Cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. La iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas es un llamado a la reflexión. Este año, el foco es contactar a las personas con la naturaleza. No se me ocurre nada más pertinente: no puede amarse lo que no se conoce.

El acelerado crecimiento de la población urbana está creando una nueva generación de ciudadanos que, atrapados en sus selvas de asfalto, olvidan que hay ecosistemas de los que depende la salud del planeta.

Los seres humanos gozamos de un medio ambiente que regula el clima, que capta el agua y la mantiene en condiciones aptas para su consumo, disfrutamos de un entorno natural que —sin que nos cueste un peso— controla las plagas, descompone nuestros residuos y poliniza nuestros cultivos. Es un milagro que no se concede, se procura. Una persona que tiene contacto con la naturaleza se preguntará cómo cuidarla.

Conectar el medio ambiente con las actividades cotidianas de nuestra economía ha orientado la política ambiental del presidente Enrique Peña Nieto y su gobierno. Se presentó como una agenda para el mundo en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad de Cancún, donde México propuso integrar a la conversación a sectores económicos que dependen del cuidado de la biodiversidad como el agrícola, forestal o pesquero. Ningún caso es tan claro e importante como el turismo.

Gracias al cuidado de las áreas naturales protegidas estamos encontrando nuevas oportunidades para interactuar con nuestros recursos: estamos buscando el balance que nos permite crear riqueza y cuidar el planeta.

México es ya una potencia turística, pero hay una enorme oportunidad para que nuestro país sea un líder en turismo de naturaleza y de aventura. A pesar de ocupar solamente el 1.3% de la superficie total del planeta, México alberga más del 12% de las especies registradas.

A diferencia de algunos países que cuentan con enormes extensiones de áreas naturales deshabitadas, en México las zonas más valiosas desde el punto de vista ambiental conviven con asentamientos humanos.

De ahí que las políticas impulsadas por el gobierno de la República buscan que la derrama económica alcance a los pobladores. La diversidad de nuestra cultura y naturaleza se pueden convertir en un atractivo para incrementar la afluencia turística a nuestro país y contribuir simultáneamente a la conservación de nuestro capital natural.

Para ello, desde el sector ambiental estamos fortaleciendo la protección de las áreas naturales. En el gobierno del presidente Peña, México ha triplicado la superficie del territorio bajo protección, para llegar a 90 millones de hectáreas.

Gracias a la creación de la Gendarmería Ambiental, un cuerpo especializado de la Policía Federal, hoy nuestras áreas naturales están más protegidas que nunca. A poco más de un año de su creación, hoy contamos con más de 700 hombres y mujeres capacitados para cuidar nuestros más valiosos ecosistemas.

Aumentar su extensión y protección no basta. Para que la política funcione, debe crearse un plan de manejo para cada una de ellas. En los últimos cuatro año se han publicado 44 de estos planes, con lo cual 111 Áreas Naturales Protegidas ya cuentan una guía para armonizar el desarrollo de las comunidades con la conservación de los ecosistemas.

En los próximos meses presentaremos propuestas para que las áreas naturales protegidas que cuenten con potencial y vocación se puedan decretar también como zonas de desarrollo turístico sustentable. Esto ayudará a su promoción en nuestro país y en el mundo como destinos turísticos de naturaleza.

Queremos desarrollar en ellas actividades turísticas que coloquen en el centro de sus preocupaciones el cuidado del medio ambiente, y que hagan partícipes a los visitantes de la responsabilidad de la conservación.

Preservar el capital natural es compatible con su aprovechamiento. Para lograrlo, tenemos que ser audaces e imaginativos. Sobre todo, debemos conocer y amar la naturaleza.

Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales

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