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San José.— En más de 22 meses como presidente de Brasil, Jair Bolsonaro sembró tormentas políticas, fertilizó y fomentó tempestades de inconformidad y… cosechó derrotas electorales.
En el transcurso de una controversial gestión que inició en 2019, el ultraderechista capitán del ejército en retiro minimizó al coronavirus y los incendios en la Amazonía, protegió a su círculo íntimo de parientes y amigos de las denuncias de corrupción, defendió al régimen militar dictatorial que gobernó a Brasil de 1964 a 1985 y alteró el equilibrio político federal en su país.
“Corrosión en el lenguaje de sus puntos fuertes”, dijo la brasileña Deysi Cioccari, politóloga, comunicóloga, académica y experta en Bolsonaro, al describir a EL UNIVERSAL el desgaste del Jefe de Estado al perder los comicios regionales del domingo anterior en Brasil.
Aunque emergió como gran perdedor en 13 elecciones municipales el domingo, Bolsonaro persistió en desoír reproches y cuestionamientos a su gestión que deberá concluir el 1 de enero de 2022. Ganaron dos de los 13 aspirantes a alcaldías y concejales apoyados por el mandatario, dos pasaron a segunda ronda, el 29 de este mes, y 9 sufrieron derrotas. Los partidos de centro y centroderecha vencieron.
“Bolsonaro tendrá que pagar un precio mucho más alto [a los partidos de] centro, un grupo de parlamentarios en la política brasileña que establece el curso de las votaciones en el Congreso Nacional”, explicó Cioccari. “Bolsonaro dijo que nunca negociaría con este grupo, pero se dio cuenta de que no es factible no ser parte de este juego. El punto es que el centro no tiene ideología, votan por quién da más... Sin duda cobrarán un precio muy caro ahora por sus votos y para hacer posible lo poco que queda de la política bolsonarista. Bolsonaro minimiza todo”.
El presidente “acumuló derrotas políticas y electorales en 2020”, recordó el brasileño Edson Sardinha, editor en jefe de Congresso em Foco, medio digital de comunicación y análisis político de Brasilia.
“Bolsonaro se enfrentó” a la “postura más combativa” de los gobernadores ante el Covid-19 y “criticó el cierre del comercio, alegando que la crisis económica sería peor que la sanitaria” y, en medio de la emergencia, el Ministerio de Salud “fue tomado por los militares”, describió Sardinha a este diario.
“El gobierno ha puesto en marcha medidas compensatorias para empresas y trabajadores. El efecto inmediato de estas medidas aumentó su popularidad, que había ido reduciendo con cada encuesta. Pero el gobierno es reacio a mantener estos beneficios para 2021, lo que ya proyecta un empeoramiento en su popularidad”, alertó.
Cuando la Amazonia empezó a ser devorada por los incendios, en agosto de 2019, Bolsonaro se mostró despectivo ante la inquietud mundial por el avance de las llamas y rechazó ofertas de Europa y EU de ayuda millonaria para atacar el fuego. El gobernante se guía por “una narrativa muy subjetiva”, dijo Cioccari.
Al enfrentarse al virus, Bolsonaro lo minimizó, rechazó pedir aislamiento social y convocó a aglomeraciones. “La llamó pequeña gripe. Brasil acumula hoy más de 166 mil muertes por [esa causa]. En ningún momento [Bolsonaro] simpatizó con las víctimas y sus familias. La semana pasada dijo que era necesario dejar de hablar de la pandemia y que Brasil tiene que dejar de ser un país de maricas”, detalló Sardinha.
Bolsonaro “ha perdido cada vez más apoyo de los militares”, con unos generales “consternados” que le reclamaron “tras bambalinas su conducta, en particular sus ataques a la democracia”, relató. El presidente ratificó su militarismo ultraderechista, como defensor del movimiento castrense que ejecutó un golpe de Estado en 1964 e instauró una dictadura que gobernó hasta 1985.
Bolsonaro, de 65 años, navega en una borrasca: la CEPAL previó que la economía de Brasil caerá o sufrirá una contracción de 9.2% en 2020, por factores como el virus. Pese al viento en su contra, tampoco dudó de su objetivo: reelegirse en 2021.
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