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San José.— Hija de madre tigresa… salió pintita. En los primeros dos años tras el deceso en 2013 de su progenitora Gilma Jiménez, cada segundo domingo de mayo —Día de la Madre en Colombia— es difícil para Yohana Jiménez. Aunque el dolor nunca terminará, ahora cuenta que la emoción de la fecha volvió a ser una ilusión cuando Luciana nació en 2015.
Gilma, colombiana, trabajadora social, ambientalista y senadora, murió de 57 años sin conseguir el objetivo de imponer cadena perpetua en Colombia a los asesinos y violadores sexuales de menores de edad.
Yohana, colombiana, de 44 años, mercadóloga, publicista, activista social, dirigente política y defensora de la niñez, recogió el guante que legó su incansable madre y, con apoyo de múltiples víctimas, logró la meta el 18 de junio de 2020: el Congreso de Colombia aprobó la pena perpetua para los culpables de “homicidio en modalidad dolosa, acceso carnal que implique violencia o esté en incapacidad de resistir.
“Este es el primer Día de la Madre que festejo el éxito de la batalla que mi mamá encabezó. Pasé dos días de la madre sin mi mamá y sin Luciana”, dice Yohana a este diario, al aclarar que la reforma está pendiente de ser reglamentada para entrar en vigencia. Ningún país de América Latina y el Caribe dispone de ese tipo de sanción.
Legado
“El gran legado de mi madre es la herencia más valiosa que existe en el mundo: la defensa de los seres más importantes como son nuestros niños”, insiste la activista colombiana.
Al describir a su hija, de cinco, como “la más linda del planeta Tierra y alrededores”, se remite a su madre: “Nos llevó a cruzar un camino enorme que ella construyó para llegar a ese fin, que es lograr la felicidad y el respeto pleno de los derechos de nuestros niños”.
Pese a las pugnas internacionales contra la violencia a las mujeres y, en particular a favor de las madres, el conflicto persiste, admite.
“Desafortunadamente la violencia contra las mujeres ha marcado la historia en muchas partes del mundo y eso mismo acompaña la violencia contra los niños. La violencia intrafamiliar, contra las mujeres, por supuesto que se refleja y rebota hacia nuestros niños”, subraya.
“Es atroz y sistemática”
Tras calificar la violencia directa sobre los niños como “la más grave y más demencial”, lamenta que sea un fenómeno “atroz, no para, es sistemático, año tras año y nos ha acompañado a lo largo de la historia, al menos en Colombia. Sigue cobrando la vida de los niños. Cada año enterramos más de 300 niños por esa violencia.
“La vergüenza más grande es que los verdugos son personas cercanas: padres, padrastros, abuelos, tíos, pero también madres que la ejercen o permiten que otros hagan daño a sus hijos”, reprocha Jiménez.
Y sentencia: “El legado de mi mamá es entender que los niños nos necesitan y, sin ahorrar esfuerzos, quitar de las garras de estos asquerosos hampones a nuestros niños para que nos sigan haciendo tanto daño. Eso sí es una verdadera pandemia”.
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