Hoy están convocados a votar 147 millones de ciudadanos brasileños. Este proceso ofrece muchas lecciones y abre grandes expectativas sobre el futuro de la región latinoamericana. Sobre la elección hay que considerar que dado que en Brasil el voto es obligatorio los índices de participación suelen ser altos (hasta un 80%), porque aunque las sanciones por abstención son menores, el trámite para justificar la ausencia electoral suele ser engorroso y quita más tiempo que dinero.

Otro detalle importante es que si en la primera vuelta electoral ninguno de los candidatos obtiene más de 50% de los votos, se convoca a una segunda vuelta, que dadas las tendencias electorales se prevé ocurrirá el 28 de octubre, cuando los dos punteros se presentarán a la ronda definitiva. La encuesta más reciente de Datafolha, difundida ayer, indica que a la cabeza de las preferencias está Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal, con 40% de intención de votos válidos, seguido de Fernando Haddad (25%), candidato del Partido de los Trabajadores designado por Luiz Inácio Lula da Silva, quien fue impedido de participar por estar en la cárcel en espera de que una nueva instancia judicial revise la condena de corrupción que se le imputa y que él no reconoce.

En esta elección hay un total de 13 candidatos y aunque las intenciones de voto aun para nombres muy conocidos en Brasil son especialmente bajas como Ciro Gomes (15%), Geraldo Alckmin (8%) y Marina Silva (3%) que no parecen muy competitivos, la realidad es que ante la posibilidad de una segunda vuelta, dichos candidatos representan voces que pueden sumar votos a alguno de los finalistas. Por debajo de ellos hay otras candidaturas más bien testimoniales como la de Joäo Almoêdo (3%), Alvaro Díaz (2%), Henrique Meirelles (2%), Guillherme Boulos (1%). Otros, aunque con nulas intenciones de voto son parte del escenario político como José Maria Eymael, Joäo Vicente Goulart y Veraa Lúcia. Por opciones no se pueden quejar los brasileños, aunque evidentemente no son políticamente competitivos ni tienen posibilidad alguna de alcanzar la presidencia.

Los dos casos que concentran la atención, y donde se decidirá el futuro de Brasil, son Bolsonaro (63 años), quien es un militar en reserva ubicado en la derecha de la derecha, y aunque en el espectro político brasileño hay varios candidatos de esa tendencia, lo son sobre todo en lo económico (neoliberales), mientras que Bolsonaro ha destacado porque, además de sus propuestas en lo económico, sostiene un discurso polémico, por ejemplo el buscar permitir el uso de armas a civiles. También ha hecho declaraciones lapidarias contra los derechos de las minorías sexuales y las mujeres. Ha mencionado además que militarizaría instituciones como las escuelas secundarias y en múltiples ocasiones ha hecho apología de la violencia.

Sus posturas extremas, por ejemplo celebrando la dictadura, han despertado las críticas de muchos grupos de variado perfil, aunque no deja de sorprender que cuenta con una intención de voto que se mantiene al alza. La mayor parte del electorado femenino (51% del padrón electoral de Brasil), esta en contra de Bolsonaro e incluso hay grupos que han convocado a movilizaciones globales en su contra bajo el lema/hashtag #EleNâo (Él No). Analistas consideran que tener en contra de manera masiva al electorado femenino le impediría ganar, pero también sorprende que incluso entre sectores femeninos cuenta con simpatizantes.

Haddad (55 años), militante de izquierda desde joven, es profesor universitario pero ya fue secretario de Educación cuando gobernó el PT, y fue alcalde de Sao Paulo (2013-2017), la ciudad más poblada de Brasil, donde no logró reelegirse principalmente porque se formó un bloque en su contra que criticó duramente que haya impulsado el uso de las bicicletas y buscara un cambio hacia una cultura peatonal.

No tiene denuncias de corrupción en su historial, lo que en un periodo tan fuertemente manchado por esa sombra es ya un atributo importante. Su mayor fuerza es el apoyo de Lula y al mismo tiempo, es el elemento que le genera más rechazo.

Dado el escenario tan polarizado, la elección se cerró hacia dos proyectos de país que son antagónicos. Esto lleva a que esta elección se convierta más en un plebiscito sobre la posibilidad de que el Partido de los Trabajadores regrese al poder. Este hecho explica que algunos sectores apoyen una candidatura como la de Bolsonaro, que sería impresentable en otro contexto.

Haddad, por su parte, tiene el gran dilema de apelar a las bases de izquierda pero, al mismo tiempo, ubicarse al centro para convocar a los electores que ante el horror de que la ultraderecha gobierne Brasil, podrían incluso votar por el PT. No esta fácil porque son discursos que se contraponen en temas medulares.

Profesora investigadora, Instituto Mora

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