Carlos Slim sorprendió el viernes pasado con una inusual, y muy concurrida, conferencia de prensa para hablar de la relación México-Estados Unidos y de las acciones que Donald Trump está tomando a escasos días de asumir la presidencia del país más poderoso del mundo. Durante una hora y media, el hombre más rico de México, a quien los millennials quisieran ver como presidente, planteó escenarios para el país, llamó a la unidad, respondió preguntas de los medios, pero sobre todo guardó las formas y halagó a Trump: “Es un gran negociador”, soltó cinco veces ante medios de todo el mundo; “es un hombre inteligente y con sentido común”, remarcó en otras dos ocasiones. “Deberían leer su libro”, repetía.

La retórica de Slim no llamaría la atención si el magnate mexicano, considerado el sexto hombre más rico del mundo, no tuviera tantos intereses en Estados Unidos. En diciembre pasado, cuando el empresario mexicano voló a Florida para cenar con Trump en su lujosa finca Mar-a-Lago, escribí que el trasfondo de la reunión era simplemente un acercamiento de negocios, aunque en un contexto de camaradería: un encuentro “cordial”, describió el propio Slim el viernes. En su momento trascendió que el magnate pudo haber sido una suerte de emisario del gobierno mexicano, pero fuentes del gabinete presidencial aseguran que no se enteraron de la visita hasta que el equipo de Trump la filtró a los medios, sorprendiendo al propio Slim y a sus acompañantes, quienes no tenían intención de hacer público el encuentro.

La relación de Slim con Estados Unidos pasa por tener el control del operador móvil virtual más grande del país (TracFone), ser el mayor accionista individual del New York Times, poseer dos inmuebles en Nueva York (uno de ellos a sólo 2.5 kilómetros de la Trump Tower de la Quinta Avenida), ser socio de Larry King en la plataforma de video Ora.tv, lanzar un canal de televisión (Nueva Visión) y el más controvertido de todos: la construcción de dos gasoductos transfronterizos que llevó a cabo su empresa Grupo Carso de la mano Energy Transfer Partners, firma de la que Trump fue socio al menos hasta marzo pasado, según reveló Bloomberg.

De los 50.7 mil millones de dólares que se estima posee Slim, entre 12% y 15% tienen que ver directamente con sus negocios e inversiones financieras en Estados Unidos. Hablamos de casi 7 mil millones de dólares, suficientes para que el empresario, se aproxime con cuidado a Trump para conocer sus intenciones y luego, en un ejercicio de reflexión, ante decenas de medios de comunicación, hable de las oportunidades que representa su administración.

Carlos Slim está en todo su derecho de hablar bien de Donald Trump; de querer cuidar sus negocios en Estados Unidos (a los cuales no piensa renunciar, según señaló en la conferencia del viernes; al contrario, está aumentándolos con el lanzamiento de su nuevo canal de TV); y hasta de dar recomendaciones como las de enfocarnos plenamente al desarrollo del mercado interno (aunque no anunció nuevas inversiones en México; más bien dijo que las está reduciendo en su negocio de telecomunicaciones por las regulaciones de la autoridad). Incluso, Slim, quien es un verdadero negotiator, aprovechó los reflectores para mandarle algunos mensajes al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), quien por un lado le aplica las regulaciones asimétricas por ser preponderante, pero no le da acceso a la televisión. También le hizo a un llamado al Banco de México, para que vire hacia una política monetaria que impulse el empleo y las inversiones… y que mantenga un tipo de cambio estable.

Así, por un lado ofrece apoyo, manda mensajes de unidad y da alternativas para enfrentar las políticas de Trump, y por otro critica y pide al gobierno voltee a ver lo que sucede con su mayor empresa: América Móvil y sus regulaciones en México.

Lo cierto es que los mexicanos esperaban un discurso más aguerrido del “Ingeniero” en contra del personaje que tiene aterrorizados a millones de mexicanos, que se ha burlado del gobierno del presidente Peña y que ha sido repudiado lo mismo por líderes mundiales que jefes de Estado, deportistas, artistas, empresarios e intelectuales.

El prestigioso sicoterapeuta John D. Gartner, lo diagnosticó con el síndrome del “narcisismo maligno”, cuyas características son un comportamiento antisocial, sadismo, agresividad, paranoia, grandiosidad, manipulación, egocentrismo y otros. No se le ve como el gran estadista, o siquiera un gran negociador.

Pemex-Odebrecht. La presión internacional que implica que al menos ocho de los 12 países involucrados en los escándalos de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht ya tengan a ex funcionarios vinculados a proceso o bajo investigación, orillaron a la Secretaría de la Función Pública, encabezada por Arely Gómez, a acelerar las pesquisas en torno a este caso, considerado prioritario. En Pemex, de José Antonio González, también le metieron el acelerador. La noticia es que este tema podría desatar otros escándalos de la administración de Emilio Lozoya.

@MarioMal

mario.maldonado.padilla@gmail.com

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