Manlio Fabio Beltrones por fin dio a conocer lo que se sabía desde hace mucho tiempo, que le interesa ser el presidente del Partido Revolucionario Institucional. Es el lugar desde donde el poder le sienta mejor. Con su experiencia y el tatuaje tricolor que lleva en el alma pasaría sus años sesenta como pez en el agua.

No sería mala apuesta de los priístas, pero ellos no deciden.

Continúan las preguntas: ¿Lo permitirá el Ejecutivo federal? ¿En dónde colocará Enrique Peña a un personaje que puede ser clave, pero no de su confianza? ¿Es Manlio Fabio Beltrones el Frank Underwood del sexenio?

La última palabra la tiene Peña Nieto. No se trata de un proceso de confrontación entre varios, ni de un partido autónomo de Los Pinos. Aquí solo juegan dos personajes: Manlio y Enrique. Y una sola voz: la del Presidente.

El caso de los panistas es distinto. Hay grupos enfrentados. Los maderistas no quieren a los calderonistas, y viceversa. Y a diferencia del PRI, tienen a una candidata con buenos números.

Se trata de Margarita Zavala. Una mujer que ha crecido en la política. A pesar de haber tocado el poder como primera dama, su carrera la forjó de manera independiente y desde la oposición.

Ella podría ser la sorpresa del PAN que, bajita la mano y a pesar de los descalabros, se mantendrá como la segunda fuerza en el país.

Desde las dirigencias de partidos políticos se pueden tejer muchos futuros.

Y si Manlio Fabio no cuenta con el visto bueno incondicional del presidente Peña, a Margarita Zavala le sobra, quizá en toda la extensión de la palabra, el apoyo del ex presidente de la República. Se me hace que a Felipe Calderón Hinojosa no le disgustaría ser la pareja de la presidenta del PAN y soñar con ser el primer Primer Caballero de la Nación, el príncipe consorte.

DE RAZONES Y PASIONES: La presión hacia el juez Fernando Silva, para que resuelva en contra de Carmen Aristegui, está a la orden del día. La Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, o alguien que quiere confundir en pleno proceso judicial, envió un escrito a nombre de la CIRT, pero sin firmar, en donde, entre varios puntos, expone que (de fallar a favor de Carmen) “habría una limitación a la libertad de expresión de las empresas concesionarias e inhibición de las inversiones nacionales y extranjeras” y le solicita “respetuosamente” que considere sus preocupaciones.

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