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Texto: Magalli Delgadillo
Fotografías actuales: Archivo EL UNIVERSAL
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
En el marco del Día Internacional de la Mujer, recordaremos este episodio, donde las futbolistas brillaron y sirvieron de ejemplo para otras generaciones como la de Andrea Rodebaugh, instructora y consultora mexicana de la FIFA para el desarrollo del futbol femenil.
Para ella el Día Internacional de la Mujer es muy especial por festejarla y considera, es una gran oportunidad para apoyarnos. Cuando comenzó a practicar este deporte, la situación no era tan complicada como en tiempos anteriores:
“Mi generación nació con el derecho de jugar. Esa batalla prácticamente ya está ganada en México. Hoy día, la pelea está en el derecho a vivir de esto: como jugadora, entrenadora (…) los obstáculos tienen que ver con cuestión de imagen. Las jugadoras tienen una mala imagen, hay barreras culturales y una falta de sensibilización”, platica en entrevista.
Sin embargo, en la década de los 70, el contexto de nuestro país era más complicado. A continuación, recuperaremos los momentos más célebres del campeonato olvidado.
“¡Fibra, muchachas!”, dijo el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Octavio Sentíes, a las mujeres integrantes de la selección, un día antes de su enfrentamiento con las jugadoras argentinas en el segundo Mundial de la categoría en 1971, esta vez, con sede en México.
¡Sí! Un año antes, se había festejado el primer campeonato—considerado como extraordinario por no haber sido organizado por la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) — en Italia, sin ser tomadas con la misma importancia. En esa ocasión, las mexicanas, habían obtenido el tercer lugar.
A pesar de todo, el entusiasmo por participar era mayor y jugaron en dos grupos: A (Argentina, Inglaterra y México) y B (Italia, Dinamarca y Francia). El primero tendría sus actividades en el Estadio Azteca y el segundo en el recinto deportivo Jalisco.
Esta vez, representaba una nueva oportunidad a las “chicas del Tri” para colocarse como ganadoras y demostrar que las mujeres también podían triunfar en la cancha; a pesar de que el partido iba a volver a ser “no oficial”.
¡Había llegado el día! Era el domingo 15 de agosto. Desde antes de las 11:30 de la mañana, el público fue ocupando los lugares en el Coloso de Santa Úrsula. Las puertas del Azteca fueron abiertas para comenzar la ceremonia inaugural. Se esperaba la llegada de 80 mil personas gritando y no defraudaron, se llenó el lugar.
Las competidoras no sólo estaban luchando por la copa y el primer lugar. También por un trofeo donado por la Casa Martini Rossi. La seleccionada que venciera tres veces (aunque no fuera consecutivamente) ganaría la Diosa Alada, un trofeo de un ángel sobre un pedestal con una corona griega y, a sus pies, un balón. La figura medía 70 centímetros y estaba hecha de oro, de acuerdo con una nota de esta casa editorial.
El nombre de la estatua también fue conocido como “Copa Rimmel”. Este sobrenombre fue sugerido por un periodista italiano, quien lo propuso porque “muchas jugadoras, quienes luchaban por obtener tan valioso trofeo —calculado en cien mil pesos mexicanos— eran muy simpáticas, algunas de ellas muy bonitas con ojos sombreados a base de ‘rimmel’”.
La fiesta estaba a punto de comenzar. La celebración abrió con un desfile de grupos de jóvenes de diferentes ligas de esta capital, quienes representaron a los equipos participantes. Desfilaron en el siguiente orden: Dinamarca, coronado como campeó en la anterior competencia, Italia, Inglaterra, Francia, Argentina y, finalmente, México.
Los aplausos comenzaron a escucharse y la Banda de Guerra de la Escuela Cámara del Comercio interpretó marchas militares; por su parte, la Banda de Música de la Ciudad de México tocó los himnos nacionales de los países presentes en el acto de izamiento de las banderas. Además, Guadalupe Tovar, la capitana de equipo nacional, fue la encargada de pronunciar el juramento deportivo.
Mario Rambaudi, el vicepresidente de la Federación Internacional del Futbol Femenil, inauguró la festividad deportiva: “Con la honrosa representación del jefe del Departamento del Distrito Federal, Octavio Sentíes Gómez, y en su nombre, hoy 15 de agosto declaro solemnemente inaugurado el II Campeonato Mundial de Futbol Femenil en esta Ciudad de México (…)”. Enseguida, algunos globos de color verde, blanco y rojo se elevaron hacia el limitado cielo circular del recinto.
Lo esperado empezó y, por su puesto, se escuchó la ovación como señal del inicio. El tiempo transcurría entre patadas, intentos de anotaciones y chiflidos. Llegó el momento más feliz para los nacionales en el minuto 20: “Elsa Huerta por el centro sirvió largo y oportuno pase a María Eugenia ‘peque’ Rubio y ésta, con una extraordinaria habilidad y sentido de la distancia, logró convertirla en la primera anotación para las locales”, relata EL UNIVERSAL un día después del evento. ¡“El estadio entero se estremeció”!
Al minuto 30 otro esférico fue introducido en la portería de las argentinas por la delantera Patricia Hernández. Los 35 minutos de actividad habían terminado. En el espacio de 15 minutos se realizó un programa especial con diferentes actividades: una representación de un juego con pelota mixteca, bailes regionales a cargo de grupos de danzas de la capital. Después del descanso, la batalla deportiva continuó y con ello, el marcador final se definió: llegó el segundo y tercer ¡gooooooool! Para las del “Tri”.
De regreso a la competencia, las representantes aztecas recibieron uno en contra. La autora de este fue Angélica Cardozo en el minuto cuatro después del descanso. Las nuestras no se dejaron y colocaron el tercero.
Sonó el pitido final y México terminó con la ventaja de 3-1. Los 80 mil asistentes lanzaron un grito: algunos de alegría y otros de tristeza. En el campo, ellas se tiraron en el césped y, posteriormente, se unieron en un abrazo. En ese momento de alegría, los reporteros comenzaron su labor y preguntaron las primeras impresiones de las vencedoras: “La ‘Capi’ Guadalupe Tovar repetía: ‘estoy feliz, estoy feliz’”; por su parte, la “peque” Rubio dijo: “Me da gusto haber colaborado para este triunfo de México”.
En este primer triunfo el director técnico del grupo opuesto, Manuel Bautista Cúparo, expresó: “el equipo mexicano ganó porque indiscutiblemente fue el mejor sobre la cancha”. Reconoció, a pesar de saber cómo las argentinas, rivales de nuestras compatriotas, se habían alistado arduamente.
El equipo anfitrión había tomado la delantera, pero aún faltaban algunos partidos más por ganar. Superó a los integrantes de su sección. Llegó lo esperado: Dinamarca y México llegaron a ser finalistas.
El primero de septiembre las mexicanas trabajaban duro: tuvieron práctica; mientras las del equipo contrario también ensayaba. Cuatro días después, se publicó en este diario el siguiente encabezado: “La mexicanas buscarán su consagración; Dinamarca en pos de su segundo campeonato”. Ese día se definiría todo en la cancha.
Todo parecía marchar bien, hasta que en la prensa se dio a conocer (el 3 septiembre) que, al ser jugadores consideradas amateur, no recibían apoyo económico y habían solicitado apoyo al presidente del Comité Organizador, Jaime de Haro. El 2 de septiembre se reunieron en dos ocasiones para llegar a un acuerdo.
No llegaron a una decisión común y el 4 de septiembre, un día antes de la gran final, enviaron a Jaime de Haro un pliego de peticiones con un ultimátum con lo siguiente: “si no le son ‘satisfechas’ sus demandas no jugarán la final del domingo en el Azteca, contra Dinamarca”.
En las reuniones previas, Haro había explicado a las muchachas que “sus peticiones deberían presentarlas primeramente a la Federación Mexicana de Futbol Femenil”, habilitada para sancionar al evento, pues “el Comité Organizador sólo se había concretado a la organización como espectáculo del campeonato”. Las jóvenes se habían vuelto inflexibles en el tema económico (2 millones de pesos).
De acuerdo con las posibilidades planteadas por el señor Haro, si las jugadoras se habieran negado a participar en la final, esto habría sucedido: Ofrecer otro espectáculo. Enfrentar a Dinamarca con alguna de las selecciones futbolísticas mexicanas. Enfrentar a Dinamarca a una selección integrada por jugadoras de los equipos participantes del Mundial. Devolución de las entradas.
Después de una larga sesión a puerta cerrada de las 17 deportistas desistieron de la demanda económica hecha al Comité Organizador, inspiradas en el respeto al público mexicano y “la responsabilidad adquirida por todas como representantes del deporte mexicano”. Al final, las mexicanas asistieron, pues para ellas “el aplauso del público vale más que dos millones de pesos”.
No lograron colocarse en la primera posición. Más de 90 mil aficionados acudieron al Coloso de Santa Úrsula para impulsar a las mexicanas con porras y gritos de euforia, quienes desde el principio se mostraron desanimadas. No pudieron sobreponer su estado de ánimo y “ofrecieron la peor exhibición de su corta y brillante vida futbolística. Abundaron los errores en las filas de las nacionales y tres de ellos fueron convertidos por las danesas en anotaciones”, de acuerdo con EL UNIVERSAL. El marcador final fue de 3-1. México se quedó en segundo lugar.
Las mexicanas soltaron su tristeza en los vestidores, pues comenzaron a llorar todas las integrantes. La sidra reservada para la victoria la utilizaron para mojar a las de Dinamarca, en señal de reconocimiento.
Andrea Rodebaugh: la mexicana en la FIFA
El campo para las mujeres poco a poco se ha ido abriendo. Los campeonatos de 1970 y 1971 no fueron apoyados como los varoniles. Fue hasta 1997, cuando la Federación de Fútbol empezó un proyecto del desarrollo exclusivamente de mujeres, de acuerdo con Andrea Rodebaugh Huitrón, instructora y consultora de la FIFA para el desarrollo del futbol femenil.
El gusto de Andrea Rodebaugh por el soccer comenzó a los ocho años. Ella, además de asistir a sus clases regulares, tomaba lecciones de arte y futbol. Sus papás siempre la impulsaron a desarrollar sus habilidades. Sin embargo, esta última actividad fue la más significativa para ella. Las anotaciones logradas eran su mejor experiencia.
Ella completó dos carreras en la Universidad de Berkeley: una licenciatura en Estudios Latinoamericanos y otra en francés (1984- 1989). Después, cursó una maestría ENEP Acatlán Estudios México-Estados Unidos (1991-1993).
El tema deportivo fue una inquietud constante. Nunca lo dejó, pues fue parte del equipo representativo de la Universidad de California Berkeley (durante su estancia en esta institución) y del estado de California hasta 1991.
Sin embargo, llegó el momento en el que se preguntó: “Ahora sí, ¿a qué te vas a dedicar?”. En ese momento de su vida, decidió ir a Francia a practicar el idioma, pero allá encontró una oportunidad para seguir practicando su pasión por el balompié, pues se integró a la Liga Nacional de Primera División Francesa con el equipo JSF Poissy (1989 – 1990) y después, en Japón, a la liga con el equipo Shidax de Tokio (1993 – 1996).
En el “inter” de su participación en los países mencionados, jugó en la eliminatoria del Concacaf y “en 1997, cuando la federación de futbol empezó un proyecto del desarrollo en el futbol femenil, pasaron las eliminatorias del CONCACAF y terminó el mundial, el director técnico, por parte de la federación mexicana” se involucró más en el ámbito.
A finales de la década de los 90, otra de sus aspiraciones había sido cumplida, pues participó en la Copa Mundial del Futbol Femenino de la FIFA de 1999. A pesar de que no ganaron, lograron un auge captar más la atención: “Para mí, desde niña, jugar futbol era un sueño. Nos preparamos, pero no se compara con la de ahora. Fue un sueño hecho realidad. Claro, perdimos, pero le dio un auge”, dice.
La también entrenadora de las “Xolas” de Tijuana es una de las pocas mexicanas dentro de la FIFA, quien se interesa por resaltar el trabajo y labor de la mujer y resalta la atención obtenida por ellas en el ámbito deportivo. Por ejemplo, “en los noventa teníamos (en el mismo equipo) a una jugadora de 15 y a una de 20, 30 años. En total había 30 mujeres para escoger y formar la selección. Hoy en día, México tiene la Selección Mayor, sub-20, Sub 17 y la de niñas y (en cada categoría) hay, al menos, 30 jugadoras para elegir”.
De acuerdo con información de los resultados de una encuesta del futbol femenino en 2014 (proporcionada por Andrea Rodebaugh), la participación global de las mujeres y niñas fue de 30, 147, 700; además, sólo el 8 % de los puestos directivos están ocupados por mujeres; el 7 % de los entrenadores federados son mujeres y el 10% de los árbitros federados son mujeres.
— ¿Cuáles son las características que llevaron a ser reconocidas, en su momento, a las mujeres de la selección de 1971 y las que usted entrena?
—Evidentemente, el entrenamiento técnico. A veces, uno se tiene que acordar, lo táctico y psicológico.
— ¿Cómo ve a la sección femenil en 5 o 10 años?
—Yo creo que mucho más fuerte, mejores resultados porque el futbol femenil cada día es más fuerte, más prestigiado en el ámbito internacional. Así, es como se van a fijarse más en ellas. Las seleccionadas llegarán más preparadas. También ya existe una idea un mundial de alto rendimiento para las jugadoras.
— ¿Qué le diría a quienes quiere dedicarse a esto, pero por alguna razón no se atreven?
—Hay muchas oportunidades y cada día hay más. Que le echen muchas ganas, si quieren jugar. Uno puede lograr sus sueños a través del futbol (esto combinado con los estudios académicos). No se den por vencidas.
Fuentes: Archivo El Universal. Entrevista con Andrea Rodebaugh Huitron e información de la FIFA, proporcionada por la misma entrevistada.