Han pasado tres décadas desde que Kevin McCallister se apoderó de las navidades de todo el mundo con "", película considerada un clásico de la temporada decembrina, razón por la que pensar en una nueva entrega podría considerarse un suicidio comercial, pero para los protagonistas de "Mi dulce y pobre angelito", la nueva entrega de esta franquicia, sólo la toma de eje para narrar las acciones que tantos buenos como malos pueden tomar.

“Este filme muestra que nuestros personajes, que en apariencia son los malos, en realidad tienen una motivación más profunda porque ellos no son malos, no son los villanos, simplemente están tomando malas decisiones”, dijo Ellie Kemper, quien en México saltó a la fama por su protagónico en Unbreakable Kimmy Schmidt.

Todo cambia cuando los McKenzie se dan cuenta, gracias a un artículo, de que poseen una reliquia invaluable que podría traerles una gran cantidad de dinero, pero cuando creen que sus oraciones han sido respondidas, el texto desaparece durante una recepción de puertas abiertas, por lo que los esposos culpan a Max Mercer (Archie Yates), su vecino de 10 años.

“En un acto de enojo deciden ir a recuperarlo metiéndose a su casa, aunque saben que no es correcto, pero motivados por el miedo, la angustia y la desesperación. ¿Podríamos culparlos? Ahí es donde la película demuestra que nadie somos tan buenos o tan malos”, dijo Delaney.

Mi pobre angelito no es tan angelito en la nueva cinta
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En piel de los antagonistas

Ellie Kemper y Rob Delaney secundaron a Yates al mencionar que, aunque no querían repetir la fórmula de lo creado por el director Chris Columbus en los 90, hacer algo nuevo pero siguiendo la misma premisa no fue sencillo.

Mi pobre angelito no es tan angelito en la nueva cinta
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Si bien en la primera versión los ladrones son malos y sin motivos fuertes para asaltar, aquí los personajes de Kemper y Delaney cobraron mayor fuerza en pantalla.

“Emprender el viaje con ellos mientras justifican su camino para irrumpir en la casa del niño fue su enfoque, que apoyáramos tanto a los padres como al niño fue un acto de equilibrio complicado”, dijo Kemper.

Los 90

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