Han pasado casi nueve años del secuestro y asesinato de mi hija, un acontecimiento que no le deseo ni a mi peor enemigo, es más, ni siquiera a los desgraciados que me arrebataron a Silvia, uno de los seres que más amo.

Todos, absolutamente, todos los días recuerdo con gran tristeza ese momento. Es un suplicio con el que tenemos que vivir el resto de nuestra vida aquellas personas que hemos sido víctimas de un situación tan grave, ya sea directa o indirectamente.

El Tercer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito amparó y después liberó a Isidro Solís Medina, implicado en el caso de mi hija. La justificación fue que, una víctima de otro secuestro del que Solís Medina estaba acusado, lo reconoció a través de la Cámara de Gesell sin la presencia de su abogado.

Este señor, que pertenece a la banda de “Los Rojos”, había sido sentenciado a 34 años de prisión, pero debido a un amparo, se reinició el caso y se decidió que el maldito “debido proceso” le dio la razón y el magistrado federal José Merced Pérez Rodríguez lo dejó libre por falta de pruebas. Nunca se me notificó de la liberación de Solís Medina y Juan, el otro secuestrado que afortunadamente no fue asesinado, se enteró que su plagiario estaba libre porque se lo encontró en la calle. Se imaginan la impresión, la impotencia y, seguramente, el miedo que debió haber sentido.

Estoy muy preocupado por la libertad que jueces y la Suprema Corte de Justicia de la Nación están otorgando a procesados y sentenciados, con criterios en los que no piensan en las víctimas, perdiendo el objetivo principal que hasta donde la lógica me dice, es impartir justicia.

Manifiesto mi inconformidad a nombre de Silvita, de mi familia y de todas aquellas personas que han sido víctimas de secuestro y que no tienen la oportunidad de manifestarse mediáticamente. Les digo a nuestras autoridades que estamos hartas del maldito “debido proceso” porque pareciera que siempre está a favor de los victimarios, incluso cuando las evidencias son claras. En el caso de mi hija, después de nueve años, ninguno de los delincuentes que la asesinaron ha sido consignado aun cuando no hay duda de que son culpables. ¿Qué va a pasar? ¿Algún día me los voy a encontrar caminando en la calle tan campantes? O lo que es peor ¿Haciéndole daño a más personas?

No quiero pensar mal y, tal vez, la impotencia e indignación que me invade al haber sufrido una desgracia de esta magnitud me hace decir cosas que resultan una ofensivas para muchos, pero para mí es incomprensible que una banda como la de “Los Rojos” siga disfrutando de tantos privilegios por parte de nuestras autoridades.

Agradezco a la señora Isabel Miranda de Wallace por su ayuda durante estos años, a todos aquellos que asistieron a la conferencia de prensa que realizamos, de igual manera a quienes dedicaron su valioso tiempo para entrevistarme, a la gente que ha mostrado su apoyo de diversas maneras a toda mi familia y a este espacio de El Universal que, incondicionalmente, me permite levantar la voz. Espero seguir contando con su ayuda en esta lucha que continuar realizando porque no quiero irme de este mundo sin que estos desgraciados reciban el castigo que se merecen por lo que hicieron.

Inicié este texto deseando que nadie viva una desgracia como la mía, y hago énfasis en eso, pero sí quisiera que nuestros legisladores se pusieran en los zapatos de las víctimas. Tal vez así, algún día, tendremos una ley más justa. No he dejado de creer que eso pasará en algún momento.

Profesor.prensa@anv.com.mx.

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