Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un líder fuerte dentro y fuera de su partido, a tal grado que fue candidato único para presidir dicho organismo y prácticamente lo eligieron por aclamación para dirigir a Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). AMLO es el único político aspirante a la Presidencia que dos veces seguidas ha obtenido una votación alta, en 2006 se quedó a medio punto porcentual del triunfo y en 2012 a 6.7%. En 2018 podría ir por su tercer intento para llegar a Los Pinos, como lo hicieron Lula y Allende.

En las pasadas elecciones Morena se estrenó y obtuvo buenos resultados locales en el Distrito Federal, pero en el resto del país no tuvo una votación alta, se ubicó en el cuarto lugar con un 8.3% y sacó un poco más de tres millones de votos. ¿Qué significan estos números? Que la elección de 2015 fue intermedia, una operación de maquinarias, por eso no se puede extrapolar a una elección presidencial; un dato interesante es que Morena quedó sólo 2.5% debajo del PRD, y eso muestra los efectos de la ruptura.

Resulta raro escuchar una opinión mesurada sobre AMLO, en general hay una parte del país que lo descalifica de forma rotunda y con frecuencia lo insultan; pero también está la otra cara de la moneda, que le tiene un enorme aprecio y respeto. Sin duda, un político muy polémico. Pero llama la atención la capacidad que ha tenido para mantenerse en el escenario público en una posición relevante. Para ponderar el peso de AMLO hay que entender que, hoy por hoy, es uno de los candidatos más fuertes para 2018. ¿Será, como dice él, “la tercera es la vencida”? En encuestas relativamente recientes, AMLO puntea. En la medición de Reforma (2/VIII/2015) estaba muy arriba de sus posibles competidores y en la de EL UNIVERSAL (8/IX/2015) ganaba en 7 de los 9 careos de candidatos. Quizá esos números, muy anticipados, tengan mucho que ver con las críticas de sus adversarios.

A AMLO se le descalifica cotidianamente de ser un peligro para el país, como lo inventaron los panistas en 2006; de ser un populista, como la campaña reciente de Peña Nieto; de ser muy conservador y limitado, incluso algunos dudan que sea realmente de izquierda. Se le dice que es la cara del viejo PRI, del nacionalismo revolucionario. Con frecuencia se le señala como un terco que no aprende de sus errores y que está obsesionado con la Presidencia. Todas estas críticas se pueden discutir ampliamente, sin embargo, cuando se revisan los 10 puntos programáticos que animan a Morena, se puede ver una orientación de izquierda, con acentos progresistas y en sintonía con las problemáticas más relevantes del país: lucha contra la corrupción, contra el autoritarismo, contra la privatización, por una defensa de los derechos, por un país pluricultural, democratización de los medios, contra la violencia, contra la desigualdad, contra la depredación del medio ambiente y por un nuevo modelo económico. A primera vista no se ve que sea nada peligroso, tampoco propiamente populista, y está lejos de ser conservador. Tampoco es revolucionario. Sí enfatiza dos cosas importantes, terminar con los privilegios (fiscales y económicos) e impulsar el mercado interno, es decir, un cambio en la orientación del capitalismo de cuates y privilegios que abundan en México.

Con AMLO al frente de Morena, habrá un dirigente fuerte y mucho más conocido que el resto de los líderes de los otros partidos, sólo hay que buscar en Google para comprobar el número de referencias de cada uno. Al final de cuentas, tal vez lo que a AMLO le da legitimidad —frente al escenario de mediocridad y decadencia política que vivimos— es que se trata de un caso raro que representa una oposición real y tiene un proyecto alternativo…

Investigador del CIESAS.

@AzizNassif

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