De no ser por el agresivo sonido de la batería y los riffs punzantes que caracterizan a la música de Epica , la voz de su vocalista, Simone Simons, bien podría ser la de una intérprete de ópera o música de cámara.

Desde los primeros sonidos de la banda neerlandesa y gracias a los violines electrónicos que emanaban del teclado, la intensidad del metal se mezcló con un carácter portentoso, como si se tratara de la Edad Media.

Las cabelleras de los dos guitarristas, Mark Jansen e Isaac Delahaye se movieron todo el concierto de un lado a otro de la tarima del escenario Hell Stage , al tiempo que los miles de seguidores que se dieron cita para ver a Epica respondieron de la misma forma, con movimientos intensos de cabeza.

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El fuego que emanaba de la base del escenario calentaba, aunque fuese unos segundos, el frío que comenzaba a sentirse en las orillas de la fría ciudad de Toluca y para entrar todavía más en calor, el baile llegó cuando la música aceleró a los asistentes, que se empujaban unos a otros al ritmo del metal.

Cuando la intensidad disminuía, cada persona bailó libremente sin tocar a nadie en el espacio que se hizo en medio de la multitud.

Epica y Till Lindemann retumban el primer día del Hell and Heaven
Epica y Till Lindemann retumban el primer día del Hell and Heaven

Foto: Carlos Mejía/ El Universal

Luego de una hora de concierto, el grupo se despidió del Hell Stage para dar paso en el escenario subsecuente, el Heaven Stage , a uno de los artistas más esperados de la noche: Till Lindemann , quien esta vez llegó sin la compañía de su banda Rammstein para encender nuevamente las emociones en México, tal y como lo hiciera con su grupo hace apenas dos meses en el Foro Sol.

El cantante alemán salió a la tarima junto a sus músicos, provocando que todos corrieran unos metros a su derecha para disfrutar del show, en el que lució un atuendo totalmente rojo.

"Buenas tardes, cabrones", saludó Lindeman al público y al final de la primera canción su baterista lanzó sus dos baquetas.

Con movimientos sexuales, Lindemann tomó un atril para micrófono que fue empujando al suelo hasta destrozarlo por completo para después lanzarlo a sus espaldas. Con el micrófono en la mano finalizó el tema, pero tuvieron que traerle uno nuevo, pues terminó también por azotarlo al piso.

Videos que mostraban a gente consumiendo estupefacientes, a Lindemann vomitando o rostros con filtros perturbadores acompañaron la tónica del concierto, así como bailes sensuales de la bajista o la tecladista, que lucieron faldas cortas y rojas en armonía con Lindemann.

La destrucción arriba del escenario continuó hasta el final de la presentación de Lindemann: guitarras acústicas volaron, el baterista se deshizo continuamente de sus banquetas y Till se deshizo de su abrigo y también del peinado que portaba al inicio, de tanto mover la cabeza.

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rcr

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