco acceder a sus puertos después de haber alcanzado un acuerdo para repartir a los refugiados entre ocho países de la Unión Europea (UE).

Los lugares finales de destino serán Malta, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Portugal, Francia, Bélgica y Holanda, dijo Muscat en rueda de prensa.

El pacto contempla que estas naciones se repartirán los refugiados a bordo del barco, pero “no serán acogidos aquellos que no cumplan los requisitos para la solicitud de asilo”.

Muscat indicó además que la nave será inmovilizada y se dará inicio a una investigación para comprobar si ha cometido irregularidades, primero en relación con la bandera holandesa que lleva y que según el gobierno holandés no tiene permiso para portar. En segundo lugar se esclarecerá si el capitán del barco actuó correctamente al dar la orden de salvar a estas personas en el mar, a pesar de que la Guardia Costera italiana les pidió no intervenir porque se iban a encargar los guardacostas libios.

El rescate se produjo el pasado 21 de junio y la embarcación ha permanecido a la espera en alta mar, a veces con duras condiciones meteorológicas, pues Malta e Italia se negaban a hacerse cargo de la situación.

El nuevo gobierno italiano, del Movimiento Cinco Estrellas y la ultraderechista Liga, rechaza acoger a los inmigrantes que sean salvados por las naves de las ONG, a las que acusa de fomentar la inmigración irregular con su presencia en aguas internacionales frente a Libia.

Italia sí permitió en la noche del pasado lunes el desembarco en el puerto siciliano de Pozzallo (sur) de los 113 inmigrantes que se encontraban a bordo del mercante danés Alexander Maersk, después de ser salvados por Lifeline.

En un momento en que la cuestión de los migrantes envenena las relaciones entre París y Roma, el presidente francés, Emmanuel Macron, parece haber contribuido al apaciguamiento de la situación al aceptar que su país acoja a una parte de los migrantes del barco de Lifeline.

Macron incluso retomó algunas de las críticas de Italia al papel de las ONG en el Mediterráneo, asegurando que Lifeline actuó “contraviniendo todas las reglas” por negarse a entregar a los migrantes a los guardacostas de Libia. “Acabamos siendo cómplices de los traficantes [...] es de un cinismo terrible”, dijo Macron.

Sin embargo la ONG rechazó estas críticas y defendió su posición.

“Hay que subrayar que la única orden que el barco se negó a obedecer fue la de entregar a esas personas a los supuestos guardacostas libios porque habría ido en contra de la Convención de Ginebra sobre los refugiados y habría sido ilegal”, dijo en un comunicado.

Según el Lifeline, obedecer a esa orden hubiera representado “una violación del principio de no devolución”.

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