La vida para parece un ring de box en donde cada asalto representa una oportunidad para reafirmar su presencia, ya sea para bien o para mal.

El actor y conductor no esquiva conflictos, los enfrenta. Y lo hace con una confianza que roza la arrogancia, algo que, por algún motivo, fascina a todos en términos mediáticos.

Sacarlo de personaje no es algo sencillo. Sus declaraciones a menudo son un campo minado en el que se sabe mover, siempre listo para explotar a la menor provocación.

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“Un hater no es más que alguien que siempre quiso ser como yo y nunca lo logrará. Así es como lo veo yo, venga de quien venga”, asegura en entrevista con .

Adame comparte detalles sobre su vida poco antes de quedar completamente incomunicado por su participación en la cuarta temporada de La casa de los famosos, de Telemundo.

¿Por qué es tan polémico?

Porque el éxito envenena, la frustración, la amargura, los complejos y la envidia tienen el sueño muy ligero, y yo despierto muchas envidias, muchas pasiones negativas por parte de quien quiere competir conmigo.

¿Cómo definiría a Alfredo Adame?

Un hombre decente, educado, trabajador, con valores, con principios, con escrúpulos, que fue el mejor esposo, el mejor proveedor, el mejor padre, un hombre auténtico. Yo no me ando por las ramas, ni le ando dando capotazos, no tengo compromisos con nadie, no tengo pretensiones para beneficiarme económicamente, en imagen o en cualquier sentido.

¿Cómo se logra eso?

Debes entender que uno no tiene por qué andarle cargando la mochila a nadie, a veces te pasas toda una vida aguantando a la misma persona tóxica que te hace daño, que te hace hacer cosas que tu naturaleza no te permitiría de ninguna manera. Entonces, si tu esposa o tu esposo son tóxicos, y ya, desapégate. Yo tomé esta decisión a los 60 años, tengo 65 ahorita, en el momento en que tomé esa decisión me dediqué a ser un hombre feliz, cosa que no era antes.

¿Y qué pasa con la imagen ante a los demás?

No hay que hacer nada para cuidar mi imagen. Yo veo mi imagen prístina, lo que pasa es que a mí me tiras de golpe y sí te lo regreso; me insultas, y me ofendes, y te lo regreso. No tengo por qué andar cuidando mi imagen, ni tengo por qué andar dando impresiones de pureza o de que soy el santo, yo siempre soy un ser humano como cualquier otro que respondo cuando tengo que responder. Es no dejarse.

¿Qué cambió en su vida que antes era el galán de televisión y ahora una persona tan mediática?

Es parte del show, en nada cambió porque las señoras me siguen diciendo que les gusto mucho. Voy a un centro comercial y me dicen: “Ay Adame, qué guapo estás”.

Toda la vida me lo han dicho y no es que sea vanidoso, frívolo, ni banal, yo veo las cosas como son.

¿Cómo fue construyendo ese carácter, digamos, fuerte?

Me lo construyó mi papá. Él me templó el carácter desde niño, un día me dijo: “nunca le tengas miedo a nada, ni a nadie; debes entender que los logros, el éxito, envenena; la frustración, la amargura, los complejos y la envidia tienen el sueño muy ligero y ten cuidado…. Yo desde niño era exitoso y entendí generaba muchas envidias.

¿Le da la vuelta a la envidia?

La envidia es el mejor de los aplausos y eso me ha pasado toda la vida. Y ante eso, mi papá me templó el carácter, era un hombre muy sabio, culto en la vertical, no fumaba, no tomaba, era un hombre extremadamente guapo y, bueno, pues era un triunfador. Tampoco necesitaba andar demostrando nada.

¿Recuerda su primera pelea?

No, bueno, tuve 50 mil peleas, ya en cuarto de primaria… yo era alto y fui nadador. Entonces los cuates del sexto año trataban de agandallarme y pues les ponía unas madrizas.

Tuve un muy desafortunado capítulo en mi vida: maté a un cuate de un golpe, lo mismo que le pasó a Pablo Lyle (actor sentenciado en EU por matar a una persona de un golpe).

Un día fui a una fiesta a una colonia de gente muy rica y pues era yo un tipo muy bien parecido y me pidieron mi teléfono, entonces al salir me dijeron “ahí viene el novio”. Y se me dejó venir con la guardia totalmente abierta y, pues, le tiré un golpe recto directo a la barbilla.

Tiempo después me dijeron: “se murió el cuate al que le pegaste”. Resultó que era el hijo de un abogado, gángster, de un abogánster.

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¿No tuvo problemas legales?

No, eh, no denunciaron, no hicieron nada, y bueno, prácticamente fue en defensa propia.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Como un hombre de bien, decente, educado, trabajador, con valores, con principios, que vino a esta vida a hacer el bien. Y que también, pues, les puso sus cachetadas a toda esa bola de trepadores, nacos, gente mediocre y tal. Toda esa gente, que no sirve para nada más que para andar jodiendo.

Yo contrasto justo con esa gente inepta, inculta, sin preparación, sin ángel, sin carisma, sin absolutamente nada, que abunda ahora en la televisión y en todos lados.

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