Zacatecas.— Caleb tenía dos años de edad. Acompañado de su abuelita fue a llevarle una ofrenda de flores a la Virgen María, en el Santuario de Guadalupe, en el municipio de Fresnillo. El menor se había parado de su banca y se dirigía al altar para colocar su ofrenda, cuando una bala le atravesó la cabeza y le quitó la vida.

Este crimen ha consternado al estado. “Es la prueba más clara de la pérdida de valores y de todo respeto humano, donde la vida pareciera que ya no vale nada”, expresó monseñor Antonio Soto, rector del Santuario del Santo Niño de Atocha.

Testigos del ataque consideraron que el menor, “tal vez por su edad y su inocencia”, no pudo reaccionar como el resto de los feligreses, decenas de mujeres y niños que estaban en el recinto y se tiraron al piso al escuchar los disparos.

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Afuera, en ese momento, sicarios perseguían a un hombre, quien intentó refugiarse en la iglesia, pero los pistoleros abrieron fuego desde la banqueta hacia el templo.

De acuerdo con relatos de testigos —quienes pidieron el anonimato por motivos de seguridad— el hombre cayó herido en el atrio, pero hubo muchas balas perdidas y una alcanzó al pequeño Caleb.

El pánico se apoderó de los feligreses, muchos no paraban de gritar, otros querían cerrar las puertas porque creían que los sicarios iban a entrar. Cuando pararon los disparos y los asesinos huyeron en una motocicleta, alguien en el interior del santuario gritó: “Hay un niño herido”.

“Tenía su cabecita destrozada, pero aún respiraba. Mucha gente empezamos a pedir al 911 una ambulancia, desesperados para que atendieran al niño. No tanto para el hombre herido.

“Primero llegaron los policías, que comenzaron a acordonar el lugar; en cambio, la ambulancia tardó como media hora, pese a que cerca está una unidad de la Cruz Roja. Su abuelita [de Caleb] quedó en shock al ver a su nieto desangrarse”, contaron testigos.

Los entrevistados mencionaron que era desgarrador ver esa escena, más aun, cuando tuvieron que ser desalojados y llegó la madre del pequeño, que suplicaba a los agentes que la dejaran entrar para ver a su hijo.

“Nos dolía ver a la mamá devastada, pero quizá los policías ya se volvieron fríos por atender tanto hecho de violencia. Entendemos que hacían su trabajo, pero aquí faltó sensibilidad. A la mamá sólo decían que dejara de llorar y que esperara a que la policía terminara de realizar los protocolos. A los demás nos dijeron que en lugar de estar de metiches en la calle, nos metiéramos a nuestras casas”.

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Este crimen es una profanación

En entrevista con EL UNIVERSAL, monseñor Antonio Soto, rector del Santuario del Santo Niño de Atocha en Plateros, dijo que este hecho ha consternado a toda la población.

Explicó que con este crimen se cometió un acto de profanación y en estos casos, el santuario se debe cerrar para ser consagrado, pero el obispo determinará cómo realizarlo, ya que se trató de un acto en el que se derramó sangre de un ser inocente.

“Es tan lamentable que ya no se respete un lugar de culto que representa la paz y encuentro con Dios, donde más se debe apreciar la vida... Ocurre la inmolación de un niño inocente, fruto de la violencia indiscriminada que ha llegado a sus máximos límites. Es la prueba más clara de la pérdida de valores y de todo respeto humano, donde la vida pareciera que ya no vale nada”, expresó monseñor.

Señaló que existe la posibilidad de que los templos del decanato de Fresnillo consideren aplicar medidas de seguridad en los actos religiosos.

Mientras las autoridades prometían investigar y dar con los responsables, Caleb era despedido por su familia en la comunidad de San José Sosa.

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