En los últimos meses los países en desarrollo, en particular, han experimentado fuertes estragos por la caída en los precios de las materias primas provocada en gran parte por una menor demanda china por estos recursos naturales. Sin embargo, ahora asoma otra gran amenaza, las salidas masivas de capital.

Con el afán de impulsar a las economías golpeadas por la gran recesión, se impusieron políticas monetarias en las naciones avanzadas, que llevaron a las tasas de interés a niveles cercanos a cero. Los capitales obviamente se desplazaron en busca de mejores rendimientos, provocando que las economías emergentes fueran destinos preferidos para estos flujos de recursos. Stiglitz y Rashid han declarado que entre 2009 y 2014, la entrada neta de capitales a los países en desarrollo fueron de alrededor de 2.2 billones de dólares.

Esta situación detonó el aumento en el apalancamiento y la elevación del precio de las acciones, lo que apoyó la capitalización de varios mercados bursátiles en los emergentes. Empero, esta situación ya cambió y países como Estados Unidos e Inglaterra han comenzado a subir sus tasas de interés. Ahora los flujos se han revertido, volviéndose negativos, por primera vez desde 2006.

Se estima una salida neta de alrededor de 600 mil millones de dólares de los países en desarrollo (más de un cuarta parte del flujo de entrada de recursos, referido anteriormente) en tan sólo el año pasado. En México, por ejemplo, los capitales de corto plazo entran a un ritmo más lento o se van. Así la inversión de cartera se ha reducido, de 73,348 millones de dólares (mdd) en 2012 a 27,985 mdd en 2015, y en el mismo año las reservas disminuyeron en 18,085 mdd.

Por su parte, las cuentas de la Balanza de Pagos, donde también se reflejan movimientos de capitales de corto plazo, “otras inversiones” y “errores y omisiones”, mostraron un déficit conjunto de 31,580 mdd el año pasado.

No es la primera vez, que el mundo en desarrollo ha enfrentado estos movimientos masivos de recursos, pero tal vez no de la magnitud que se visualizan ahora. Los efectos ya están a la vista. En el país, por ejemplo, las alzas en tasas de interés, fueron parte de las medidas de ajuste anunciadas recientemente, encareciéndose así los costos de préstamos y servicios de la deuda, Desde luego, esta medida está dirigida a tratar de retener capitales en el país y que junto a otras medidas cambiarías (intervenciones discrecionales) buscan frenar la depreciación del peso y contaminación de la inflación.

La consecuencia lógica del aumento del costo del dinero es la diminución en el ritmo de crecimiento, que también será afectado por un ambiente presupuestal más austero ante el deterioro de las cuentas fiscales, pero la urgencia de retener capitales está también ligada a la necesidad de financiar un creciente desequilibrio externo.

En 2015, se registró un fuerte deterioro del déficit en Cuenta Corriente. Éste fue de 32,381 mmd, lo que significó un incremento de 7,535 mmd respecto al año anterior y como proporción del Producto Interno Bruto representó 2.8%, el más alto desde 1998. Esta situación no es de sorprender cuando, las exportaciones petroleras se desplomaron 45%, si bien la balanza no petrolera también experimentó deterioro.

A este déficit de la balanza de bienes, hay que agregar los de servicios (9,448 mdd) y de renta (32,844 mdd), que totalizan 56,687 mdd y que fueron compensados en parte por la entrada de remesas (24,287 mdd). Y así, con un ingreso en el mismo año de 28,382 mmd por concepto de Inversión Extranjera Directa, el desequilibrio externo ya no fue cubierto totalmente por capital de largo plazo.

Los autores antes citados, han señalado que ante situaciones similares de fugas de capital, en otros momentos, algunos países han optado por imponer controles selectivos de capital; esto es dirigidos a objetivos específicos y delimitados en el tiempo, sobre todo aquellos flujos de salida por canales bancarios. O en casos extremos, han suspendido temporalmente todos los retiros de capital para estabilizar el tipo de cambio y con el fin de evitar una crisis financiera mayúscula.

México no ha sido ajeno a estos episodios y ha decidido tomar medidas preventivas por ahora y más vale que otros países hagan lo mismo, pronto. Ya en 2015, los países en desarrollo, crecieron 3.8%, el ritmo más bajo desde 2009, este año la desaceleración será mayor, para el grupo de estas economías, ante un entorno más incierto y riesgoso.

*Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte

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