En mi libro ¡Atrévete!, Propuesta hereje contra la violencia en México dije que en nuestra cultura las redes familiares son las más importantes y por ello, si se quiere combatir a la delincuencia, se tendría que comenzar por allí.

Dije también que las madres son muy queridas: las hijas dejan su empleo para ir a verla cuando enferma, los hijos que abandonan el hogar para buscar fortuna o amores regresan a casa y lloran cuando las vuelven a ver, los migrantes le mandan parte del dinero que ganan, los compositores le componen canciones, los poetas le dedican poemas, como aquel en que Manuel Acuña le advertía a la mujer que amaba: “Y en medio de nosotros/ mi madre como un Dios” y no hay 10 de mayo en que no se le celebre y por más pobre que alguien sea o por más ocupado que esté, la visita, la invita, le hace regalos. Ya lo dijo Freud: “uno de los impulsos más fundamentales del hombre es permanecer vinculado a la madre”. Explica una sicóloga: “Es que las relaciones emocionales entre ambos son tan fuertes que un simple recuerdo de la voz de la madre a través del teléfono es suficiente para cambiar el ánimo y la mentalidad de una persona, modificando sus decisiones de maneras muy significativas”.

Esa relación es particularmente fuerte entre los narcos que aman mucho a sus madres, según dice la periodista Anabel Hernández: “Para un capo que se precie de serlo, su madre es lo más sagrado”. Sobre el Chapo Guzmán, afirma que tiene “un gran apego y nostalgia por su madre”, la extraña cuando anda lejos y hasta busca que sus mujeres cocinen como ella.

Por eso siempre la ha cuidado y visitado, además de que le mandó construir su casa, que según el Dow Jones Newswires, es “una construcción tipo búnker”, pero que según un video en YouTube es una propiedad enorme, con una preciosa terraza con vista espectacular a las montañas y le mandó construir también su templo “en dónde orar y reunirnos con las hermanas”, el cual, según José Reveles, terminó por convertirse en un centro al que hoy acuden fieles de muchos kilómetros a la redonda y de otros estados de la República.

Todo esto viene a cuento por la recaptura del Chapo. Nadie dudó nunca de que después de su fuga, se escondería en su tierra, en donde es querido por muchos (recuérdese cuando lo detuvieron la vez anterior, las protestas sociales para defenderlo y criticar al gobierno y al ejército por esa acción), y nadie dudó tampoco que él haría lo posible por estar cerca de su madre, sobre todo en las fiestas de fin de año. Por eso siempre lo buscaron por allá.

Que lo hayan capturado en Los Mochis (y la vez anterior en Mazatlán) afirma la tesis de que en Sinaloa le gusta estar, al punto de ni siquiera pensar en otro sitio para esconderse, aún a sabiendas de que allí sería el primer lugar donde irían por él. Pero es evidente que confió en que sus redes le avisarían cuando estuvieran cerca de él. Y de hecho así fue. Las autoridades anunciaron que “efectivos de la Armada de México reforzaron las operaciones de búsqueda en la sierra del municipio de Badiraguato, Sinaloa, de donde es originario Joaquín El Chapo Guzmán. Como parte de las operaciones se han instalado retenes a la entrada del poblado La Tuna, donde vive Consuelo Loera, madre del líder del Cártel de Sinaloa”, y el alcalde de  Badiraguato hizo declaraciones en las que afirmaba que “desde el pasado fin de semana ha habido una fuerte presencia de la Marina; estos son operativos que ellos realizan de manera privada, sin que nos avisen ni nada”. Más que quejarse del trato por parte de las fuerzas de seguridad, más bien parecía un aviso al fugitivo.

Por su parte la señora Consuelo Loera, que como todas las madres afirma que su hijo es bueno, seguramente repite ahora lo que dijo hace algunos años en una entrevista: “confío en Dios, que él me lo proteja y toque sus corazones de esas autoridades que lo tienen detenido”.

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