Esta es una historia de economistas que han acompañado a México desde cargos delicados, en etapas difíciles, y que entienden que cada estadística puede exhibir o maquillar la miseria de millones.

Tras una sólida trayectoria de 15 años en el Inegi, que dirigió durante más de un lustro, Eduardo Sojo —uno de los personajes clave de la transición política en el país— ha sostenido una ronda de reuniones de despedida del cargo que entregará el último día del año. Pero en su discreto mensaje del adiós decidió dejar una inquietud en sus interlocutores: los hoyos negros de cómo cuenta el país sus avances y sus rezagos.

Con elegancia, a querer o no, el guanajuatense que trascendió dos sexenios dibuja en sus charlas el bache en el que pueden tropezarse las ambiciones presidenciales de José Antonio Meade, otro hombre de dos tiempos, actual secretario de Desarrollo Social y centro de una intensa promoción que busca dibujarlo como aspirante viable a suceder al presidente Peña Nieto en 2018.

Sojo ha compartido en sus charlas ante expertos que existen crecientes evidencias de que la falta de equidad económica en México es mucho más grave de lo que hasta ahora se ha estimado. En pocas palabras, que la pobreza y el hambre son más extendidas de lo que se supone, y que la riqueza se halla más concentrada en pocas manos de lo que se acepta en los reportes oficiales.

El presidente saliente del Inegi ha citado informes de especialistas del sector que alertan sobre profundas discrepancias entre las encuestas gubernamentales de ingresos en los hogares y el sistema de cuentas nacionales, lo que repercute en la definición de índices como el Gini, una compleja suma de indicadores que determina en qué medida es inequitativa una sociedad.

La voz de Sojo Aldape en estos espacios es interpretada también como una señal de que la autonomía del Inegi, que aún no cumple una década de vigencia, está apenas en proceso de consolidación. Fuentes del sector dan cuenta de presiones surgidas desde la Secretaría de Hacienda y otros ámbitos para modificar, frenar o posponer, con harta frecuencia, la presentación de las radiografías del organismo sobre lo que somos y no somos en México.

Para José Antonio Meade (DF, 1969), el desafío supone una aduana contra la que ya se estrelló su antecesora, Rosario Robles, quien concibió el combate a la pobreza e incluso al hambre como un tema asistencialista, de activismo voluntarioso y promoción personal. Luego de tres años de esa visión, las cifras arrojan que en México hay cada vez más pobres. Pero resultaría dramático y vergonzoso que, además, la nuestra sea también una nación cada vez más injusta y desigual, con ricos más ricos y pobres más miserables que nunca.

Meade Kuribreña es otro de los hombres que acompañaron la alternancia política. El único integrante del equipo del ex presidente panista Felipe Calderón que permaneció en el gabinete al regreso del PRI en Los Pinos.

Singularmente, ostenta una meritoria trayectoria caracterizada por golpes de timón en políticas públicas en materias tan disímiles como la quiebra del sistema bancario (al frente del IPAB), los estímulos al campo (transformó a Banrural en Financiera Rural, en 2002), energética y fiscal (en un solo año encabezó Energía y Hacienda), e incluso en la diplomacia (Cancillería, que reorientó entre diciembre de 2012 y agosto pasado).

Economista por el ITAM, abogado por la UNAM, con un doctorado en Economía por Yale —la rígida casa de estudios que también formó a Ernesto Zedillo—, la cercanía de Meade con personajes como el poderoso secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y con el recién ratificado gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, transmite una señal: el exclusivo mundo de la casta financiera burocrática lo presenta como su abanderado para conducir al país si la causa del propio Videgaray sigue agotándose a golpe de polémicas, estancamiento económico y débil creación de empleos.

Meade luce en este momento al centro de un dilema: sacude la política de combate a la marginación echando mano de las cartas credenciales acumuladas en su desempeño público, y con ello crea méritos reales en este campo, o cede a la tentación de entregarse a una marcha de reparto de programas asistenciales, pactando a la sombra apoyos y complicidades.

Nieto de escultor, es deseable que Meade sepa la diferencia entre los materiales con los que se esculpe para el futuro y el barro que se desmorona al primer impacto.

APUNTES: Claudia Pavlovich, flamante gobernadora priísta de Sonora, acumula ya meses de vueltas en círculo en torno a la corrupción de su antecesor, el panista Guillermo Padrés, al que prometió castigar. Hasta los niños de brazos en el estado saben de imputaciones contra el cuñado del ex mandatario, José Arturo Dagnino, como operador de los negocios sucios de la familia. La señora Pavlovich avaló un allanamiento al domicilio de este personaje, donde fue encontrada… una pistola. En el ámbito federal empiezan a exasperarse por la incompetencia de la nueva administración estatal.

rockroberto@gmail.com

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