Feliz Navidad a mis amigos lectores

La relación diplomática de México y Canadá es relativamente joven (1944), pero no por ello menos importante. Tan relevante que Canadá es el tercer socio comercial de México y México es el quinto socio de Canadá. Los países están divididos por Estados Unidos, pero eso es lo que los une. Forman una alianza comercial plasmada jurídicamente en el TLCAN. Este pacto ha revolucionado a la región de América del Norte. Si bien no es previsible que en el mediano plazo la alianza vaya a evolucionar hacia una integración más allá de lo comercial, sí ha logrado una unificación comercial notable de los dos países con Estados Unidos, el país que los divide y al mismo tiempo los une.

Canadá ocupó en la segunda mitad del siglo XX un lugar de avanzada en el mundo. El primer ministro Pierre Trudeau fue el artífice del modelo. Conforme se desató de Gran Bretaña, además de adoptar un himno nacional y remplazar la insignia británica (Union Jack) con la hoja de maple, adoptó políticas liberales: el sistema universal de salud, antes de las recomendaciones de la OMS y de la OCDE; una nación bilingüe y multicultural; una voz incontrovertible en el mundo a favor de la paz y el desarrollo.

Trudeau fue uno de los primeros líderes en descriminalizar la homosexualidad. Su divisa famosa: “El Estado no tiene nada que hacer en las recámaras” fue detonador de un movimiento de derechos humanos. Legalizó el aborto, y promovió una política de inmigración sin sesgo racial que convertiría a la atmósfera canadiense en una de aire puro, no solamente en sus montañas y valles, sino en lo social y cultural.

Como nada es para siempre, después del liberalismo de Pierre Trudeau los conservadores se hicieron del Parlamento y Canadá dio un giro político. Como lo plantea Guy Lawson, en la revista del New York Times, Stephen Harper se dedicó durante los diez años en el poder, a borrar el legado de Trudeau. Su misión fue reivindicar a los blancos, una versión canadiense de la tendencia de la “supremacía blanca” de sus vecinos estadounidenses. Harper generó un absurdo debate sobre la pertinencia o no de las mujeres canadienses musulmanas que portaban el tradicional velo para cubrir su rostro en las ceremonias de jura de nacionalidad.

Harper decidió imponer visa a los mexicanos ante una protesta diplomática mexicana tan velada como la burka musulmana. Los canadienses catalogaron a México entre los países con visado “restringido”. Una de las reglas de las relaciones internacionales y diría que de cualquier relación, es la reciprocidad. Los canadienses pueden visitar México sin necesidad de visado, pero a los mexicanos se les exige cumplir con requisitos degradantes como los “visados restringidos”.

Sólo que no todo es para siempre: a Harper le llegó su turno. Si duró el tiempo que duró fue por el éxito de su política económica, la caída de los índices de criminalidad y por tener enfrente una débil oposición, hasta que Justin, el hijo de Trudeau le ganó las elecciones en octubre.

Justin Trudeau se ha convertido en una especie de estrella polar de la política global. Algunas de sus promesas incluyen a México. No está sólo la idea de fortalecer la alianza tripartita derivada del TLCAN, sino retirar las visas restringidas a mexicanos. Organizó su gabinete con igual número de hombres y mujeres, incorporó a funcionarios independientemente de su origen étnico y reestableció las conferencias de prensa en el Parlamento, que habían sido canceladas por Harper hace seis años. A los gobernantes inseguros, no les interesa confrontarse con la prensa.

Trudeau es fresco, joven, audaz. Está por legalizar el uso recreativo de la marihuana y ha anunciado un plan de gobierno que incursiona por las nuevas avenidas de la tolerancia, la honestidad política y personal, el respeto y la vida democrática. Veremos si retira el estigma de los visados restringidos a los mexicanos.

Investigador del SNI.

@DrMarioMelgarA

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