Por donde se le quiera ver, en México necesitamos actuar juntos (gobierno federal y estatales, sindicatos, empresarios, asociaciones civiles, madres y padres de familia), para mejorar sustancialmente la educación, en particular la educación pública. Esa debe ser la lectura sobre los pésimos resultados que mostró México en el Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes, PISA.

En la edición 2015 de PISA, prueba comparativa que se hace cada tres años a los estudiantes de 15 años de edad, México obtuvo el lugar 58 de 72 países. Canadá y Estados Unidos quedaron en los lugares 7 y 31. Los mejores estuvieron en Asia: Singapur (1), Hong Kong (2) y Japón (3).

De 2000 a 2015, en México mejoró el resultado en matemáticas; para efectos prácticos la lectura quedó estancada, mejoró solo un punto. Y en Ciencias disminuyó el desempeño. Definitivamente muchas cosas estamos haciendo mal y otras ni si quiera las estamos pensando.

Lo que hemos estado haciendo muy mal: administraciones van y vienen, pero los gobiernos en turno no logran catalizar transformaciones que perduren en nuestro sistema educativo. Para no irnos tan lejos podemos empezar desde 1992; antes de ese año el énfasis era la cobertura de la educación. El Estado mexicano le apostó al Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica (AMEB), donde la esencia era sumar de lleno a los gobiernos estatales en la administración educativa; el diseño de la política de educación se reservaba al gobierno federal.

Dicho acuerdo, se construyó sobre un supuesto que teóricamente era razonable: los gobernadores serán “cides campeadores” de la educación en su estado, y se van a empeñar porque cada día, en colaboración con el magisterio de ese estado, los servicios educativos sean mejores. El incentivo para la colaboración entre el magisterio y la administración estatal era la llamada “Carrera Magisterial” que promovía el buen desempeño del maestro frente a grupo con un estímulo económico importante. Además, recibían capacitación. En algunos estados esto parecía ir bien. En otras entidades, donde el gobierno federal ponía la mayoría, si no es que la totalidad de los recursos, no hubo gran respuesta. Al contrario, hoy los bastiones de la CNTE en los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, vieron la oportunidad para exigir aumentos salariales y plazas.

Y llegó el momento para que el supuesto mencionado se derrumbara: la maestra Elba Esther Gordillo, ex lideresa del magisterio y de el SNTE, se alía con Vicente Fox como candidato a la Presidencia en las elecciones del 2000. Una vez que se da la alternancia, la maestra Gordillo reafirma su alianza con el presidente Fox, lo que le sirve de plataforma para ir forjando alianzas en cada uno de los estados con los candidatos a gobernador. Se marcaba un hito: la educación básica pública fue tomada como rehén por la codicia de políticos y los líderes sindicales. Máxima corrupción nunca observada para que por el camino fácil presidentes de la República y gobernadores en turno ganaran elecciones y se adueñaran de recursos fiscales a través de la administración estatal de los sistemas descentralizados de educación pública. En la administración del presidente Calderón, lamentablemente, esa maligna alianza política se profundizó. Es hasta que el Pacto por México, pacto en el que los políticos de la gran mayoría de los partidos pone fin a esta corrupción de la política.

Si estamos buscando un fin superior alrededor del cual nos queremos unir, en la educación está la oportunidad. Las medidas que quiere aplicar el señor Donald Trump como presidente de EU, definitivamente son adversas al status quo de la relación comercial y política. Sin embargo, una condición necesaria para acceder a un futuro promisorio está en una educación de excelencia. Hoy no es así. Requerimos dejar de lado intereses mezquinos y ocuparnos en lo que es bueno para nuestros hijos. Y eso es la educación enfocada en la capacidad de aprender durante toda la vida; el despertar de la curiosidad por entender y explicar problemas; en procurar una cultura del mérito, etcétera. Lo bueno: sí es posible, otros países lo han logrado.

Economista.

@jchavezpresa

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