La semana pasada, Dámaso López Serrano, El Mini Lic, cruzó la frontera en Mexicali y se entregó a las autoridades estadounidenses en California.

De ese hecho inusual, sé algunas cosas.

Sé que este Dámaso es hijo de otro Dámaso, de apellidos López Núñez, alias El Licenciado. Y sé que ese otro Dámaso, amigo, socio y protegido de Joaquín El Chapo Guzmán, fue capturado en mayo pasado en la Ciudad de México.

Sé que, tras la recaptura final de Guzmán, la que llevaría a su extradición, los dos Dámasos, padre e hijo, habían pretendido quedarse con un pedazo sustancial del Cártel de Sinaloa.

Sé que esa intención los había puesto en conflicto con al menos dos de los hijos del Chapo, Iván Archivaldo y Alfredo.

Sé, por último, que no hay narco mexicano que se entregue voluntariamente al gobierno de Estados Unidos sin negociación de por medio.

Eso sé. Ignoro todo lo demás.

Ignoro si, además del pleito con los llamados Chapitos, el Mini Lic había entrado en pugna con Ismael El Mayo Zambada.

Ignoro si, como se afirma en algunos medios, Zambada había decretado la muerte del joven Dámaso, obligándolo a huir hacia la frontera.

Ignoro si la negociación con la DEA (u otra agencia estadounidense) fue conducida directamente por el Mini Lic o, como se narra en algunas columnas, fue producto de un arreglo más amplio pactado por Dámaso padre. E ignoro cómo, si fue lo segundo, nadie en el gobierno de México se enteró de lo que se tramaba.

Ignoro cuánto tiempo duraron las negociaciones y si alguna dependencia del gobierno mexicano se enteró en algún momento de la posible entrega del Mini Lic, Quiero suponer que nadie de este lado supo nada y, si supo, no quiso mover un dedo, pero ignoro si esa hipótesis es correcta.

Ignoro las razones de los estadounidenses para no involucrar a sus contrapartes mexicanas en este asunto, si simplemente deseaban evitarse la monserga de un proceso de extradición o si temían que el joven Dámaso apareciese muerto antes de su entrega o si tenían, de tiempo atrás, un arreglo con los López que querían mantener oculto.

Ignoro cuáles son los posibles términos del acuerdo con Dámaso el joven o con los dos Dámasos, si, por ejemplo, involucra la participación de alguno de los dos (o los dos) como testigo en el proceso que se le sigue al Chapo Guzmán en Nueva York.

Ignoro si también implica la entrega de a) información que permita dar con los hijos del Chapo o, incluso, con el Mayo Zambada, b) datos sobre las redes de protección político-policial del Cártel de Sinaloa, y, c) cantidades no menores de dinero y activos.

Ignoro todo sobre los beneficios jurídicos que le prometieron al Mini Lic, si le dijeron que sólo le iba a tocar una sentencia reducida y un encarcelamiento tolerable, o si le sugirieron que iban a convertirlo en un testigo protegido por el resto de su existencia.

Ignoro el significado de esto para el conflicto al interior del Cártel de Sinaloa, si la salida de escena del Mini Lic pone fin a la disputa por la sucesión del Chapo Guzmán, o si, ante la posibilidad inminente de traición por parte de los Dámasos, se abre una ronda de purgas y venganzas.

Ignoro todo eso e ignoro muchas cosas más que ni siquiera se me ocurren.

Pero algo sí sé: en estos temas, hacer juicios categóricos con algunos retazos de información es tarea muy peligrosa.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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