En repetidas ocasiones he declarado que la discriminación contra la mujer es un hecho impermisible y reprobable, éste, es un tema que lastima a la sociedad en su conjunto y frena el desarrollo tanto de las mujeres como del resto de los ciudadanos por sus consecuencias.

En este contexto, lamento mucho que cuando en las naciones se habla de globalidad o equidad en los intercambios y prosperidad, no suceda lo mismo en el ámbito social y laboral. No hemos erradicado de manera definitiva la violencia contra las mujeres, hay quienes siguen sufriendo discriminación en el hogar, en el mundo laboral y, desde luego, son víctimas de abuso tanto físico como psicológico.

En estos días, hablar de violencia contra mujeres y niñas es referirse a una amplia gama de expresiones que vulneran la dignidad y atentan contra la integridad de quienes conforman más de la mitad de la población mundial.

Las mujeres están cada vez más integradas a los diferentes ámbitos laborales, su capacidad, su talento, su profesionalismo son un verdadero motor del desarrollo de nuestro país, de los avances de la democracia y de la justicia.

De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, en México, alrededor del 20.6% de las mujeres de 15 años o más, ocupadas como empleadas, obreras o jornaleras, afirman haber padecido algún tipo de violencia en el trabajo durante el año 2011.

En el acoso laboral se ataca sistemáticamente a la víctima, se le aisla, se le niega capacitación, se le “sobrecarga de trabajo o se reducen plazos para que ejecute tareas”. En fin, se pretende minar la autoestima y confianza de la mujeres en sí mismas.

Realmente duele, indigna saber que en México aún muchas mujeres sufren abusos de todo tipo, que son marginadas y, en particular, lastima saber que entre nuestras niñas hay muchas que son explotadas sexualmente o que padecen violencia intrafamiliar. Debemos insistir, la mujer es parte fundamental de nuestra cultura y de la vida nacional.

Esta violencia que sufren las mujeres representa no sólo una clara violación a sus derechos fundamentales, sino, sobre todo, una gran vergüenza para todos los países del mundo, porque refleja nuestra incapacidad como sociedad para avanzar sobre bases de tolerancia, igualdad, equidad y reconocimiento mutuo.

En nuestro Congreso se han presentado diversas iniciativas en materia de derechos laborales de las mujeres, sin embargo se requiere una reforma transversal que cuente con elementos que garanticen una vida libre de violencia no sólo en el ámbito laboral, sino el social también.

Como ciudadanos, debemos comprometernos para velar por los derechos de las mujeres, sobre todo, exigir a nuestros legisladores dimensionar la importancia de este tema para garantizar el respeto irrestricto de esto. Tenemos que aprender a convivir, a reflexionar en torno a estos temas para descubrir qué ocurre para poner fin en forma definitiva a los actos de violencia contra mujeres y niñas.

Para esta lucha se requiere la permanente y amplia participación de todos para lograr avances inmediatos. Necesitamos la actuación conjunta de instituciones públicas y la sociedad civil en general, pues se trata de una problemática que lastima el tejido social. Actuemos con decisión…

Ex procurador general de la República

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