Washington.— Ya no hay marcha atrás: habrá voto para el impeachment del presidente de Estados Unidos, Donald Trump: la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, instruyó ayer que se empiecen a redactar los artículos que deben iniciar el proceso de destitución.

“No tenemos otra opción”, justificó la líder demócrata; “los hechos son irrefutables: el presidente abusó de su poder para su propio beneficio a expensas de la seguridad nacional”. Pelosi descarta darle freno al proceso: al contrario, pisa el acelerador para convertir a Trump en el tercer presidente víctima del impeachment, un club al que sólo pertenecen Andrew Johnson y Bill Clinton.

Pelosi dijo dar la instrucción “con tristeza, pero con confianza y humildad”, con el “corazón lleno de amor por Estados Unidos”. Con una única frase: “Solicito al presidente [del Comité de Justicia] que proceda con los artículos del impeachment” accionó una maquinaria imparable. Fue un anuncio con ínfulas de evento para los libros de historia, en el mismo escenario en el que el 24 de septiembre informaba que se iniciaban las investigaciones hacia el juicio político. Seguramente no fue casualidad que vistiera de blanco y púrpura, colores asociados al movimiento sufragista.

Pelosi se ha transformado. La que hace unos meses tenía dudas de la necesidad del impeachment hoy es la más fiera impulsora del voto de castigo al presidente, comparándolo de forma velada con un “monarca opresor” que ha “violado seriamente” la Constitución, “puesto en riesgo la democracia” y recordando que “en Estados Unidos no hay nadie por encima de la ley”.

Trump pidió que si hay voto sea “rápido”, para que así pueda tener un “juicio justo” en el Senado. La Casa Blanca dijo que a los demócratas “debería darles vergüenza” seguir con el proceso contra un presidente que “no ha hecho más que liderar el país”.

Trump aseguró no estar “para nada” preocupado por un impeachment que es una “enorme y gorda farsa”. El equipo de Pelosi le respondió en Twitter con una imagen en blanco y negro comparándolo con el defenestrado Richard Nixon. Si la frase célebre de éste fue: “No soy un criminal”, la de Trump sería: “No he hecho nada malo”, sentencia que repite hasta la saciedad cuando se refiere a la llamada con el presidente de Ucrania que abrió la caja de Pandora e hizo estallar todo el escándalo.

Los republicanos ya están preparando sus armas de defensa, basadas casi en exclusiva en el argumento de que todo es una estratagema partidista por el odio demócrata al presidente. La acusación que enojó mucho a Pelosi. “Yo no odio a nadie”, espetó, para luego tachar al presidente de “cobarde” con la violencia de las armas, “cruel” con los migrantes, “negacionista” del cambio climático. Eso sí, “odio” no.

No se sabe todavía de qué delitos se le va a acusar. Probablemente incluirán abuso de poder y obstrucción de justicia y quizá soborno, por las presiones al presidente Volodimir Zelensky para investigar a Hunter, hijo del exvicepresidente Joe Biden, por corrupción a cambio de liberar ayuda militar. Se descarta que incluyan traición.

Tampoco queda claro el calendario: para el lunes está prevista una audiencia pública en el Comité Judicial —una presentación del informe de las conclusiones de la investigación realizada por el Comité de Inteligencia—, que está a cargo de la fase actual del proceso. No hay fecha de cuándo van a estar redactados los artículos del impeachment ni cuándo podrían ser votados en el pleno de la Cámara de Representantes: la idea es que sea antes de las fiestas navideñas.

Si fuera así, 2020 empezará directo con el juicio político en un Senado que, comandado con fuerza por una mayoría de republicana, ve ahora “inconcebible” que se sentencie con la destitución al presidente: es prácticamente imposible que 67 de los 100 senadores den la espalda a Trump.

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