Señor licenciado Osorio Chong: usted acostumbra afirmar que la delincuencia en el país ha disminuido. Lo dice repitiendo idénticas las frases que nos dijeron en sexenios anteriores: “Hemos avanzado en la recuperación de espacios que estaban en manos de la delincuencia organizada”, “hemos fortalecido la presencia de la autoridad”, “hemos disminuido la violencia y la pérdida de vidas humanas”, “hemos mejorado las condiciones de seguridad de los mexicanos y de sus familias”, “vamos por el camino correcto”, “la estrategia anticrimen ha rendido frutos”. En su comparecencia ante el Senado hace algunos meses, hasta dio usted cifras “duras”: reducción del robo en un 13%, de la extorsión en un 20% y en lo que va de 2015, más de un 31% a la baja en secuestros, disminución en más de una cuarta parte los homicidios, bajaron los delitos de alto impacto y la violencia en espacios públicos, se recuperaron territorios donde el crimen actuaba con impunidad controlando incluso a las autoridades. Y su conclusión fue:  “La evidencia es contundente, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto logró detener la escalada de violencia que en años anteriores dañó al país. La tasa de incidencia delictiva total, es decir, la que se refiere a todos los delitos cometidos, fue la segunda más baja en los últimos 17 años… Pasamos de una política de seguridad preocupada únicamente por la contención, a una verdadera política de seguridad ciudadana”.

Y sin embargo, ese discurso suyo se topa día a día con la realidad que dice otra cosa. Justo cuando usted anunciaba en julio de 2014: “La violencia en el país se ha disminuido a su mínima expresión (y) la tranquilidad se ha ido recuperando”, la activista Isabel Miranda de Wallace anunciaba que los datos indicaban “un aumento de 56% en la incidencia del secuestro durante el primer semestre de 2014, en comparación con el mismo lapso de 2013”, y agregaba: “Quien diga otra cosa es porque maquilla las cifras”. Algo similar afirmó el periodista Juan Pablo Becerra Acosta cuando se dijo que los índices delictivos habían caído en Michoacán, que “la extorsión descendió a 2 casos contra 37 de promedio mensual que tenía y el secuestro bajó a 1 contra 15”. Él se percató de que ese descenso se debía no a una realidad sino a un cambio en la forma de medir.

Por eso cuando el Presidente aseguró en un viaje a Europa que el delito había disminuido 25% durante el primer cuatrimestre de 2014, e incluso habló de que en alguna de las ciudades más violentas la reducción fue ¡de 100%!, unos investigadores se tomaron la molestia de hacer las siguientes aclaraciones: “Señalar una reducción en la violencia en México por la caída solamente de los homicidios es una verdad a medias. Mientras que los homicidios se redujeron, otros delitos de alto impacto se incrementaron dramáticamente. Durante la administración del presidente Peña Nieto las extorsiones y el secuestro tuvieron un alza considerable. Respecto al dato reportado sobre la reducción en 100% de la violencia, la equivocación versa en un error de concepción matemática. Una reducción de 100% significa la eliminación total del problema. Una reducción de más de 100% ni siquiera tiene sentido: mientras que un aumento de más de 100% es posible (por ejemplo, al duplicar una cantidad se tiene un incremento de 100%) un decremento de 100% nos dejaría con números negativos”.

Señor secretario: en esta mi segunda carta decembrina para pedir regalos como se acostumbra, me dirijo a usted para solicitarle que ya no nos mienta. Denos ese obsequio este fin de año. Mejor quedarse callado que pretender que es real lo que no es. Porque aunque de verdad hubieran disminuido en algo los números, aún son demasiado grandes los que siguen existiendo. Y esas cifras alegres, esos supuestos triunfos, no resuelven ni tapan la verdad, pero ofenden y lastiman a las víctimas, a sus parientes y a todos los ciudadanos.

Escritora e investigadora en la UNAM

sarasef@prodigy.net.mx

www.sarasefchovich.com

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