Washington.— La frontera: 3 mil 145 kilómetros de línea imaginaria divisoria, separación geopolítica que deja de un lado a México y del otro a Estados Unidos. La frontera, algo tan inherentemente divisivo es a la vez un símbolo de identidad: ser parte de la frontera es un distintivo único, de una forma de vida binacional y bilingüe, de un cruce constante entre ciudades partidas en dos pero que, en realidad, son un único ente.

La frontera, del bando estadounidense, está repartida entre cuatro estados: California, Arizona, Nuevo México y Texas.

Hay nueve distritos congresionales para más de 6.8 millones de personas, que este 3 de noviembre, si todas las encuestas aciertan, tendrán en Washington representantes de un único partido: el demócrata.

Es algo que no se ve desde 2008. Había que remontarse varias décadas para ver algo parecido, y la significación que puede tener eso es, sin lugar a dudas, destacable.

“Tener una voz unida es algo muy importante”, comenta a EL UNIVERSAL el congresista demócrata Raúl Grijalva (distrito tercero de Arizona), en entrevista telefónica. “Cuando ganemos los nueve distritos este noviembre, estaremos mandando un mensaje a Washington, diciendo que el Partido Demócrata lucha por la comunidad hispana trabajando en el fortalecimiento de la clase media y expandiendo el sistema de salud asequible en Estados Unidos”, añade en un correo electrónico el también congresista demócrata Henry Cuellar (distrito 28 de Texas).

Todos los sondeos apuntan a que la frontera se pintará de azul. Siete de los nueve distritos son considerados como “sólidos demócratas”. Otro, el 23 de Texas, es bastante probable que también lo sea: la retirada de Will Hurd, hasta ahora único representante republicano de la frontera y en un distrito que ganó Hillary Clinton hace cuatro años, es un asiento libre que las encuestas dan casi seguro a la candidata demócrata.

La que lo tiene más complicado, en un empate técnico, es la congresista Xochitl Torres Small en el distrito segundo de Nuevo México. Ya en las eleciones de hace dos años sufrió para conseguir la victoria por la mínima (1.8 puntos, 3 mil 722 votos). Vuelve a enfrentarse con la misma rival, Yvette Herrell, en un distrito que ganó Trump hace cuatro años.

El dominio demócrata, partido mayoritario desde hace años, en parte es, según la republicana Irene Armendariz-Jackson, candidata por el distrito 16 de Texas, porque los conservadores “nunca han tenido un candidato fuerte”. “No hemos tenido candidatos nativos, hispanos, que tengan todas las cualidades de un demócrata”, confiesa a EL UNIVERSAL en entrevista por teléfono.

“Nunca había habido un hispano que fuera el candidato republicano en la frontera, que se pueda comunicar en español como lo hace también en inglés”, reflexiona, apostando a la política de identidad como fórmula.

Según Armendariz, hija de mexicanos, se tiene que apostar por perfiles que hagan que “lo único que nos diferencie sea el partido y, claro, la plataforma”.

Quizá tiene algo de razón Armendáriz. En las últimas elecciones para renovar la Cámara de Representantes, en 2018, los republicanos sólo presentaron dos candidatos latinos, ambos repitiendo en el intento y fracasando estrepitosamente. “Este año es diferente”, apunta la republicana.

“Vivimos en una era de identidad política, tiene mucho que ver quién es el candidato”, dice.

Este año, los republicanos presentan a cinco latinos para nueve distritos: más de la mitad. La diferencia es abismal con los demócratas: siete de los ocho actuales congresistas progresistas de la frontera son latinos y forman parte del caucus hispano, y pueden añadir una más, Gina Ortiz, si gana en el asiento abierto del distrito 23 de Texas, ahora ocupado por el republicano Hurd.

No toda la frontera es igual. “Es lo opuesto a monolítico”, dice Cuellar sobre el electorado de la región. Sin embargo, apunta Grijalva, “tienen prioridades que son casi iguales al resto del país”, con algunas diferencias.

Según la demócrata Veronica Escobar, una de las líderes del grupo de congresistas hispanos en Washington y rival de Armendariz por el asiento de Texas, “una característica compartida [por los habitantes de la frontera], es el deseo de progreso”.

En comunicación con EL UNIVERSAL, coincide con sus colegas en los temas comunes con el resto del país, pero apunta que, además, “también se preocupan profundamente del trato humano hacia los inmigrantes”.

Es ese punto, lo que como votantes los hace diferentes es que tienen muy presentes los temas que les tocan más de cerca y que, a su vez, siempre han sido objetivo de la retórica y los ataques del presidente Trump: el muro, la migración y el comercio.

Grijalva, que se enfrenta a un seguidor de las teorías de la conspiración de QAnon (“la estrategia es ignorarlo”, confiesa), asegura que predomina “la actitud contra lo que hemos visto en la frontera y tenemos que asegurar que va a haber una humanidad como tratamos con la cuestión”.

Si algo tienen en común los demócratas es su total oposición de las políticas de Trump a aquello que atañe directamente a la frontera, empezando por el muro.

“La construcción del muro fronterizo está arrasando tierras sagradas y dañando ecosistemas preciosos, además de ser un despilfarro colosal del dinero del contribuyente”, dice Ann Kirkpatrick, congresista demócrata por el segundo distrito de Arizona.

Todo lo contrario que los republicanos que se presentan ahí. “Claro que sí”, responde enérgica Armendariz a la pregunta de si apoya a Trump. La republicana, esposa de un agente de la Patrulla Fronteriza, comparte con sus compañeros de partido su cercanía a las tesis del mandatario.

Dos de los nueve conservadores que se presentan en distritos de la frontera tienen el apoyo explícito del mandatario y el resto compiten en la carrera bajo un programa casi calcado al de la Casa Blanca: proarmas, antiaborto, en favor de limitar y endurecer la migración y con un mensaje de claro enfoque religioso.

“Creo que lo que pasa es que a mucha de la gente no le gusta cómo habla”, reflexiona, culpando a los medios de comunicación de actuar en favor de los demócratas y ampliar la imagen de “racista” que se tiene de Trump. “Yo me enfoco en los resultados”, sentencia, asegurando que con él en la Casa Blanca todo ha favorecido especialmente a las minorías, incluyendo a los hispanos.

Si en algo coinciden republicanos y demócratas es que la vecindad con México influye en sus posiciones políticas, sus promesas y las propuestas por si ocupan un asiento en Washington.

“Negar relaciones con México es negar a mi familia”, dice la republicana Armendariz. “Al implementar una política, es importante que trabajemos con nuestro vecino del sur para asegurar que la región es próspera y segura”, añade el demócrata Cuellar.

“Hay una relación simbiótica entre México y las ciudades fronterizas estadounidenses, cultural y económicamente”, dice por su parte Escobar.

Kirkpatrick, la única demócrata no latina que se presenta por un distrito de la frontera, hace énfasis en la importancia de hacer políticas binacionales, especialmente en comercio. “Nuestra relación económica con México es lo que mantiene a nuestro distrito en funcionamiento”, responde a EL UNIVERSAL en un correo electrónico. “Es una relación que es de suma necesidad” que sea viable, algo que en su opinión “comprenden” todos los habitantes de su distrito.

Según la jornada electoral, la frontera, el Congreso y la Casa Blanca podrían ser demócratas. “Esa oportunidad no ocurre muchas veces, y tenemos que estar preparados”, dice Grijalva.

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