México, país que según la OCDE es el primer productor de círculos viciosos en el mundo, inventó el más gordo de todos, un círculo vicioso fascinante y vivaracho, ufano hasta el exhibicionismo, la prueba non plus ultra de que a México no se le tupe a la hora de lanzarse al pantano de la estolidez: el círculo vicioso que consiste en quitarle al erario miles de millones de pesos anuales, que podrían emplearse en educación y en salud para los mexicanos pobres, para dárselos a los partidos políticos que prometen educación y salud a los mexicanos pobres.

Ah, los pobres pobres, materia prima de la política, esa industria sin chimeneas.

En 2016, la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos (CPPP) del Instituto Nacional Electoral (INE) decidió que los nueve partidos políticos existentes recibirían del erario la cantidad de 4 mil 256 millones, 956 mil pesos y cero centavos para sus actividades del año 2017. Angustia esa cifra, aunque angustie más pensar que hay nueve formas mexicanas de ver la realidad.

Mil millones redonditos para el PRI, partido que lleva 80 años pronosticando la llegada del “futuro promisorio”. 759.4 millones para el PAN, partido diurético y catatónico. 455.1 millones para el PRD, esa bola diúrex que se le pega a lo que vaya pasando. 380.5 millones para MoReNa, partido que predica el amor cristiano. 388 millones para el Partido Verde, partido aeronáutico que lanza al espacio prostitutas eslovacas. 313.3 millones para Movimiento Ciudadano, una extraña cumbia de concreto. 242.6 millones para Nueva Alianza, partido privado de una dama que compra joyas. 230 millones para Encuentro Social, que predica el amor evangélico a la familia (que lo administra) y 217.2 millones para el Partido de los Trabajadores, partido cuya ambición es injertar a México con Corea del Norte.

Qué nombres tan babosos tienen los partidos en México. Si hubiera uno que se llamara el partido FRAQUELA (“Francamente queremos tu lana”) votaría por él, nomás en agradecimiento a su franqueza.

No será la primera vez que me pronuncio en favor de quitarle a los partidos políticos un subsidio muchas veces multimillonario extraído del erario público. ¿Por qué demonios debo financiar con mis sudorosos impuestos que la maestra Axila Tinaco Matraca del Partido México Glorioso quiera representar a Caostepec? ¿Por qué debo darle mi dinero al licenciado Camioneto Carrusel Retaco, del Partido Sublime Ascenso, para que redima al estado de Treshuilas? No entiendo.

Y sin embargo, año con año debo resignarme a que una parte cada vez mayor de mis impuestos se “direccionen” hacia las obesas partidas presupuestales de las que abrevan, glotones insaciables, miles de paladines populares para quienes es lo más natural del mundo que los causantes cautivos les financiemos la “prerrogativa” de demostrarnos cuánto los preocupamos.

“¡Necesito tu dinero, oh conciudadano, para financiar la campaña que me habrá de llevar a la presidencia municipal desde la cual lucharé bastante porque se te haga justicia social, luego de ordenar que se le haga justicia pecuniaria a mi esposa, mis hijitos, mis primos,
mis cuñados, mis suegros, mis sobrinos,
el dueño de la agencia BMW, mis agentes
de bienes raíces y mi vecina Wanda Nalgota Cariño, que tantos ánimos me da para entrar a la brega!” Y listo. Once millones para que
salve a México.

Los argumentos que se oponen a quitarles el subsidio a los partidos son muy flacos: que si no tienen patrocinio se fomenta el abstencionismo. ¿Qué prefiere usted, abstencionismo costoso o abstencionismo barato? Que los partidos se desvincularán de la ciudadanía. Si su deseo de vincularse depende de su presupuesto, pues que se desvinculen de una vez, y a otra cosa. Que si no hay subsidio buscarán financiamiento en el narco, o en los empresarios, o en el extranjero, o en otros políticos. Bueno, si temen eso, pues no busquen ese financiamiento. Y si lo buscan y lo aceptan, ya se sabrá (porque todo se sabe) y entonces habrán demostrado que son comprables y que, por tanto, no deben ser partidos, y al carajo.

Sería ingenuo, además, pretender que el subsidio ha disuadido a los partidos de buscar “fuentes de financiamiento” alternativas. ¿Quién lanza la primera urna? Ese financiamiento “alternativo” existe hace tiempo, más bien una inversión que los prestamistas saben cobrar bien. Si dejamos de subsidiar a los partidos, los causantes tendríamos al menos la satisfacción de ya no estar subsidiando a quienes compran políticos.

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