La visita del papa Francisco a México levanta todo tipo de expectativas y reacciones. Escucharlas puede ser difícil en un ambiente que tiende a polarizarse ante lo religioso. Además, cada político tenderá a jalar “agua a su molino”. Por eso vale la pena empezar a escuchar la voz del Papa desde ahora.

El papa Francisco se ha distinguido por sus posiciones claras respecto a temas que son esenciales para el presente y el futuro de nuestra nación. Desigualdad, pobreza, corrupción, degradación ambiental y violencia constituyen temas recurrentes y centrales en sus mensajes. Su voz es clara.

Escuchar al Papa antes de su llegada a México constituye un buen método para ponderar sus mensajes aquí. Y también, para captar los posibles matices, énfasis o variaciones que quiera darles en nuestro contexto.

En un mensaje muy reciente (19/01/2016), dirigido al Foro Económico Mundial en Davos, el Papa señala con claridad: “En la actualidad, el desempleo afecta a cientos de millones de personas. La «financialización» y la «tecnologización» de las economías globales y nacionales, han producido cambios de gran envergadura en el campo del trabajo. Menos oportunidades para un empleo satisfactorio y digno, conjugado con la reducción de la seguridad social, están causando un inquietante aumento de la desigualdad y la pobreza”.

En México necesitamos este mismo señalamiento ante la permanencia de la pobreza de la mitad de la población, que convive en una desigualdad extrema y con la carencia de seguridad social de la mitad de quienes trabajan.

En un encuentro con organizaciones populares en Santa Cruz, Bolivia (9/07/2015), el papa Francisco les animaba: “Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos... Esa emoción hecha acción comunitaria... da su mística a los verdaderos movimientos populares”.

En México necesitamos esa animación. Especialmente por la escasez de las organizaciones sociales y cívicas trabajando con seriedad y “mística” frente a la pobreza y la desigualdad. Una variante de ese mensaje haría mucho bien en nuestra patria. Aunque desafortunadamente no está prevista alguna reunión con la sociedad civil o líderes sociales.

Pero sobre todo, habría que escuchar al Papa repetir sus reflexiones de su etapa como cardenal: “No hay que confundir pecado con corrupción... Podríamos decir que el pecado se perdona; sin embargo la corrupción no puede ser perdonada”. Tal y como lo dijo en Kenya a los jóvenes en el estadio Kisarani, a fin de año (27/11/2015): “La corrupción es el camino de la muerte… La corrupción carcome por dentro, como el azúcar. Es dulce, es fácil. Pero luego todo termina mal. Acabamos con diabetes. El país entero se vuelve «diabético». Cada vez que aceptamos un soborno destruimos nuestro carácter y a nuestro país. No desarrollen el gusto por esa «azúcar» llamada corrupción”.

Me encantaría escuchar ese tono en el papa Francisco en México. Puede ser. Pero en todo caso, para los cristianos comprometidos, no se necesita la “noticia del día”. Ante palabras tan claras, ante una voz tan potente, toca ponernos a transformar ya la realidad: frente a la pobreza, frente a la desigualdad, frente a la corrupción. Hay que escuchar ya.

Consultor internacional en programas sociales

@rghermosillo

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