A partir de 1996, los desarrolladores construyeron en la ciudad de México casi 20 mil viviendas por año. Pero a partir de 2010, la producción decayó. Y lo hizo de manera dramática: este año se espera la construcción de sólo 8 mil viviendas. La demanda, según datos de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), será sin embargo de 60 mil.

Quienes no encuentren casa tendrán que hacer lo mismo que han hecho millones de personas. Vivir en hacinamiento o mudarse a la periferia; someterse a agotadores trayectos que le roban a la vida hasta cinco horas diarias. Continuar poblando esos cerros de concreto que hacen tan opresivo el paisaje suburbano.

Resulta significativo este dato: el número de habitantes del Distrito Federal permanece estable desde 1980: 8.89 millones de habitantes. La población de la Zona Metropolitana del Valle de México ha aumentado, en cambio, 46 por ciento. La ciudad creció brutalmente hacia las afueras. Esto creó una población flotante de seis millones de personas que cada mañana vuelven a ella para asistir al trabajo o la escuela.

No hay dónde vivir. Debido a la disminución de la oferta, los precios de inmuebles han aumentado 35 por ciento en vivienda nueva, y 20 por ciento en usada, según la SHF. El Infonavit posee datos elocuentes. En esta ciudad existen 1.15 millones de cotizantes que cuentan con un crédito vigente para adquirir casa, y que sin embargo no lo han ejercido. Las razones saltan a la vista: debido a la escasez y el encarecimiento, estas personas sólo encuentran vivienda en sitios apartados. Ecatepec, Tultitlán, Coacalco…

Según un reporte del Infonavit, en 2013 Nuevo León y Jalisco colocaron 80 mil y 50 mil créditos de vivienda respectivamente. En el DF estos créditos no llegaron a 30 mil. En 2015 apenas sobrepasarán los diez mil.

Tanto la vivienda de interés social (de hasta 389 mil pesos), como la llamada vivienda popular (648 mil pesos), dejaron de hacerse en la capital a partir de 2004. Los desarrolladores atribuyen este hecho a una normatividad urbana que constriñe la altura de los edificios —lo que reduce de manera significativa el margen de ganancia—, y que entre otras cosas obliga a destinar hasta 40 por ciento del valor de la obra a la construcción de cajones de estacionamiento.

El escenario de crisis y escasez se irá agudizando en la medida en que la demanda anual no sea atendida. Hemos llegado al mes en que se cumplen 30 años del terremoto que se llevó a la vieja ciudad de México y dejó al descubierto un mundo de carencias y necesidades no atendidas.

¿No sería esta fecha emblemática una oportunidad de oro para que el gobierno de Miguel Ángel Mancera se pusiera a pensar en una refundación de la ciudad? ¿No habrá llegado la hora de impulsar la construcción de vivienda accesible dentro de la ciudad y no en lugares ubicados a 30 o 40 kilómetros de distancia?

La capital del país posee grandes zonas subutilizadas, a las que es posible regenerar y densificar. Para incentivar la construcción de muchas más viviendas en esas zonas mal aprovechadas, hay que replantear las normas de construcción. ¿No se obtendrá vivienda más barata suprimiendo o reduciendo los cajones de estacionamiento, que como se ha dicho se llevan 40 por ciento del valor de una obra? ¿Para qué exigir un cierto número de pisos o tamaños mínimos de vivienda si ese número de pisos o ese tamaño mínimo no guarda relación alguna con las necesidades de la gente?

Se avecina un colapso que ningún gobierno ha querido mirar. Hoy tenemos “una de las ciudades más dolorosas del mundo para transportarse” y eso es porque nadie hizo nada para detener la fuga de los habitantes hacia las afueras. Vivimos en una ciudad que estalló. Una ciudad que machaca y tritura diariamente a sus pobladores.

Si la oferta de vivienda no aumenta, continuarán el alza y la especulación y todo esto tendrá un impacto social negativo. De acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, la ciudad pierde cada año cien mil habitantes: cada día 75 familias se van porque no encuentran “una casa accesible a sus recursos”.

Esas cien mil personas regresarán cada día en automóvil o en el transporte colectivo, para colaborar en el diseño del peor de los infiernos urbanos.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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