Gracias cantó Mercedes Sosa, gracias cantó Enrique Guzmán, gracias cantó Joan Sebastian, gracias digo yo. Aquella por la vida, estos por los recuerdos y por la belleza de cada día, yo por los que me gobiernan.

Las gracias les doy por sus discursos llenos de indignación, de furia, de molestia. Las gracias por sus palabras llenas de promesas de lo bien que lo van a hacer para componer lo que se descompuso. Las gracias por sus videos explicados hasta el menor detalle (“No sabemos si medía exactamente mil 500 metros el túnel, pero pronto tendremos esta información”, “A las 20.46 el delincuente se levantó y caminó ocho pasos, tres segundos después regresó, medio segundo más tarde volvió a caminar seis pasos”), por los nombres rimbombantes de sus cargos y sus instituciones de seguridad, por su ruido mediático y el entretenimiento que nos dan al llenar los periódicos y los noticieros.

Gracias también por acudir “inmediatamente” al lugar de los hechos y sentarse en cuclillas para ver con sus propios ojos donde empieza y donde termina el agujero, ya para qué; por acordonar la zona con montones de policías, ya para qué; por mandar a los guardianes del orden a revisar unos tubos de asbesto que estaban tirados por allí y dejar a los reporteros describir lo que encontraron en el lugar (un foco roto, una carretilla), ya para qué; por mandar a cientos de soldados y policías a revisar los caminos y puentes federales y locales no sea que se escape el escapado y por sellar las fronteras (eso dicen) de miles de kilómetros en el norte y en el sur (cuando ¡ay! no pudieron sellar una celda de apenas unos metros que estaba adentro de un penal de máxima seguridad).

Gracias por nunca sospechar de por qué precisamente después de aprehender al reo, conocido ya como experto en escapatorias, se empezó una construcción a unos metros de la prisión, en mitad de la nada, y gracias por preguntarles, ahora sí, a los vecinos, y darse cuenta de que todos vieron lo que los que debían ver no vieron ni oyeron.

Gracias también por lo que no dijeron: que seguramente esa construcción se hizo con trabajo esclavo, pues fueron “entre 5 y 7 peones” en jornadas de 12 horas diarias durante un año. ¿Serán esos inmigrantes y esos jóvenes desaparecidos cuyas familias los buscan y nunca los encuentran?

Y gracias por lo que no quisieron reconocer: que el supuesto aislamiento y vigilancia constante no eran tales, pues como dijo desde hace meses la periodista Anabel Hernández, de ser eso cierto, no se explica que el hombre haya podido organizar a los internos del penal para una protesta porque no se les respetaban sus derechos humanos.

Pero más que nada, les doy las gracias por reiterar el guión que conocemos, en el que ya sabemos cómo son las cosas: el del México en el que ustedes nunca dudan de que lo hicieron bien y de que lo seguirán haciendo bien, en el que tienen explicaciones para todo, en el que habrá detenidos y destituidos (desde el director hasta el custodio, desde la jefa hasta la doctora), en el que se anunciarán acciones para recapturar y se harán promesas de llegar hasta el fondo del asunto, caiga quien caiga. Es el México en el que nosotros, los ciudadanos, somos los únicos que no nos sorprendimos de la fuga, es más, todos sabíamos que ocurriría antes o después, pues todos sabemos bien que el enemigo está adentro, entre quienes juran que lo van a buscar afuera.

Dijo muy ofendido el presidente Peña Nieto que la fuga indigna a toda la sociedad mexicana. La verdad es que indigna más la incapacidad de quienes nos gobiernan para enfrentar a la delincuencia, que día con día hace evidente que ya les comió el mandado y que esta guerra ya la ganó.

Pero como ya dije, gracias por creer que pueden resolverlo a base de piruetas verbales, palabras indignadas y promesas, videos y visitas al lugar de los hechos.

Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com

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