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En vísperas del día de la Expropiación Petrolera cabe recordar que el sector energético es y será sin duda uno de las actividades estratégicas para México.
Gracias a la reforma energética, hoy en día se permite la inversión privada y la entrada de nuevos jugadores al mercado, que sin duda son necesarios para generar mayor competitividad sobre todo en las actividades petroleras.
México es el octavo productor de crudo a nivel mundial y es el principal proveedor de crudo a Estados Unidos; en 2016, Petróleos Mexicanos (Pemex) registró ventas totales por 52 mil millones de dólares e ingresos por exportaciones de petróleo crudo por 15 mil 575 millones de dólares. Sin embargo, somos país importador de más de 50% de las gasolinas que consumimos y las tomas clandestinas generan pérdidas millonarias para el país.
En algún momento México apostó por el petróleo como principal producto de exportación y como mecanismo para el crecimiento y el desarrollo económico; se llegó a decir que deberíamos estar preparados para “administrar la abundancia” que generaría el oro negro.
Pese a la riqueza que significaría este recurso natural, no se ha llevado a cabo una adecuada administración y explotación, lo que incluso, en algunos momentos, ha generado más desequilibrios y problemas estructurales para el país, que beneficios y crecimiento económico.
Como ejemplos podemos señalar los episodios de la llamada Enfermedad Holandesa durante los años 70’s y 80’s, en el que el aumento de los precios del petróleo como los descubrimientos de nuevos yacimientos provocaron un influjo masivo de capitales que llevaron a dispendios irresponsables y luego a crisis severas.
A pesar de que el petróleo representó por mucho tiempo la mayor fuente de divisas y recursos para el sector público, nunca se logró destinar una cantidad suficiente de recursos para construir una infraestructura de refinación suficiente para abastecer las necesidades internas de combustibles.
Asimismo, vale la pena citar los desequilibrios en las finanzas públicas, pasivos crecientes con cargo al erario público, actos de corrupción entre otros, que involucran a Pemex, la empresa productiva del Estado que por muchos años fue el monopolio responsable de la industria petrolera en nuestro país.
La dependencia que la economía ha tenido por años con el petróleo, desembocó en consecuencias que son de todos conocidas: un elevado endeudamiento, un ensanchamiento de la burocracia, desequilibrios fiscales, dependencia del exterior, crecimiento en el pasivo laboral por pensiones en Pemex, reducción en la perspectiva de las calificadoras crediticias, rezago en materia económica, comercial y competitiva, además de constantes ajustes al gasto, entre otros.
Bajo la experiencia vivida y su relación con el petróleo, ¿es posible hacer qué el oro negro vuelva a brillar para México?
Más allá de la recuperación en las cotizaciones internacionales del petróleo, existen los elementos y la oportunidad histórica para que la riqueza petrolera del país se convierta en detonador del crecimiento económico; que aporte investigación y desarrollo tecnológico de vanguardia y que deje de ser la gallina de los huevos de oro para unos cuantos.
La clave son la disciplina, la competitividad del sector, la transparencia y la eficacia operativa, la simetría con otras ramas del ámbito energético y con la iniciativa privada, la vinculación con las pymes, el aumento de la inversión productiva, mejorar la capacidad de exploración en aguas profundas y en terrenos complicados a los que sólo se puede acceder con la tecnología adecuada, generar esquemas novedosos de financiamiento público y privado, aumentar el número de competidores en toda la cadena productiva, desde la exploración hasta la refinación, el gas, la petroquímica y derivados, todo esto bajo principios de sustentabilidad ambiental y distribución de la riqueza petrolera con la sociedad.
Hoy en día, las condiciones económicas internacionales le dan al petróleo y al sector de energía nuevamente una oportunidad única que deben ser aprovechadas; ya se han anunciado inversiones importantes en el sector y la colaboración de empresas como la británica BP, China Offshore Oil Corporation, entre otras y están dándose las inversiones que se puedan generar en energía eólica, en el todo el sector eléctrico, entre otros.
Las empresas participantes no pueden ir solas en este proceso; es necesario que cuenten con estudios de análisis de mercado, con agendas bien definidas, con escenarios y manejo de riesgos para que en verdad su participación en México genere efectos multiplicadores.
El petróleo es una actividad que, bien aprovechada, deriva importantes beneficios para el país, pero debe ir de la mano de todo un crecimiento del sector energético, de una política industrial holística y una política hacendaria integral, con un combate frontal a la corrupción e impunidad, además del desarrollo de otros sectores potenciales de la economía, para que la industria petrolera sea un orgullo nacional.
Presidente de Consultores Internacionales S.C.